Es una cuestión
de magnitud.
Las democracias occidentales alternan gobiernos,
partidos, políticas. Transitan apaciblemente entre la centro-izquierda
y la centro-derecha. Pero el norte, en la brújula de cada
país, sufre sólo pequeñas declinaciones.
Las batallas electorales no impiden que, resuelta
la competencia, retorne el diálogo. La gobernabilidad, aún
con una crisis de la magnitud de los atentados terroristas de Madrid,
no se resiente. Por el contrario, se consolida.
Es más, Europa, después de los crímenes
de lesa humanidad como los sufridos por Londres o la capital española,
no se deja arrebatar por la histeria ni por los deseos de venganza.
Si algunos acompañaron al Presidente Bush en la ofensiva
de Irak, lo hicieron más por compromisos de política
internacional que por voluntad manifiesta de retaliación.
América Latina tiene otro estilo. Quizás
porque todavía se vive el gobierno como un botín de
guerra, las luchas políticas son feroces y los cambios drásticos.
Es como si alternáramos el verano con el invierno, sin estaciones
intermedias. Las transiciones siempre toman desprevenidos a quienes
deben planificar a mediano y largo plazo.
Poco a poco, entonces, los países más
previsibles van sacando ventajas sobre sus vecinos.
Y lo que es peor, el constante volver a empezar
deja víctimas en todos los bandos y aumenta la marginalidad.
Hay una excepción a la inestabilidad regional:
con el contraproducente embargo norteamericano y un flexible concepto
sobre la defensa de los derechos humanos en muchas naciones del
sur, Cuba ostenta un record de continuidad.
Es cierto que en la región, el estado botín
ha disminuido su magnitud, achicado por las políticas de
privatizaciones que comenzando por la Argentina, se popularizaron
en la década del noventa. Pero esa tendencia entró
en crisis con el comienzo del milenio.
Se demostró la vulnerabilidad del modelo
y quedó evidenciada la debilidad del consenso que pareció
sostenerlo.
Los cambios sobrevinieron una vez más. Pero
lo que nadie esperaba era ver repitiéndose, como salidos
de una historia de Macondo, la reaparición de coroneles tropicales
redescubriendo el discurso de los cincuenta.
Afortunadamente, lo ocurrido en Venezuela, con riesgo
de contagiar a Perú –el caso boliviano es absolutamente
diferente– no se ha repetido en el cono sur. Las políticas
de Brasil, Uruguay, Chile y Argentina son, aún con sus diferencias,
más moderadas.
Pero nuestros problemas también acosan a
algunos países del viejo mundo.
Turquía, pese a su firme vocación
de recostarse sobre su geografía europea, viene sufriendo
el freno que por su semejanza con los estilos de nuestra región,
le ponen a su ingreso al Mercado Común. Conocer su experiencia
frente al desafío de convertirse en una democracia moderna
es un aporte a la clarificación del tema. Aportamos para
ello el trabajo de Nilüfer Narli, becaria Eisenhower de Turquía
y líder de una de las destacadas universidades de Estambul.
Traemos igualmente a la consideración de
nuestro sector, dos testimonios de la capacidad de gestión,
puesta al servicio del país. Uno apunta a consolidar la relación
Argentina con la sociedad de la información. El otro evidencia
la capacidad de aprovechar los recursos de esa sociedad digital
para la construcción de un estado para el Siglo XXI.
En ese sentido, la tarea de la Cancillería
y los éxitos de la AFIP en la utilización de los recursos
informáticos y de comunicaciones, merecen nuestra atención
en dos reportajes a importantes protagonistas.
Por último queremos adelantar nuestro proyecto
de premiar los mejores trabajos sobre los postgrados en materia
de ajustes normativos que requiere nuestro sector. Para ello convocaremos
al sector público, las empresas y los profesionales que lo
integran.
Al momento de redactar estas líneas, la
Universidad de Buenos Aires se apresta a elegir un nuevo Rector,
en una Asamblea en la que nuestro Decano, el Dr. Atilio Alterini,
concita un número importante de adhesiones. No podemos omitir
el reconocimiento por su permanente apoyo a la labor del Instituto
de Derecho de las Comunicaciones durante su gestión en la
Facultad, y nuestra esperanza de que su capacidad de gestión
se vea reconocida al momento de expresar la decisión de la
comunidad universitaria. ©
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