¿Cómo
piensa que puede llevarse a la práctica esta iniciativa del
Fondo Nacional de las Artes en el actual estado de la televisión?
Si supiéramos cómo se puede llevar
a la práctica, estaríamos ya poniéndolo en
práctica. Lo que el Fondo Nacional de las Artes está
haciendo es plantear la realidad de la televisión. Es decir,
intentar representar a la opinión pública. Hoy en
día es universal la opinión que hay sobre los contenidos
y el lenguaje de la televisión, que es bastante deprimente,
más que deprimente. Entonces, en el Fondo Nacional de las
Artes, además de ser motor especial para grescas y litigios,
planteé en el directorio: “tenemos que defender el
patrimonio cultural”. Y pensando en el patrimonio cultural,
es inevitable atender a los contenidos de la televisión.
Entonces me puse a hacer un pequeño plan, muy modesto, hablé
con SADE, con Argentores y nos reunimos en un almuerzo con la idea
de hacer un pequeño comunicado, que se denominaba “Un
llamado a la ciudadanía”.
En los primeros pasos, al contactarme con la gente
de las entidades, me di cuenta de que estaban esperando esto, me
encontré con un gran entusiasmo y con que la indignación
es universal. Uno le pregunta a cualquier persona y es así,
me llaman por teléfono y me dicen “muchas gracias por
lo que está haciendo”, ¡buscan mi teléfono
en la guía! Me llaman de todo el país, pero acá
viene la explicación de porqué yo le digo a usted
que lo voy a defraudar con la respuesta: porque nosotros vemos
una realidad, entonces la presentamos, la hacemos pública,
encontramos gran repercusión, hicimos una conferencia de
prensa y explicamos lo que a nuestro juicio está pasando,
¡pero no dimos ninguna solución! Dijimos cosas generales:
no hay que prohibir, no hay que censurar, hay que legislar. Pero,
¡Dios mío! Nosotros no podemos, no debemos, además
no somos capaces de fundamentar una legislación para el futuro.
Entonces, ¿cómo solucionamos esto? Con esperanza.
No con optimismo, con esperanza. El programa de mesas redondas se
inicia el 13 de junio y las semanas siguientes se van a realizar
los días miércoles. Ya está planificado todo
el mes de junio con todos los paneles, los moderadores. En la primera
mesa, por ejemplo, va a ser moderadora Magdalena Ruiz Guiñazú;
en la segunda, Nelson Castro y en la primera, por citar algunos
nada más, vamos a estar con Horacio Sanguinetti, Norma Morandini;
y en la segunda estará Silvia Bleichmar (ver página
8). Lo que importa de las mesas no es lo que vamos a decir nosotros,
si no lo que va a surgir del diálogo y el debate de la platea
que esperamos que sea importante, con gente joven, con gente de
los medios y que al fin de las mesas redondas –que no sabemos
cuándo van a terminar– , de alguna manera, y analizadas
por Iván Bodeleau, se va a hacer un documento donde estén
claras las propuestas, que sea la voz de la ciudadanía y
que llegue a las autoridades. Buscaremos contactarnos con empresarios,
que ya están adhiriendo: adhirió la Cámara
de Anunciantes, la Cámara de Comercio, adhirió ARPA
y ahora ATA hizo una reunión con Alberto Fernández,
con el Jefe de Gabinete de Ministros, donde manifiestan la misma
preocupación. Hay una preocupación, evidentemente,
porque oyeron el sonido, oyeron la voz de la ciudadanía.
De ahí surgirán las propuestas.
¿Tiene alguna idea de qué reglamentación
debería implementarse?
No. Y no tengo porque tenerla porque no es mi materia.
Acá es donde tienen que entrar a jugar los entendidos. Se
podrían estudiar las reglamentaciones existentes. Por ejemplo,
tengo entendido, según me han dicho, que la legislación
en Suecia es excelente. En Suecia no hay problema, tienen una legislación
bastante orgánica. Sería bueno saber cómo es
eso.
En España, por ejemplo, el gobierno llamó
a autorregularse. El planteo del gobierno fue: “o se autorregulan
o interviene el Estado...”.
La última noticia que tengo es que no sirvió
para nada eso. Es peligrosísimo. Hay que buscar. Primero,
que esto nace del país, porque en España están
mal, en Italia también, pero acá son peores las cosas
que están pasando. Por ejemplo, en la época de Menem,
hubo un partido de fútbol, Argentina contra España,
y ganamos, pero echaron a cuatro o cinco argentinos porque hicieron
las peores cosas, trompadas... en fin. Un desprestigio para el país,
pero ganamos. Cuando llegaron acá, el presidente Menem los
recibió en la casa de gobierno y dijo esta frase: “Muchachos,
lo que importa es ganar”. Hoy, un punto de rating es más
importante para muchos que la moral.
