¿Qué
panorama presenta hoy la relación entre los usuarios y las
telefónicas?
La relación pasó por momentos muy
conflictivos, especialmente desde el año 1997 a 1999 y, fundamentalmente,
por las consecuencias del rebalanceo telefónico. La relación
ha quedado en un nivel bajo a partir de allí. Hay muchas
preocupaciones en los usuarios respecto a la falta de atención
personalizada de los reclamos y genera muchos conflictos el sistema
del 112, que es útil, es un sistema interesante e importante,
pero queda claro que no puede dar solución a todos los requerimientos
de los usuarios. Hay mucha gente que necesita tener algún
tipo de atención personalizada y esta es una asignatura
pendiente en la que no se está trabajando como debería
ser.
Respecto a otras cuestiones pendientes, hay muchos
cuestionamientos por parte de los usuarios a situaciones que antes
eran más frecuentes, y que ahora hay en menor cantidad, en
torno a consumos que los usuarios consideran que no han sido hechos
y se les facturan. Estas situaciones, antes, generaron problemas,
dificultades importantes. Ahora es menor el grado de conflictividad,
pero los usuarios en general están muy precavidos en torno
a los consumos excesivos, a llamadas que suponen que no han hecho
y sobre los que existen escasos mecanismos de control.
Otras cuestiones que generan desconfianza y enturbian la relación
tienen que ver con muchas de las formas de comercialización
que se están utilizando para servicios adicionales que no
siempre son debidamente controladas por parte de las prestadoras.
Así que estos son los factores que están subsistiendo
y complicando esta relación que tendría que ser, obviamente,
más fluida.
En cuanto a los reclamos:
¿están más vinculados a cuestiones tarifarias
o a cuestiones del servicio?, ¿qué porcentaje corresponde
a cada área?
Es difícil. No siempre siguen el mismo camino.
Hay veces, muchas veces, en que la cuestión tarifaria aparece
ligada a estos conflictos de llamadas o servicios adicionales que
están complicando las cosas y, otras veces, son deficiencias
de la prestación del servicio. En los últimos tiempos,
han sido incrementados mucho los lapsos de reparación de
los servicios, mientras que, anteriormente, las reparaciones eran
bastante rápidas. Desde el fin de la convertibilidad se han
incrementado, notoriamente, los lapsos de reparaciones y esto es
un tema preocupante y es fuente de muchas de las quejas que se escuchan
actualmente.
En cuanto a la relación
entre usuarios y empresas, ¿la situación es muy diferente,
ahora que el sector está en manos privadas?
Sí. Es diferente en una gran cantidad de
aspectos. Básicamente, el servicio mejoró sustancialmente
desde la privatización hasta el año 2000. A partir
de allí, los índices de calidad de servicio han venido
descendiendo. Sin embargo, diría que no tienen nada que
ver con cuando la prestación era pública. Por otra
parte, así como mejoró la calidad del servicio y la
cobertura, se incrementaron las tarifas. Las tarifas del servicio
se incrementaron muy fuertemente en los días previos a la
privatización, de manera inmediata y a lo largo de todo el
período, generando que un servicio que era relativamente
barato pasara a ser un servicio de costos muy elevados para los
usuarios.
¿Esto ha generado
un cambio de conducta? ¿El usuario se da cuenta de que puede
ser más exigente en función de lo que paga?
Sí, sin lugar a dudas. El usuario, hoy en
día, es más exigente. Hay cosas que conspiran contra
la posibilidad de que el usuario pueda detentar mejor sus derechos.
Creo que una de las cuestiones que están pendientes de resolución
es el tema del control que puede hacer el usuario de su factura
telefónica. Mientras que otros servicios públicos
domiciliarios cuentan con mecanismos que permiten su contralor –los
medidores que tienen en sus domicilios y a los cuales tienen acceso
directo– esto no sucede en materia telefónica.
