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¿Qué nos puede comentar del sistema
que están implementando?
En líneas generales, nosotros tenemos un
cambio de espíritu importante en términos de cómo
se concebía hasta ahora la relación entre los instrumentos
electrónicos o computadoras y redes en el Poder Judicial,
porque intentamos establecer que los operadores del sistema son
tanto jueces, abogados como así también empleados
administrativos en los juzgados. Eso implica que existan, por lo
menos, dos “patas” que debieran tener acceso a los mínimos
instrumentos para poder desarrollar su propio trabajo. Para eso,
nosotros estamos, inicialmente, desarrollando un programa que se
llama JUSCABA, que es el modelo o programa de la gestión
del Consejo de la Magistratura que intenta, corriendo en base a
un software libre y un entorno word, desarrollar una aplicación
que le permita, tanto a los fiscales como a los jueces y a los defensores
privados o públicos, gestionar un expediente judicial y
que les sirva al cambio de sistema de realidad que se está
planteando en la justicia local.
Básicamente, también, se intenta
en una segunda etapa cambiar el sistema de software que hoy se está
utilizando en la justicia contenciosa de la ciudad,
que es un software que ya permite el expediente digital, pero es
un software con características propietarias, que el anterior
Consejo adquirió a una empresa proveedora de estos servicios,
y que genera el problema que, como está desarrollado en un
entorno distinto y eso necesita también licencias, por ahora
sigue únicamente como instrumento de aquellos que forman
parte del Poder Judicial. Los abogados, para poder manejarse en
el mismo entorno, deberían tener una licencia de ese programa.
Por lo tanto, como el cambio de óptica implica que el abogado,
desde su oficina, pueda acceder a tener las mismas herramientas
y el mismo programa que aquellos que se desarrollan desde la justicia,
la decisión del Consejo es llevar ese programa a un nuevo
programa de gestión judicial con las mismas características,
software libre y entorno word, para desarrollar las tareas de comunidad
de cada uno de los expedientes. Y el tercer punto es el desarrollo
de un entorno o un sistema operativo para poder lograr lo que nosotros
llamamos e-justicia o gobierno electrónico para el Poder
Judicial, que permita que cada una de las instancias del proceso
escrito o aquellas comunicaciones que son necesarias realizar a
las distintas partes involucradas en el proceso, se puedan hacer
a través de notificaciones electrónicas o alguna otra
modalidad que vaya avanzando en el tiempo que pueda garantizar una
comunicación más ágil.
¿Esto, de alguna manera, elimina lo que
tiene que ver con los soportes físicos?
No. Las dos cosas coexisten. Ahí hay que
hablar de distintas operaciones en cada uno de los fueros. El contencioso
administrativo y tributario es un fuero, hasta ahora, basado en
el modelo tradicional. Si bien nosotros estamos proveyendo un sistema
propietario que permite el expediente digital, eso nunca ha sustituido
el expediente físico. Por dos cuestiones: porque eso implica
un cambio cultural y un cambio en las normas de procedimiento que
establece que todo procedimiento contencioso es escrito y por lo
tanto, nosotros, lo que tenemos es un sistema de registro, un sistema
de gestión de los expedientes que es más ágil,
pero que no ha sustituido en ningún momento al expediente
físico. En realidad, en el sistema contencioso, lo que yo
sí creo es que debiera irse a un modelo que mezclara la realidad
con la gestión virtual o electrónica de los expedientes.
En el contravencional existe un proceso que es mixto, que es oral
en algunos tramos, escrito en otros, pero como la base del registro
está regido por el sistema acusatorio, donde el fiscal es
el propio titular de la acción y puede llegar a autocomponer
la causa, el principio que rige es absolutamente distinto que el
tradicional del fuero contencioso. Por lo tanto, en base a esas
experiencias, nosotros estamos tratando de tener un sistema de gestión
judicial, de gobierno electrónico, que sea lo suficientemente
flexible y abarcativo para poder generar los cambios que se tengan
que generar y, además, que no tenga la rigidez de los software
hasta ahora desarrollados. Uno puede ver: los software de gestión
judicial preparados para los estudios tienen un parámetro,
tienen una estructura lógica y en realidad, lo que nosotros
necesitaríamos sería tener un software que fuese
mucho más flexible a la práctica cotidiana. En realidad,
al final del camino, debiera irse hacia el gobierno electrónico,
virtual, absolutamente completo y dejar, de alguna manera, el expediente
físico.