Además, suelen esgrimir la moral de una
supuesta eficacia...
¡Claro! Le digo más. Me contaron que
aparecieron, por ejemplo, en uno de estos programas de esos muchachos
que se creen graciosos, con un termómetro que decía
rating, que estaba en cero y que una mujer empezaba a sacarse la
ropa y subía el termómetro. ¡Lamentablemente
es así! Porque hay en la cuestión humana una tendencia
a lo morboso, a lo perverso. Somos enteros, no somos una parte linda
y buena de la naturaleza ¿no? Pero el hombre inventó
una cosa que es la que permitió que siguiéramos hasta
ahora, hasta este momento de la historia del universo, que es la
ley. Sin la ley no existiríamos, nos estaríamos matando
todos. Tuvieron que crear la ley, con sus reglamentos, para ordenar.
Bueno, acá, en este asunto, hay que hacer algo parecido:
hay que legislar. Tienen que haber leyes que legislen, que determinen
qué es posible y qué no es posible. Porque la televisión
no es teatro, no es cine. La televisión está en la
casa. Está frente a los chicos. Yo conozco gente que apaga
el televisor cuando están los chicos, que buscan una excusa
para apagar el televisor.
Si bien es cierto, tampoco es el objetivo inmediato
de ustedes ponerse a redactar una ley
No, tiene que surgir de todas estas reuniones. Ahora
se abre una temporada de libre debate en las mesas redondas y de
estas mesas redondas queremos que aparezcan las propuestas; alguien
va a decir que la televisión tiene que encenderse de 8 a
9 y de 14 a 15 y nada más, puede ocurrir... y todo se considerará.
¿Cómo ve usted
que haya sido un emprendimiento que surgió desde el Fondo
Nacional de las Artes y no desde el COMFER?
Julio Bárbaro me llamó para decirme
que esto era de gran ayuda para él. Él me dijo que
no puede, que no tiene fuerzas, porque las multas no las pagan.
Hubo muchas multas acumuladas que fueron compensadas con publicidad
para el gobierno. Yo creo que no es sólo cuestión
de imponer multas, yo creo que hay que hacer una legislación
inteligente. Yo no sé por dónde puede venir, pero
me parece necesario ponerlo en voz alta.
La multa no sería
–a juicio de ustedes– el camino efectivo porque hasta
ahora no ha demostrado serlo
Ha habido inquietudes en la historia de la televisión.
Simoncini fue motor de algunas, había un gran grupo de intelectuales,
de empresas especiales, en esfuerzos aislados…. En este momento,
no está ausente nadie porque se ha llegado a un punto en
donde ya la cosa es infernal.
Y en función de eso,
¿cómo se puede pensar en una televisión con
mayor participación del ámbito de la cultura formal?
Es decir, tenemos bastante aisladas las dos cosas...
Es un problema eterno. Cuando yo estaba a cargo
de la Secretaría de Cultura, tenía a mi cargo ATC.
Y yo en ese momento dije “qué bien que vendría
que Sábato haga un buen programa” –que todavía
hoy se recuerda–. No era nada excepcional, pero era serio
y entretenido y hasta habíamos aumentado el rating. Hasta
que no me dio más. Padecía de un stress violento.
Entonces, en ese momento, tuve la idea de hacer un Cine Club: películas
de Bergmann, películas francesas, de la preguerra. Lo llamé
a Salvador Samaritano que estaba a cargo del Cine Núcleo
y le dije que yo creía que estaría bueno hacer eso
y entonces nos pusimos en contacto con las embajadas para conseguir
las películas. Me mandó a verlo al director, que ya
no recuerdo quién era, pero pasó el tiempo, una semana,
quince días y evidentemente no lo querían hacer. Porque
las películas de las embajadas son gratuitas y entonces,
no había posibilidades de obtener ninguna comisión.
Entonces, llamé a la gente de ATC y les dije “miren,
si en quince días no va este programa, despido a todos”.
A los quince días, apareció todo. Por otra parte,
el programa que ahora apareció sobre la educación
con María Laura Santillán los sábados, que
fue una idea de Suar, ¡es interesantísimo! Y estaba
Jaim Etcheverry, y están todos los que estuvieron en la conferencia
de prensa nuestra. Aclaro que esto no es consecuencia de lo nuestro,
porque fue planificado antes. Pero que –de pronto– pueda
haber un programa así. Esto se puede hacer, a pesar de que
hay mucha gente a la que estos programas puedan aburrir, porque
la televisión también es entretenimiento. Y está
claro que en la televisión se ve mucho deporte y muchos programas
de entretenimiento. En fin, tenemos que tomar en cuenta todo esto.