Habría que agregar que la única posibilidad
de contralor que tiene hoy el usuario, en estas circunstancias,
es la denominada facturación detallada. Pero, esta facturación
detallada, es proporcionada al usuario a un costo irrazonable que
no tiene nada que ver con los costos que realmente tiene y que,
en rigor, no es más que un método para impedir la
información adecuada y veraz que establece la constitución,
en el artículo 42, en cuanto al área de defensa del
consumidor. En realidad, me parece que tiene por objeto, justamente,
enturbiar, dificultar la posibilidad de información y control
del propio usuario. ¿A qué me estoy refiriendo? A
que la información está en la memoria de las computadoras,
porque sobre esa base es que se factura. De modo que, proporcionarla
a los usuarios, tiene un costo que es realmente despreciable, es
costo de papel, impresión y eventualmente, un mayor costo
de acarreo, de correo; pero que, de ninguna manera, tiene que ver
con los costos que se proporcionan a los usuarios, puesto que está
en tres pesos más iva. Creo que allí hay un problema
muy grande que habría que subsanar.
¿En qué situación se encuentra
el debate acerca de la cuestión de la privacidad?
Creo que esto es un gran tema, que es muy fuerte
en otras partes del mundo y que acá ya está presente
y van a ser necesarias algunas acciones muy firmes para lograr el
respeto a la privacidad que tenemos los usuarios. Por ejemplo, supongo
que a algunos les ha sucedido, a mí me ha sucedido: me ha
llamado un promotor comercial de la prestadora de telefonía
básica ofreciéndome un servicio de Internet, que estiman
a un costo más barato que el que yo tengo actualmente, sobre
la base de un seguimiento que han hecho de mis consumos. Esto no
es, reitero, que sólo me haya sucedido a mí, me parece
que es algo que no corresponde en un terreno que, realmente, no
debe ser transitado. Y me parece que es necesario adoptar medidas
para protegernos. Lo mismo que en materia de spam, en materia general
de Internet. Es decir, nosotros nos vemos bombardeados por cantidad
de cosas que no queremos, no necesitamos y nos complican realmente.
Se han desregulado algunos
servicios y queremos saber qué impacto generó esto
en los consumidores.
Yo creo que la desregulación en un servicio
muy concentrado como fue la telefonía, es realmente importante
y creo que es el camino a seguir. Aquí hay que decir que
la privatización no fue conforme a los objetivos expresados
en la 23.696, para ser un capitalismo más competitivo. En
realidad, la privatización cambió una prestación
monopólica estatal por una prestación monopólica
privada. La posición en que quedaron las dos licenciatarias
de telefonía básica es de tal solidez que dificulta
enormemente, la posibilidad de acceso al mercado de otros actores,
por lo menos en telefonía básica. La desregulación
ha permitido, de alguna manera, generar un cambio en esto, pero
es un cambio de carácter relativo porque la posición
dominante en que han quedado es muy importante.
Pero aquí habría que aclarar que las
dos cuestiones pendientes de la desregulación que no están
resueltas y son fundamentales, que permitirían que realmente
se produzca la desregulación en serio son: por un lado, la
portabilidad numérica y por otro lado, la posibilidad de
acceder, por el sistema de carrier, a otros prestadores diferentes
en materia de telefonía internacional e interurbana.
Brevemente, respecto a la portabilidad numérica,
creo que es, tal vez, el problema más importante para el
grueso de los usuarios. No veo ningún inconveniente de ningún
tipo para que funcione ya en materia de telefonía celular.
Cada usuario es dueño de su número y tiene el derecho
de podérselo llevar y obviamente, por razones comerciales,
se lo están impidiendo. Y en telefonía básica,
si bien existen algunos problemas técnicos, no se encuentra
ninguna vocación por solucionar esos problemas. Entonces,
mientras eso no sea solucionado, mientras el usuario no pueda llevarse
su número, no podemos hablar de una verdadera competencia
en materia de telefonía. La otra cuestión, que es
la posibilidad de acceder a distintos prestadores de manera directa
a través del discado, para realizar llamadas de larga distancia
internacional, es muy importante que se pueda lograr y no tener
este sistema que obliga a un prestador exclusivo, a tiempos de permanencia.