En términos de seguridad del sistema:
¿cómo está planteado esto?
En líneas generales, se da la siguiente
paradoja: el Consejo local es un organismo que es refractario de
cualquier otro cuerpo similar que existiera hasta el momento
de la constitución de este Consejo. Si uno piensa en las
disputas de competencias o de funciones entre la Corte y el Consejo
de la Magistratura Nacional o en las formas en que los legisladores
cambian la composición de ese Consejo Nacional y si lo compara
con nuestro caso, uno va a encontrar que, por ejemplo, donde hay
una competencia no muy claramente establecida en favor del Consejo
Nacional, en el Consejo Local está incluida o en la Constitución
o en la Ley Reglamentaria. Y con esto le quiero decir que, por ejemplo,
a nivel nacional, las Cámaras controlan determinadas áreas
para cada fuero. En cambio, en el Consejo Local, desde la jurisprudencia
hasta la responsabilidad sobre los sistemas, es del Consejo de la
Magistratura. Con eso, y después de revisar mucho qué
implicaba esa responsabilidad, el Consejo cambió su parámetro
y le asignó o intenta asignar una computadora conectada en
red a cada una de las unidades jurisdiccionales, pero no con un
disco rígido como tradicionalmente uno puede imaginar, sino
que intenta tener, en cada uno de los edificios, un server común
y todas las computadoras conectadas a ese server, con lo cual son
todas computadoras de terminales gráficas. Eso genera dos
situaciones: una, permite mayor control sobre la posible fuga de
información o del ingreso de un agente externo a la información
o la red del sistema y, al mismo tiempo, logra que, en algunas situaciones
de crisis, –que por ejemplo en un determinado juicio se pudiera
cortar la luz–, que aquello en lo que se estaba trabajando
hasta determinado momento se pueda guardar en las mismas condiciones
porque la terminal donde uno está trabajando está
en otro piso, con las medidas de seguridad que implican que lo que
me pasó a mí, en la terminal gráfica, no está
pasando en el lugar que efectivamente estoy trabajando. Eso es un
cambio cultural muy fuerte porque, cada uno de nosotros, está
acostumbrado a trabajar en su PC, grabar, llevarse el disco o el
archivo en el soporte digital que sea.
La otra modificación que ahora nos permite,
tecnológicamente hablando, llevar hacia delante la profundización
de los cambios, es esto de los llaveros USB. Nosotros sacamos una
licitación, hace unos 5 meses, para proveer a jueces y secretarios
de estos instrumentos, que permitan sustituir el disco rígido
y que al mismo tiempo le permitan tener toda la información
que él requiera para toda su unidad jurisdiccional. Entonces,
en consecuencia, nosotros hacemos dos cosas: centralizamos la información,
la protegemos en los parámetros tradicionales en un
sistema operativo y desarrollamos un sistema de computadoras sin
discos rígidos, para evitar la posibilidad de fugas u otros
conflictos de seguridad.
De todo lo que se gestiona y todo lo que se resuelve,
lo que sucede en cada una de las causas o en los expedientes, ¿existe
un “back up”?