Tener, por ejemplo, un Canal á, es tener
un espacio diferente, pero no sólamente en la Capital.
Canal á debería ser el Canal 7. Y
en aquel tiempo en el que fui Secretario y hasta que me tuve ir,
mi idea era cambiar ATC, como Argentina Televisora Color, por Argentina
Televisora Cultural y que ése fuera el canal oficial. Que
fuera entretenido, como lo estábamos haciendo y hacer, de
pronto, una ligazón con la Universidad para enseñar,
para hacer educación a distancia. Pero a veces “el
caballero Don Dinero” lo domina todo.
¿Cuál piensa
Usted que debería ser el papel del Estado en este problema
en particular?
El Fondo Nacional de las Artes es un fondo “nacional”.
Depende de la Secretaría de Cultura de la Nación,
de la Presidencia. En estos días va a aparecer un aviso en
los diarios donde van a aparecer las mesas redondas. Esto es increíble,
es gracioso, pero lo hemos conseguido: es decir que el estado está
diciendo “bueno, vamos”; pero, hace pocos días
se renovaron las licencias de todas las radios y emisoras. Hadad
tiene licencia hasta el año 2040. Y esto es una contradicción
con nuestra intención de purificar las cosas.
Es, evidentemente, un proyecto complicado
Es complicado. Un Estado ideal, por supuesto, debería
tomar manos en este asunto y ayudar. No prohibir, no censurar,
no ordenar que todos los días desde las 8 de la mañana
hasta las 12 de la noche haya programas culturales, porque sería
terrible y después nadie vería televisión.
Cuando digo “culturales” me refiero a conferencias,
que son aburridas para mucha gente. Veámoslo de esta manera:
si lo que está pasando tiene que ver con un éxito
comercial, o un éxito de rating que se mide por ese sistema
tan perverso que indica que si lo ve tanta gente pongo publicidad,
¿tiene que ver, también, con una cuestión de
base cultural que a la gente le termina atrayendo mucho más
eso que otra cosa, quizás porque no tiene opciones? Creo
que fue Lope de Vega el que dijo que “al pueblo se le da paja
y come paja y se le da trigo y come trigo”. ¿No es
cierto? Y no tenemos que remontarnos tanto tiempo. Ahí por
los 60 y pico teníamos programas hermosos: Cosa Juzgada,
Historias de Jóvenes y había varios. Y también
había de los otros, pero estaba Tato Bores, estaba Verdaguer.
Buen humor que se ha ido deformando, deformando
la cultura argentina.
Se desequilibró la
“oferta”...
Sí y se ha ido deformando y creo que va
a tener que pasar algún tiempo para que se acomode. No ignoramos
nosotros que tenemos enemigos porque además, son brutos.
Entonces, no entienden cómo se puede tener la misma cantidad
de espectadores. Yo tengo una noticia, que es que algunos de la
Cámara de Anunciantes están temiendo perder prestigio
en el espacio que tienen ciertos contenidos. Y es cierto: haciendo
zapping, con el aparatito, porque no me gusta quedarme mucho porque
no lo soporto, había ahí una cosa horrible que no
recuerdo qué era, e inmediatamente aparece la publicidad
de “Banco de …”. ¡Es desprestigio para el
banco!. Y están dándose cuenta de esto... Bueno, ahora
hay que informar, alimentar, además de crear una legislación
nueva. Estuvimos reunidos, el mes pasado, con muchas ONG y se hizo
un plan inicial para cambiar, para plantear una nueva Ley de Radiodifusión.
La Ley de Radiodifusión que nos rige es la de la dictadura.
Yo quise iniciar esto en el gobierno del Dr. Alfonsín, hacer
una Ley de Radiodifusión nueva, democrática. Se pasaron
un mes para ver dónde, en qué oficina, cuántas
secretarias, máquinas de escribir...
¿Se diluyó?
Me recuerda a Perón que dijo una frase “si
querés demorar algo, formá una comisión y si
la cosa funciona aumentá la cantidad de miembros”.
Entonces, bueno, el hecho es que ahora nos hemos reunido. Me encontré
con Torcuato di Tella, no es para tener una gran cantidad de cultura
en la radiodifusión, pero es cultura. Le dije: estamos trabajando,
hicimos un folleto, ¿te lo mando, lo lees, después
me llamás? Sí, como no, me dijo, caminamos unos pasos
y agregó: “palabra de político”. ¡Era
sincero!