De alguna manera las tarjetas están intentando el reemplazo
de esto, pero no es un sistema cómodo, no siempre pueden
funcionar. Las mismas empresas de telefonía básica
ponen algunas limitaciones para el uso de estas tarjetas, por lo
menos en algunas instalaciones como locutorios y demás,
y se dificulta su acceso. De modo que estas son las dos grandes
tareas pendientes en materia de desregulación y que, en
la medida que se concreten, van a permitir una mejor posibilidad
para los usuarios.
En relación con el
Estado como regulador de la actividad, ¿cuál piensa
usted que es la tarea que está realizando? ¿Está
haciendo el Estado lo que tiene que hacer o todavía le falta
profundizar en su función?.
Creo que ha habido un cambio. Que de una actitud
que podríamos hasta calificar de complaciente durante muchos
años por parte de las autoridades regulatorias hacia los
regulados, que se translucía en que no había un real
y efectivo control, se ha pasado a un mayor grado de control. Pero,
creo que falta muchísimo por hacer. Creo que, además,
existen prejuicios respecto a la participación de los usuarios
en los mecanismos de control, tanto de la Secretaría de Comunicaciones
como en la Comisión Nacional de Comunicaciones estos prejuicios
pienso que están dificultando la participación de
los usuarios. Creo que es muy importante que los usuarios, las
asociaciones de usuarios y consumidores, los representantes de
los usuarios sean recibidos, se los escuche, participen con sus
ideas y colaboren en los distintos aspectos que hacen al control.
Mientras tanto se sigue improvisando, designando y manteniendo
en sus lugares a personas que no son expertas en la materia, me
refiero a las autoridades de control, privilegiando aspectos de
confianza y en desmedro de una mejor calidad y eficacia en la tarea
que, obviamente, debe ser acompañada por un mayor compromiso
hacia los usuarios, que son –que somos– en definitiva
quienes le dan sentido a todo el sistema.
¿Usted siente que su actividad, su trabajo,
su tarea, es respetada por todos los sectores que intervienen? Me
refiero al Estado, a las compañías...
Yo creo que cada cual debe hacer su tarea, independientemente
de los grados de aceptación que se tenga o no y me parece
que las empresas deben prestar el servicio con la mejor calidad
posible, las autoridades deben controlar eficazmente, protegiendo
los intereses públicos y los intereses de los usuarios y
los usuarios deben defender sus intereses con los medios que tienen
a su alcance. Y eso es un poco lo que estamos tratando de hacer.
Es importante tener en cuenta, refrendando lo que decíamos
antes, en una situación de prestación casi monopólica
como es la que existe en este servicio público, que sería
necesario que la fuerza de estado se volcara más en balancear
la difícil situación en que se encuentran los usuarios
que, en definitiva, siguen siendo cautivos. Si bien tenemos desregulación,
las dificultades para que esta se concrete de manera cabal son las
que impiden que el usuario sea realmente libre. El usuario es cautivo
del prestador y esto no es bueno. No sirve. Creo que es importante
generar competencia y las autoridades de control deben poner el
aparato del estado, la fuerza que tiene el estado en esto, para
balancear la enorme diferencia de poder en nuestro sector.
¿Cómo observa
usted el aspecto normativo? ¿Piensa que la Universidad, la
Facultad de Derecho, puede colaborar para mejorar el estado actual
en ese sentido?
Yo creo que, desde el punto de vista normativo,
está faltando una Ley de Telecomunicaciones. Está
faltando, además, que la regulación de las comunicaciones
se haga, que esté presente lo establecido en el artículo
42 de la Constitución Nacional y las normas de defensa del
consumidor y de la competencia. Cuando tengamos esto, vamos a mejorar
mucho. Creo que la Universidad pública puede aportar ideas,
puede aportar sus conocimientos en torno a mejorar los aspectos
de regulación. ©
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