Se supone que nosotros tenemos una norma que establece,
–y digo “se supone” porque esto implica que el
Consejo dictó las normas de procedimiento y el área
operativa las desarrolló– existen tres tipos de back
up. Un back up que es histórico y obviamente las modificaciones
que se van haciendo diariamente implican que se graben ese día
y que se vayan guardando de a tres niveles de seguridad. Hay un
back up que se guarda en este edificio, hay otro back up que se
guarda en otro edificio, con los mismos sistemas y hay un tercer
back up que se debe guardar en la caja de seguridad de Banco Ciudad,
aunque creo que ahora es otro banco, porque por cuestiones
vinculadas a las licitaciones puede modificarse. Entonces, técnicamente,
hay tres back up que aseguran que la operación hasta determinado
día está asegurada. Yo puedo garantizar que, al día
de hoy, la información está asegurada, pero lógicamente,
la información que está en el banco o en el segundo
edificio corresponde a información de ayer o de antes de
ayer. Pero, en líneas generales, se siguen las normas de
procedimiento estándar establecidas; sin embargo, para nosotros
fue revolucionario porque, por ejemplo, hasta que nosotros llegamos
acá, no existía el back up de seguridad. No existía
en absoluto. Es decir, cada unidad jurisdiccional tenía su
disco rígido y en todo caso, solicitaría algún
tipo de back up o resguardo de la información.
¿No existía un manual de procedimientos
que estableciera qué había que hacer?
No. De hecho, nosotros fuimos aplicando determinadas
cosas y ahora estamos reconstruyendo y rearmando todos los manuales
porque, en términos generales, la idea de tener un terminal
en cada uno de los edificios es, de alguna manera, revolucionario
para la justicia local. Eso implica que, después de que se
toma esa decisión, necesariamente se deben tener los resguardos
de seguridad por dos cuestiones: uno, porque cambió absolutamente
la responsabilidad sobre quién es el tutor de la información
en ese terminal y además, porque uno debe hacerse cargo,
al concentrar la información, de resguardarla. Entonces,
era lógico que no existiera, en el otro modelo de gestión.
Lo que, seguramente, se debería hacer es que la administración
le proveyera a cada unidad jurisdiccional, si así lo requiriera,
el back up de seguridad. Anteriormente, era a requisitoria de la
unidad jurisdiccional. En cambio, de esta manera, como nadie es
titular de la información y está centralizada, está
claro que el Consejo debe proveer los niveles de seguridad para
que el cuerpo pueda obtener el acceso a la información.
En cuanto a recursos humanos,
¿qué personal intervino para implementar este sistema?
Originariamente, el Consejo tenía una comisión
asesora técnica. En realidad, como era un Consejo que se
estaba fundando, armando, esto implicaba que eran el Director del
Centro de Formación Judicial y el Secretario Técnico
del Consejo aquellos que aportaban alguna idea sobre cómo
avanzar en esto. Este Consejo creó la Comisión de
Incorporación de Nuevas Tecnologías y también,
creó el Departamento de Informática y Tecnología.
En términos de personal estable, técnicamente, deben
ser cinco personas de la planta permanente o del plantel estable.
Y después, por cada programa se fueron incorporando analistas
o programadores, a través de la modalidad de contrato o locación
de servicio; pero, en términos de algo muchísimo más
acotado que es desarrollar el servicio que debieran prestar. Eso
hizo que, seguramente, el plantel cambiara y que, en determinados
momentos, fueran diez o doce personas más o el número
bajara. Con posterioridad a eso, nosotros nos hicimos cargo de un
servicio que era tercerizado, porque en la mesa de ayuda de los
juzgados contencioso administrativo estaba tercerizado en la empresa
que proveía el servicio. Nosotros cambiamos ese parámetro,
porque también tenía que ver con el diseño
tecnológico que estábamos pretendiendo. Si la información
está concentrada, la mesa de ayuda también debiera
ser un servicio que presta el Consejo y no tercerizarlo. Eso hizo
que se incorporara más personal al área. Pero, en
líneas generales, la planta no supera nunca las doce personas.
Además, no tiene
un desarrollo lo suficientemente abultado; en realidad, es un trabajo
que no ha superado los 300 mil pesos en los 2 años de implementación.
Nosotros contábamos esto, en la Feria del Software Libre,
en Málaga, ¡y no lo podían creer! Ellos estaban
planteando que gastaron millones de euros para desarrollar determinado
tipo de cosas y nosotros, con muchísima más dedicación
y menos recursos, estábamos teniendo niveles de performance
similares a los que tenían ellos.