¿Como se puede compatibilizar esta necesidad
de mejorar la situación actual con el respeto a la libertad
de expresión?
En este momento no hay libertad de expresión.
Porque el lenguaje es tan limitado, tan burdo, que impide que el
hombre que está mirando la televisión pueda simbolizar
y pueda pensar. Es eso solo, groseramente. Cuando hay mayor facilidad
de lenguaje hay mayor posibilidad de simbolización, de pensar,
se tienen más alternativas con las palabras. Entonces, nosotros
estamos luchando por una mayor libertad de expresión. Con
lo que están haciendo nos están coartando la libertad
de expresión. El otro día le comenté al Ministro:
“hay un programa que es muy interesante (uno se refugia en
el cable –pero somos pocos los que tenemos dinero para poder
tener el cable, la multitud, la gente a quien se debe, realmente,
dar el mejor material, no puede tener cable–), el “Actor’s
Studio”, en el que hicieron un programa con Jeanne Moureau,
la vieja actriz que, a pesar de estar toda deformada por las manías
estas de hacerse cirugías estéticas, todavía
mantiene el espíritu, y le plantearon el cuestionario clásico
del programa en el que le preguntan “¿cuál es
su palabra soez preferida?”. “Mierda”, dijo, y
se quedó pensando y dijo “ya no es una mala palabra”.
Y yo me quedé pensando: ¡estos atorrantes de la televisión
nos están quitando hasta las malas palabras!. Porque era
una hermosa mala palabra, antes de que se la empleara para cualquier
frase. Está en momentos claves de la literatura, está
en el Quijote. No hay buenas y malas palabras, depende cómo
se usen, en qué contexto, cuál es el contenido. Entonces,
esto es algo que los brutos no pueden entender. Pero, en realidad,
el otro día lo escuchaba a Casero diciendo “yo no estoy
en contra de la televisión”. Y ¡cómo vamos
a estar en contra de la televisión si ha sido uno de los
mejores inventos del siglo veinte! Hay que estar en contra de lo
que hacen en la televisión, que es otra cosa, ¿no?
Entonces, digamos que lo que sí se está
buscando es que puedan coexistir las dos cosas: el entretenimiento
puro, por así decirlo y transmitir algún hecho cultural
más interesante
Pero claro: el entretenimiento no tiene porqué
ser soez, no tiene que ser grosero, puede y tiene que ser agradable.
¿Van a trabajar y
debatir sobre el alto nivel de discriminación que se observa
en la pantalla?
La discriminación actual hacia la mujer es
escandalosa. Nunca se ha considerado a la mujer exclusivamente como
un objeto sexual como en la televisión actual.
Entre las cosas que van a charlar, ¿tienen pensado en algún
momento plantear si no debería existir una diversidad de
medidoras de rating e incluso una estatal?
Bueno, eso, posiblemente, si Usted va a las mesas redondas y dice
eso, se anota. Y después se va a ver cuantas medidas posibles
se pueden tomar.
Digamos, que se contemple
esta otra posibilidad.
Para descartar sospechas...
Claro. De pronto, un rating hecho por la Universidad,
por ejemplo. Mire, le voy a contar una cosa, que no sé si
es cierta pero que puede serlo y eso es lo terrible: en algunos
casos, algunas empresas, como yo decía hace un rato, no quieren
estar ligadas a ciertos programas y entonces, le ponen la publicidad
igual, aunque no quieran y para que la saquen de ese espacio no
deseado ¡les piden a esas empresas que paguen! Me parece que
esa es una muestra terrible de lo que está pasando en los
medios. ©
Compromiso ante la ciudadanía
EL PORQUÉ DE NUESTRA CONVOCATORIA
Atento a la defensa del patrimonio cultural de
nuestro país, el Fondo Nacional de las Artes se vio apremiado
en estos días por la necesidad de responder a un clamor que
se deja oír cada vez con mayor estridencia. Nadie hoy puede
hacer oídos sordos a los constantes reclamos –tanto
públicos como privados– que se elevan desde todos los
sectores de la ciudadanía. Es que la trasgresión a
los más elementales principios de convivencia responsable
originados en no pocos medios audiovisuales ha llegado a un punto
de imposible aceptación.
Fue por este mismo motivo que, apenas convocadas,
las instituciones más representativas de la cultura nacional,
cuya lista aún incompleta está a disposición
de ustedes, se adhirieron con entusiasmo.
