Hace un año nos propusimos presentar al Sector
de las Comunicaciones un medio que ayudara a reflexionar, a planificar,
a tomar decisiones. Pero, sobre todo, a construir el futuro.
El gigantesco impacto provocado por la explosión
tecnológica y la fecunda inversión de miles de millones
de dólares alentada por las fuertes tendencias desreguladoras
y privatizadoras, provocaron al finalizar el Siglo XX el mayor cambio
en la historia contemporanea desde la revolución industrial.
Preñada por Internet, nació la Sociedad
de la Información.
El mundo descubrió todas las capacidades
que las comunicaciones podrían ofrecerle, ahora no solamente
a los ciudadanos de las grandes capitales o de las naciones más
poderosas, sino a los habitantes de regiones remotas, a los humildes
de todas las latitudes.
Como cualquier producto humano, siempre perfectible,
las comunicaciones constituyen la gran esperanza del siglo XXI.
Instrumento al servicio de la consolidación de la justicia
y de la libertad.
La cultura ya no se esconde en las bibliotecas a
las que tenían acceso unos pocos privilegiados.
El conocimiento y en particular el de las ciencias
aplicadas, está hoy disponible y al alcance de todos los
pueblos.
Por supuesto, ello no basta para resolver los problemas
estructurales que distancian a las naciones desarrolladas del resto
del mundo. La distribución asimétrica de los recursos,
la miseria, sigue martirizando a millones de seres humanos en los
cinco continentes.
Sin embargo, las comunicaciones han contribuido
a desnudar esa injusticia y generar un nuevo sentido de responsabilidad
por lo que ocurre dentro y fuera de las fronteras.
Nadie, en el siglo XXI, puede alegar ignorancia
de los sufrimientos que lo rodean, en la aldea global.
Y la democracia y los derechos humanos, han ganado
una batalla notable en la conciencia de los pueblos, gracias a la
acción imparable de las comunicaciones.
La discusión referente a la sobreinversión
en el sector se hace inútil frente al balance que exibe -en
el activo- millones de familias incorporadas a los beneficios de
la telefonía, la televisión e Internet.
De ese balance y de ese extraordinario saldo positivo,
también se benefició la Argentina. En grandes números,
más de seis millones de familias disponen de teléfono
fijo. Otras tantas, de televisión por cable o satélite
y un número similar de personas circulan por el país
con sus oficinas móviles.
Inversiones en centrales, redes fijas, sistemas
inalámbricos y satélites, que cubren el país
entero, lo han hecho posible. Están y seguirán allí.
Al servicio de los argentinos, su vinculación entre ellos
y el mundo, su salud, su educación y el desarrollo de sus
empresas y el comercio nacional e internacional.
Nos queda una deuda pendiente: decenas de millones
de usuarios y miles de millones de pesos invertidos están
librados a la regulación de un marco jurídico precario,
constituido por normas dispersas, algunas veces contradictorias,
de débil imperio por su jerarquía y un aleatorio futuro.
A la reparación de ese escenario incierto,
hemos querido contribuir desde el Instituto de Derecho de las Comunicaciones
de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
Se han realizado, en cinco años de labor,
seminarios y mesas redondas, cursos de capacitación, tareas
de estudio, publicaciones en soporte magnético de la normativa
vigente y diccionarios jurídicos especializados y se encomendó
al Doctor Alejandro Fargosi la elaboración de un Anteproyecto
de Ley de Telecomunicaciones que fue presentado al Congreso, organizado
el año pasado por la Secretaría de Comunicaciones
y que hoy publicamos en este número.
Hemos recibido el apoyo de todos los especialistas
del Sector y nos sentimos orgullosos de que nuestro Instituto acoja,
por igual, el aporte de abogados, ingenieros, contadores públicos
y economistas, porque somos concientes que la problemática
del sector exige una tarea multidisciplinaria.
Hoy presentamos la revista del Instituto de Derecho
de las Comunicaciones. Está dirigida a los hombres y mujeres
del sector que desarrollan sus tareas en las empresas, en el gobierno,
en las asociaciones de usuarios o como profesionales independientes.
Nuestro interés abarca las telecomunicaciones, la radiodifusión
e Internet. Procuramos constituirnos en un ámbito académico
independiente, abierto a la discusión de las ideas. Para
ello es indispensable -y lo descontamos- el apoyo de todos. ©
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