En función de eso,
¿en qué situación estamos, en comparación,
no sólo con Latinoamérica sino con el mundo en general?
Yo lo que puedo decir es: en Málaga se presentaron
dos software. Uno, que era un software de gestión para el
Sistema Sanitario Andaluz y el software que nosotros estábamos
desarrollando que, ahora, ya está aplicándose en el
Contravencional. Los niveles de desarrollo y de estándar
son similares. La diferencia que hay es la aplicación y la
red extendida que tienen. Es decir: si uno tuviera 150 millones
de euros para desarrollar determinado tipo de implementación
que era aquella que, en teoría, plantean que se gastaron
en el desarrollo del software en Andalucía, estaríamos
haciendo una cosa distinta; pero, nosotros, creo que en los 3 años
tuvimos 250 mil pesos para desarrollar lo que estamos implementando,
con un nivel de performance exactamente similar.
Entonces, el nivel de eficiencia es equivalente...
Me parece que es superior en términos de
lo gastado en otros lugares del mundo contra lo gastado
por nosotros... También es cierto que aquella experiencia
tenía otro volumen de alcance, porque ellos estaban generando
un sistema de salud integrado absolutamente, que implicaba que,
desde la consulta, desde el pedido de atención, hasta la
receta, corría a través de un sistema virtual, de
gobierno electrónico. Así, que está claro que
habría que ver, también, metas y objetivos de ese
programa, cómo se enlazaban y la cantidad de terminales que
debían ser proveídas. Me parece que lo que se puede
desarrollar es en términos de integridad del programa, la
consistencia, la posibilidad de desarrollo, la generación
de comunidades en torno al software libre. Me parece que, en eso,
estamos en el mismo nivel de desarrollo que en aquellas comunidades
donde uno puede pensar que es de primer mundo o de punta.
Como siempre, gastamos menos
y somos igual de eficientes que los demás... Pero, ¿qué
impacto se generó internamente? ¿el beneficio es tangible?
En líneas generales, yo entiendo que nosotros
somos una mutación entre dos realidades culturales y que
es difícil que se valoren los alcances o los cambios y que
se entienda que esos cambios son positivos de la noche a la mañana.
Para ponerlo desde otro punto de vista: el primer día que
nosotros instalamos el sistema de terminales gráficas, lo
hicimos, básicamente, más por necesidad que por un
convencimiento.
Nosotros necesitábamos instalarlo en “x”
cantidad de juzgados y en “x” tiempo. La licitación
quedó desierta, no se pudo adjudicar por el mecanismo tradicional
y faltaban, exactamente, 30 días para instalar “x”
cantidad de computadoras en una unidad jurisdiccional. El jefe de
departamento de sistemas, en ese momento, ese día, anduvo
dando vueltas viendo qué se podía hacer, tampoco se
podía hacer una compra directa porque eran situaciones que
implicaban poner, por lo menos, un cono de sombra sobre el qué
se hacía. Y viendo lo que existía en el Consejo, se
hizo una prueba para establecer si era posible que funcionaran,
con un nivel de aceptabilidad, todas las máquinas, con un
servidor que había, acá, en el Consejo. Entonces lo
explicó: “instalemos un servidor y “tantas”
terminales nuevas, ponemos un procesador de texto y vemos si funciona”.
Eso sería, para la trastienda, cada uno tendría su
computadora. Y funcionó. Y funcionó bien. Y a partir
de ahí se empezó a tener esto que hablábamos
antes de, “bueno, si nosotros cambiamos todo este patrón,
entonces vamos a tener más unidad y mayor control sobre la
información que circula”. Lo primero que pasó
fue que, cada uno, en su unidad jurisdiccional, pretendía
que le replicáramos lo que pasaba en su casa. Se preguntaban
porqué no tenía una computadora, con disco rígido,
igual a las que existen en otros lugares. Pero, bueno, nosotros
teníamos un posible desarrollo tecnológico distinto.
