I
Cuando el cuarto número
de © Comunicaciones esté en la calle, el resultado de
las elecciones presidenciales de los Estados Unidos habrá
sido develado. Es una elección que comprometerá el
destinos de millones de personas de los cinco continentes.
Las telecomunicaciones nos
han permitido seguir, de cerca y en tiempo real, ese proceso, incluidos
los tres debates presidenciales.
La guerra contra el terrorismo,
iniciada por George W. Bush, después del “9-11”
ha concentrado la atención de los hombres y mujeres de todas
las latitudes. De hecho ha sumado y comprometido activamente al
occidente cristiano en una guerra santa con el mundo mahometano.
En un comentario sobre el
Islam, Henry A. Kissinger sostuvo que no puede observárselo
desde la perspectiva del Siglo XXI, porque su maduración
como sociedad se aproxima más al de Europa durante la Edad
Media, cuando los obispos de la Iglesia Católica mandaban
a la hoguera a los herejes.
De uno u otro modo hemos quedado
involucrados en un conflicto de evolución impredecible.
Por primera vez, Estados Unidos
ha sufrido un ataque enemigo en su propio territorio. Y por primera
vez, en tiempos de paz, las cuestiones de seguridad interior y de
política exterior y lucha contra el terrorismo han superado
a otros temas: la recesión, el desempleo o la educación,
como centro de la campaña política.
Una conmoción de tal
magnitud, en la primera potencia mundial, inquieta naturalmente
a todos los países, porque la decisión tomada por
el electorado americano los afectará, quizás más
allá de la próxima década.
La globalización se
presenta descarnada, evidenciando que el futuro está y seguirá
ligado, a resoluciones y procesos de los que somos ajenos y que
tendrán –nos guste o no nos guste– efectos sobre
nuestras vidas.
Debemos registrar que el resultado
de la confrontación de los candidatos norteamericanos, influirá
en el curso de de la historia de nuestro país.
Reconocer y administrar esta
realidad y conducirnos dentro de su compleja evolución, es
un desafío para la clase dirigente local.
II
Durante el 2004 Argentina
ha mostrado la fuerza de sus dones naturales, evidenciando una extraordinaria
capacidad de recuperación para superar el caótico
fin de la convertibilidad: pasó, de una crisis profunda,
a un crecimiento razonable y sostenido.
Los observadores difieren
en cuanto al otorgamiento de los méritos de este proceso.
Quedan serios temas pendientes con acreedores e inversores: la renegociación
de la deuda externa y los contratos con las privatizadas, por un
lado. Por el otro, existen otras grandes deudas internas, pendientes
con la sociedad: la reforma política y la pobreza.
III
En el sector de las telecomunicaciones, en cambio,
el ojo de la tormenta parece haber pasado. Este año, solamente
entre las dos grandes, se repartirán más de cien millones
de dólares, un buen ingreso, en un país apenas en
reconstrucción.
Por su parte, las ventas de las celulares siguen
florecientes, pero, después de la caída abrupta del
poder adquisitivo del salario, producto del fin de la convertibilidad,
la tendencia a la concentración era inevitable. Aunque la
demanda está respondiendo muy bien, el mercado no da para
tantos operadores, ni para cuatro redes de telefonía celular.
Menos aun para que se utilicen diferentes tecnologías. Todo
sugiere que GSM está llamada a imponerse en el mercado.
Como consecuencia de la concentración puede
provocarse una disminución del empleo en el sector. Cuando
se fusionen Unifón y Movicom y -si se concreta la compra
de Telecom por Slim- CTI y Personal, es probable que las empresas
deban reducir puestos de trabajo, sobre todo en los niveles gerenciales.
Las perspectivas, entonces, no se presentarían sencillas
para quienes se ocupan de las comunicaciones.
IV
El liderazgo civil de Juan Carlos Blumberg, merece
un capítulo aparte.
Con una tenacidad que devuelve las esperanzas que se pierden al
observar a la clase política, este hombre, azotado por la
violencia y el delito que sacuden a la sociedad, sacó fuerzas
de su dolor para, de algún modo, representarnos a todos.
Ha desafiado la modorra de los legisladores exigiéndoles,
con el respaldo de dos marchas multitudinarias, las acciones siempre
postergadas por los compromisos partidarios o mediáticos.
Creo que le debemos el mayor de los respetos.
Desde esa perspectiva hemos observado algunas de
sus propuestas vinculadas con nuestro sector y lo hemos entrevistado.
Debemos decir que no nos parece razonable exigir
un certificado de buena conducta para autorizar la compra de un
teléfono celular. Tampoco imponer la incorporación
de variantes tecnológicas que encarezcan las terminales más
allá de las posibilidades de muchos de los usuarios.
Hoy, ya existen en Argentina varias decenas de
chips subcutáneos de localización, instalados bajo
la piel de empresarios y ejecutivos de altos ingresos, como protección
extraordinaria para casos de secuestros pero, algunos apenas disponen
de recursos para ingresar –con sacrificios– al sistema.
Creemos que no debieran incrementarse los costos de acceso a las
comunicaciones celulares a la gente de menores recursos, exigiendo
incorporar localizadores GPS a las terminales. Por otra parte, seguirían
disponibles en el mercado –para los delincuentes que quisieran
utilizarlas– los millones de terminales en uso que no disponen
de ese sistema. Sólo se encarecerían los equipos para
los nuevos clientes.
IV
Nunca hubiéramos imaginado que una nota
publicada en nuestra revista tuviera repercusiones políticas.
En una carta dirigida a nuestro entrevistado del último número,
Pepe Eliaschev, el Ministro del Interior Contador Aníbal
Fernández hace referencia a sus declaraciones en nuestro
medio. Nos enorgullece que nuestra publicación sea fuente
de consulta para la clase dirigente. ©
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