La declaración compartida hasta ahora por
más de 60 instituciones es la siguiente:
COMPROMISO ANTE LA CIUDADANÍA
“Las instituciones que figuran al pie [...]
manifiestan su honda preocupación por el oprobioso lenguaje
dominante en no pocos programas y realizaciones de medios audiovisuales
y, haciéndose cargo de idéntica inquietud existente
en numerosos ámbitos de la ciudadanía, se comprometen
a iniciar un movimiento tendiente a contener el progresivo deterioro
de la cultura nacional”.
Y AHORA ALGUNAS CONSIDERACIONES:
No se trata de establecer, a partir de esta declaración,
una falsa oposición entre comunicadores indeseables y comunicadores
“puros” o “sanos”, como si el solo hecho
de no usar palabras violentas convirtiera a una persona en honesta.
Sabemos de sobra que con palabras melosas se puede mentir, calumniar
o estafar. También sabemos que las palabras violentas son
tan insoslayables al habla y están tan vinculadas a su vitalidad
como cualquier otro vocablo de nuestro idioma, ya que tienen que
ver con nuestras pasiones, con nuestros estados de ánimo,
con nuestro sentido del humor.
Justamente por eso, porque respetamos profundamente
el lenguaje en toda su extensión y lo consideramos de una
ductilidad y una riqueza incomparables, capaz de expresar lo audaz,
lo sublime, lo cómico, lo ingenioso o lo erótico,
es que nos negamos a que se lo convierta en un mero ruido, presuntamente
escandaloso, incapaz de expresar otra cosa que la carencia de un
ingenio o una audacia reales que genuinamente consigan interesar
al público.
No hay palabras buenas ni palabras malas, ya se
sabe: hay palabras bien usadas, y palabras tiradas al oyente como
si fueran basura. Hemos observado con inquietud, tanto en la radio
como en la televisión, un uso no elaborado y meramente exhibicionista
de expresiones que, insertas sin ninguna justificación y
repetidas hasta el agotamiento, son meramente procaces y, en lugar
de impactar al oyente, lo anestesian, gradualmente le van impidiendo
percibir el poder de agravio o de impotencia o de comicidad que
una palabra fuerte, usada cuando es necesario, puede tener.
Creemos que este uso indebido y abusivo de groserías
pone de manifiesto una clara subestimación de la audiencia,
a la que parece que se le negara toda capacidad de interpretación
y de imaginación. En cuanto al lenguaje cada vez más
limitado que se utiliza, muestra una total desaprensión respecto
de los perjuicios que esta limitación va provocando en el
habla y, en consecuencia, en la formación de una sociedad
de individuos libres, ya que la capacidad de manejar con solvencia
las palabras que conforman el idioma y la sintaxis que las articula,
permite realizar con libertad una simbolización del mundo,
otorga una mayor capacidad para comprender la realidad, y permite
que nos expresemos plenamente.
El lenguaje, en suma, nos convierte en personas.
Desvirtuar su carga afectiva y semántica, achicar o envilecer
sus posibilidades expresivas, es un modo de contribuir a la deshumanización.
A nadie escapa el poder de penetración y
de llegada de la radio y de la televisión y el aporte que
pueden hacer al desarrollo social, económico y cultural de
la sociedad. Por eso mismo, el servicio de radio y de televisión
genera una gran responsabilidad en quienes lo llevan a cabo. A esa
responsabilidad estamos apelando.
No se trata de censurar a nadie ni de prohibir
palabra alguna. Se trata de exhortar a los actores y responsables
de los medios a que utilicen a conciencia y con verdadera idoneidad
su herramienta de trabajo.
Proponemos, como primer paso, la generación
de un profundo debate sobre el tema en el seno de la sociedad, en
el que participe la mayor cantidad de personas e instituciones,
y que comprometa a las autoridades y licenciatarios a actuar en
consecuencia, preservando el bien público y cumpliendo con
lo que demanda la ley.
“COMPROMISO ANTE LA
CIUDADANÍA”
Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes, Rufino de Elizalde
2831, Ciudad Autónoma de Buenos Aires
1º Mesa:
13 de Junio
19 horas |
Participantes:
Norma Morandini
Ernesto Schoo
Aída Bortnik
Horacio Sanguinetti
Carlos Gorostiza
Coordina:
Magdalena Ruiz Guiñazú |
2º Mesa:
22 de Junio
19 horas |
Participantes:
Pablo Sirven
Beatriz Sarlo
Osvaldo Quiroga
Jorge Halperin |
3º Mesa:
29 de Junio
19 horas |
Participantes:
Silvia Bleichmar
Canela
Marcelo Stiletano
Roberto “Tito” Cossa
Coordina:
Nelson Castro |
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