Y así, se fue yendo y viniendo. Y cuando abrimos el edificio
nuevo, en Tacuarí, donde el modelo se pudo ver absolutamente
en funciones, ya nadie discutió que una máquina que
nosotros proveemos es una “terminal boba” y tiene determinada
funcionalidad, limitada a los insumos necesarios para un área
jurisdiccional.
Cuando avanzamos con el Sistema de Gestión
Judicial, claro, es muchísimo más ágil, hay
un único número para las causas, se puede encontrar
de una manera mucho más ordenada. Imagínese, antes
había un número para una fiscalía, un número
para el juzgado y un número interno en cada una de las fiscalías...
Ahora, no importa dónde se ingrese, el número de la
causa es único. Ahora, hay mucha más interacción.
Antes, el programa se desarrollaba en un laboratorio; ahora, hay
una Comisión de Implementación que integran jueces,
fiscales, secretarios de los juzgados, los integrantes de la Comisión
de Sistemas del Consejo y entre todos están revisando la
propia aplicación. Entonces, ya no es un sistema que se está
creando desde la visión del gobierno judicial que tiene el
Consejo si no que los propios participantes del sistema aportan
mejoras cotidianas. Eso plantea que, es muy razonable, el grado
de aceptabilidad que la aplicación tiene, en términos
generales, es muy alta. Pero, igual, se desarrollaron dos encuentros:
uno en Córdoba, el año pasado y otro en Buenos Aires,
de la Junta Federal de Cortes y nosotros estamos planteando, allí,
la necesidad de entender que la gestión judicial, de cada
una de las provincias y de la justicia nacional, es exactamente
igual y que eso implica que debería haber un único
sistema de gestión judicial, que además fuera accesible
a todo el mundo desde cualquier lugar. Esto implica que, por ejemplo,
si yo tuviera que ver una causa en Mendoza, no tendría que
tener la aplicación que desarrollan en Mendoza para poder
ver la causa. Pero, además, debería poder verla desde
acá, si la información es pública. O sea, si
existe un tramo de información que es pública, debiera
estar accesible a todos porque así se puede garantizar el
acceso a la justicia y ya se lo estoy planteando desde un lugar
distinto a los operadores de dentro del sistema judicial. Pero,
al mismo tiempo, si el sistema es único, yo no tengo que
tener las particularidades del sistema que habían desarrollado
en Tucumán, Salta, Buenos Aires, Capital, Mendoza... Si la
información accesible al público, en términos
judiciales, corriera bajo un único programa, todos los operadores
tendrían la posibilidad de acceder a esa información
de la misma manera. Eso, desde mi punto de vista, –y no quisiera
usar la palabra “democratiza” porque no es el término
exacto–, hace mucho más accesible a los operadores
el servicio de justicia y al mismo tiempo, lo transparenta de una
manera maravillosa.
¿Acelera, de alguna manera, los tiempos
de la justicia?
Los tiempos procesales están determinados
por los códigos. ¿Qué ventaja tiene? Por ejemplo,
uno podría evitar la notificación y por lo tanto,
las 72 horas de notificación o las 48 horas, según
fuera el caso. Porque uno estaría escribiendo el auto correspondiente
y al mismo tiempo notificando. Eso es lo que se ganaría en
cada proceso. Lo que no se evitaría es que si yo tengo la
posibilidad de contestarle la demanda, tengo 5 días y ese
plazo no lo voy a poder acortar. Pero, si uno piensa qué
cantidad de notificaciones, durante los procesos, se realizan y
que por cada una son 72 horas y que eso genera que se dispare algún
otro estadio en el proceso, en eso estaría acortando los
tiempos.
El tema del domicilio legal, ¿en qué
términos está planteado en este sistema?
Nosotros intentamos lograr que se asocie el domicilio
electrónico de la misma manera que se está asociando,
hoy, el domicilio legal como domicilio para poder litigar. Pero,
estando obligado también a constituir domicilio legal, porque
todavía no se sustituyó el expediente físico
y, además, un domicilio electrónico, y que esos dos
domicilios fueran los domicilios constituidos como tradicionalmente
se plantean.
¿Hay un criterio homogéneo en relación
con esto?
