50º aniversario de la "Noche de los bastones largos"
El 3 de
agosto en el Salón Rojo tuvo lugar un evento que consistió, por un lado,
en la clase abierta del Seminario "La Facultad de Derecho de la Universidad de
Buenos Aires: con la patria desde sus albores", cuya exposición estuvo a cargo
de Luis Alberto Romero, quien se
refirió a la Universidad de Buenos Aires en el período 1955-1966.
Posteriormente, se llevó a cabo una charla-debate en cuyo marco se expresaron la
decana Mónica Pinto, Horacio Sanguinetti, Tulio Ortiz y Luis Alberto Romero.
Para
comenzar, Oscar Zoppi, secretario de
Extensión Universitaria y Bienestar Estudiantil de la Facultad, dio la
bienvenida. Acto seguido, Tulio Ortiz,
coordinador del Seminario, realizó los correspondientes agradecimientos. La
presentación de Romero estuvo en manos de Norberto Padilla, quien repasó la carrera académica del expositor. Acto seguido, Luis Alberto Romero recordó que a partir de 1961 comenzó a estudiar
en la Facultad de Filosofía y Letras. Señaló que esa universidad, vista a la
distancia, vivió un momento excepcional. El orador hizo alusión a que la
cuestión del nivel académico de la Facultad fue central en la transformación
que se hizo en 1955 y en los años posteriores. "En muchas facultades retornaron
profesores que habían sido separados de sus cargos en 1945", expresó. Sostuvo
que la renovación era un paradigma de la época y sobre todo una "bandera de
combate". Romero también resaltó el grado de discusión y
deliberación que había en la Universidad hacia 1960. Cerca del final de su ponencia, se refirió a las
dos dimensiones que tuvo la universidad de 1955 a 1966. "Una dimensión de
extraordinario desarrollo académico y de compromiso con el país y, por el otro
lado, la instalación en la universidad, lo mismo que en el resto del país, de
una manera de discutir que no estaba prevista en el funcionamiento normal de la
universidad", opinó.
Luego, se
dio paso a la charla-debate. De esta manera, Tulio
Ortiz puntualizó: "Aparte de la brutalidad, el salvajismo y lo inexcusable
de lo que pasó esa noche, me impresionó mucho la indiferencia general que había
en la sociedad argentina. Eso hay que reconocerlo y tiene que servirnos de
experiencia". Además, dijo que se debe luchar contra la indiferencia y, sobre
todo, contra cualquier manifestación de violencia, fuera y dentro de la
universidad.
Por su
parte, Horacio Sanguinetti relató que
ingresó a la UBA en 1954, "gocé de la gran universidad del 55 en adelante durante los
años restantes de mi carrera", subrayó y añadió: "La Universidad que me formó fue excepcional,
encontré una serie de profesores eminentes", consideró. Hacia el final,
enfatizó que la Noche de los bastones largos fue un acto gravísimo y duro,
pero no fue el único. "La educación, donde fuese, tuvo enfrente siempre al
poder político, el poder militar, el poder del autoritarismo", remarcó.
Luis Alberto Romero, en este marco, compartió, entre otros recuerdos,
que el tema de la renuncia de profesores
era controvertido. "Yo pertenecía al grupo que sosteníamos que la renuncia era
un acto equivocado y dado que los estudiantes no podían renunciar, los profesores
debían permanecer por ellos. Yo inicié mi carrera docente ocupando el lugar de
compañeros que habían renunciado, cosa que a la distancia me satisface porque
creo que el grupo de gente que hizo eso cumplió durante los dos o tres años que
pudimos quedarnos un papel bastante importante como referencia", aseveró.
La decana Mónica Pinto estimó que conmemorar los
50 años de la Noche de los bastones largos supone no solo rendirles tributo a
quienes resistieron el acto de opresión a la autonomía universitaria sino que
"también nos obliga a capitalizar la enseñanza de lo que sucedió". Examinó que a mediados de la década del 50
en Argentina, "una generación de hombres y unas pocas mujeres tuvieron la
visión de concebir y poner en marcha proyectos realmente importantes para una
Argentina con futuro, estaban dotados de un pensamiento estratégico que
lamentablemente terminó con ellos".
Finalmente, Hebe Leonardi de Herbón agregó que los
gobiernos militares lo primero que hacían era disolver el naciente posgrado. "Lo
que estaba consolidado en la Universidad de Buenos Aires era el doctorado,
desde los inicios de la UBA. Se suspendían los doctorados. (...) Eso, que a veces
no se ve, porque siguen graduándose abogados, médicos, ingenieros, pero que
conlleva una tarea posterior grande de investigación, de donde suelen surgir
los profesores, quedaba congelado", dijo.