No, porque me parece que esto puede ser tomado
de dos maneras: por necesidad de modificación legislativa,
con la introducción del domicilio electrónico como
domicilio electrónico legalmente constituido o podría
ser una exigencia, a través de una resolución del
Consejo que estableciera que, de la misma manera que la norma dice
que los escritos se hacen en determinado formato de hoja, con una
determinada cantidad de espacios, además, debiera entregarse
en soporte electrónico y con un domicilio electrónico
constituido. Pero, me parece, desde ese punto de vista, que podría
haberse creado algún tipo de situación que planteara
si efectivamente se notificó la parte. O sea, si fuera a
través de una resolución no me atrevería a
decir que sustituyera el domicilio constituido, normal, en el expediente
físico. Pero, bueno, es una cuestión de interpretación
y me parece que para favorecer la experiencia, en términos
de prueba piloto, se podría contemplar que el Consejo dictara
una norma que estableciese que se pudiera tener una domicilio electrónico
de carácter constituido y evaluar cómo funciona,
efectivamente, la aplicación.
Digamos, que convivan las dos experiencias...
Sí, porque sería la única
manera de tener datos objetivos sobre cómo funcionó
la aplicación.
Entendiendo que debería coexistir, entonces,
con el procedimiento tradicional, ¿el personal involucrado
en esta implementación, está capacitado para manejar
estar herramientas tecnológicas? Hablo tanto de los magistrados
como de los abogados o los empleados... ¿Se pensó
en ese aspecto?
Lo que está claro es que, en el balance
de costo-beneficio, en algún punto era más beneficioso
para el Consejo decidir el cambio tecnológico en primer lugar,
ponerlo en funcionamiento y a la par, ir capacitando a los operadores
del sistema. Para eso se hicieron cursos, primero, de cómo
se opera una terminal, después, de cómo se opera el
Sistema de Gestión Judicial y eso implicó, obviamente,
que se debieran intensificar los cursos. Hoy, formalmente, todos
pueden operar una terminal gráfica porque, todos aquellos
que las usan, conocen la aplicación. En todo caso, podrá
haber una mejora constante o readaptar sistemáticamente
a las personas porque, en líneas generales, uno convive con
dos sistemas: cuando uno va a su casa, seguramente, tiene un ordenador
distinto al que tiene aquí, independientemente de que todas
las aplicaciones del entorno visual son exactamente iguales que
las que uno podría tener en su casa. Pero, si lo planteo,
por ejemplo, desde mi punto de vista absolutamente personal, a mi
me costó, por lo menos 4 o 5 meses, tener en claro en qué
disco debiera grabar porque, al momento de guardar un determinado
tipo de archivo, tengo cinco discos posibles.
Por ejemplo, está el disco público,
que esto implica que todas las personas conectadas a la red podrían
revisar ese archivo; después está el disco privado
que debiera ser la unidad donde yo estoy trabajando, y, en este
caso, cada consejero, tiene un disco donde guardan todos los que
trabajan en este lugar y al que solo accedemos nosotros y después,
el disco que correspondería a la réplica del que era
mi disco rígido cuando guardo yo solamente. Pero, claro,
acostumbrado a letras estándar, hasta que uno se da cuenta
que el “H” es el público, eso genera algún
tipo de distracción mínima y que, al momento de buscar
un archivo, uno crea haberlo guardado en un lugar y no pueda encontrarlo
ahí si no en alguno de los sectores, de los tres sectores,
en que está particionado el disco del terminal. Pero, bueno,
me parece que ese es el hilado fino que le falta al manejo cotidiano
para darse cuenta cómo se desarrolla la aplicación.
¿Hubo buena recepción de parte
de todos los involucrados en el proceso de transformación
o hubo resistencia?
Hubo resistencias. Pero, me parece que la resistencia
estaba planteada desde una cuestión cultural. Una computadora,
para alguien, es algo que tiene un monitor, un teclado, el gabinete
e incluye el disco donde se guardan las cosas. Y pareciera que si
no está el disco no hay una computadora. En realidad, el
único cambio que nosotros estamos implementando es que el
disco está en otro lugar. El planteo era absolutamente cultural
y en realidad, puede existir la suposición de que si está
en otro lugar no se tiene control sobre la información que
se guarda en ese lugar. Y la posición que nosotros tenemos
es que, si se tiene en la oficina ese disco, yo no puedo garantizar
los niveles de seguridad, porque no tengo forma. Tendría
que tener “n” niveles de seguridad por la cantidad de
discos, de computadoras puestas en funcionamiento. Y otra cosa que
parecía ser menor pero que es cierta desde este punto de
vista: cada vez que uno debiera actualizar un programa, en términos
de costo-beneficio, si yo debiera actualizar el procesador de texto,
debería disponer de un empleado que vaya por cada máquina
a hacer la actualización del programa. Con este sistema que
nosotros estamos implementando, actualizo uno sola vez.
¿Para que esto se
implemente hubo que modificar alguna norma, algún código
de procedimiento interno?
No. Nada. Nosotros hicimos tres cosas: sacamos una
resolución para generar un plan estratégico de dos
años del área de sistemas, –ahí estaba
el programa de gobierno que se iba a implementar–, y después
aplicamos dos resoluciones. Una, ordenándole al área
de sistemas pasar de las aplicaciones propietarias al software libre,
en los casos que se pudiera hacer ese traspaso, contemplando además
que la relación costo-beneficio fuera absolutamente ventajosa
para el Consejo, porque no es cuestión dogmática que
nosotros creemos en el software libre, porque hay algunas aplicaciones
que es mejor desarrollarlas desde ese punto de vista y en otros
casos está claro, como en el software de gestión de
bibliotecas, que había uno que era mucho mejor en términos
de lo que se estaba vendiendo en el mercado, entonces hicimos una
licitación entre tres empresas.
Por lo tanto, en aquellas cuestiones donde es mejor
desarrollar, se desarrolla bajo la variedad de software libre. Así
que, esa es la única indicación en términos
de resolución. Después, cuando ya estaba implementado,
sí dictamos una resolución en la que dijimos que se
ordenaba que era obligatoria la aplicación de ese programa.
Están viajando, próximamente, a
Zaragoza …
4, 5 y 6 de junio. Ahí, la Legislatura de
Zaragoza y el Ayuntamiento, desarrollaron un encuentro que se llama
“Bitácoras y Derecho” que es absolutamente amplio:
va desde el gobierno electrónico hasta las implementaciones
y aplicaciones y las normativas legales que se están aplicando
en términos de la protección de los derechos. Nosotros
vamos allá a explicar nuestra aplicación; pero, al
mismo tiempo, a intentar desarrollar, a generar conciencia a partir
de que el acceso a la justicia necesita tener una aplicación
común a todos los operadores, si uno entiende bien el proceso
de globalización. Se lo cambio de parámetros: me parece
que el mundo, siempre, estuvo globalizado. En el momento que Colón
piso América estaba globalizando, dentro de otros parámetros
de otra realidad. A partir de Internet se desarrolló otro
proceso de globalización. Y si ese proceso de globalización
tiene esos parámetros, me parece que el acceso a la justicia
debiera contener esos parámetros. Por eso, lo que hablábamos
recién, de la necesidad de que fuera accesible, desde cualquier
punto del territorio nacional, una causa que se estuviera desarrollando,
porque, de lo contrario, no habría acceso a la justicia.
Insisto muchísimo en esto: si yo necesito tener un abogado
en Tucumán para revisar una causa, eso sería seguir
entendiendo al servicio de justicia, de ambos lados del mostrador,
con los parámetros tradicionales. Entonces, me parece que
la red globalizó de determinada manera la sociedad y que
nosotros deberíamos usar ese principio para hacer más
accesible, a los ciudadanos, la justicia.
¿Se puede inferir
entonces que recurrir a esta implementación tecnológica
fue producto de una necesidad y no una opción?
No. Porque me parece que es una opción a
partir de estar convencidos de que si yo proveo mayores niveles
tecnológicos garantizo el acceso a la justicia. ©
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