Discurso pronunciado por el Dr. Eugenio Carlos Sarrabayrouse

Acto de colación de grado del día 27 de abril de 2023

Eugenio Carlos Sarrabayrouse

Eugenio Carlos Sarrabayrouse

Señor decano Doctor Leandro Vergara, autoridades presentes, profesores y profesoras, graduados y graduadas, estudiantes y familiares.

En general los discursos para los actos de colación de grado giran sobre tres ejes: el agradecimiento por la posibilidad de dirigir estas palabras, la congratulación a quienes hoy egresan y reciben felices sus títulos y ciertos consejos o la transmisión de experiencias propias de quien habla.

De estas tareas tradicionales, de las cuales no me voy a apartar, las dos primeras son muy sencillas. Por eso agradezco a las autoridades de la Facultad el inmenso honor que me han conferido al hablar hoy ante ustedes, y les transmito mi felicitación y la alegría compartida por el logro que hoy disfrutan junto con sus seres queridos.

Seguramente las emociones que hoy viven los acompañarán el resto de sus vidas. En mi caso personal todavía guardo una vieja foto tomada hace muchísimos años en este mismo lugar junto con mi abuela, una persona esencial en mi vida cuyo recuerdo hoy se hace más patente.

El tercer aspecto es quizás el más difícil, ¿qué aconsejarles o que experiencia transferirles?

Me parece que cualquiera de esas dos alternativas no puede sustraerse al contexto en el cual vivimos, por eso pretendo transmitirles un mensaje vinculado con las necesidades de nuestra sociedad.

Vivimos en un mundo y un país cada día más complejos, signado por nuevas guerras, enfrentamientos, crisis económicas, miseria, pobreza y el resurgimiento del autoritarismo. En nuestro caso particular, en el de la Argentina, se agrega la falta de diálogo y de consensos, en una sociedad que parece fracturada y sin posibilidades de unión.

Ustedes comenzarán a ejercer una profesión que les exigirá, en sus distintos roles, habilidades distintas. No es lo mismo decidir un caso que abogar por una condena, defender a una persona acusada, legislar, elaborar un reglamento, asesorar o representar una empresa o dedicarse a la docencia y a la investigación. Sin embargo, todas esas formas distintas de ejercer esta hermosa profesión, según creo, tienen un punto en común, la fe en el derecho. Expresión que de algún modo u otro siempre ha estado presente en los discursos pronunciados a lo largo de los años en actos como el de hoy. Esta expresión hace muchos años fue el título de un libro de ensayos publicado por uno de los penalistas más importantes de nuestro país, que seguramente ustedes conocen, Sebastián Soler, si bien no coincido con sus posiciones políticas, es imposible negar su importancia fundamental para el desarrollo de un derecho penal argentino liberal, democrático y basado en el Estado de Derecho.

Ustedes se preguntarán, con razón, ¿Qué vinculo tiene esta opinión mía sobre un ilustre penalista con el acto que hoy nos reúne? Y esta es mi respuesta, se trata de aceptar a nuestros grandes juristas tal y como fueron, pero sin dejar de criticar aquellos aspectos que no compartimos. Esto significa admitir que la coherencia absoluta es imposible y que nuestros propios juicios también están teñidos de subjetividades y de carga emotiva. Si trasladamos esta concepción a la vida profesional que hoy comienzan, mi humilde consejo es que hagamos juntos el ejercicio de aceptar nuestras diferencias, escuchar las opiniones distintas, discutirlas si no estamos de acuerdo, modificar nuestros propios puntos de vista con humildad y apertura de mente, y finalmente alcanzar consensos.

Aquella fe en el derecho debe ser hoy fe en la democracia, traducida la discusión respetuosa de las opiniones propias y ajenas, la tolerancia a la disidencia y el respeto de quien piensa distinto.

No quiero caer en citas eruditas, pero permítanme mencionar a uno de los filósofos y epistemólogos más importantes de nuestro tiempo, quizás algún familiar, amiga o amigo o cualquiera de ustedes nunca oyó hablar de él, me refiero a Karl Popper, quien no solo se destacó por su concepción sobre el conocimiento científico con la teoría conocida como “de la falsificación”, o el “falsacionismo” según la traducción que se elija, sino que también traslado sus conceptos al campo político, en “la sociedad abierta y sus enemigos”, obra escrita al comienzo de la segunda guerra mundial, expuso diversas ideas, las cuales tampoco necesariamente deben compartirse en su totalidad, pero si me interesa destacar una, quizás vinculada con mi propia evolución personal: los cambios políticos en una sociedad son difíciles de alcanzar de forma abrupta, disruptiva e irreversible. Según Popper, deben ser alcanzados por medio de una reforma gradual a través de la prueba y el error. La razón de esta concepción es de naturaleza epistemológica, los limites y la falibilidad del conocimiento humano, por esta razón abogaba por un estilo de política amigable con las equivocaciones, que piense en alternativas, que permita aprender de los errores y un progreso relativo, esto no significa renunciar a los grandes objetivos, se trata de alcanzarlos paso a paso.

Creo que esto es lo que necesita hoy nuestra sociedad, diálogo, consenso, humildad, discusión leal de ideas y volver a pensar un proyecto de país que nos incluya a todos y todas, en esa tarea, si la emprendemos seriamente, ustedes tendrán un papel fundamental en cualquiera de las actividades que ya señalé.

Cuando estén allí les propongo recordar siempre la fe en la democracia como método y meta en la práctica diaria de nuestra profesión, ese modo de ejercicio, a la vez, quizás sea el mejor homenaje que ustedes y también nosotros podamos hacer al cuarenta aniversario del retorno pleno de la democracia a nuestro país, que celebramos este año.

Mientras tanto, esta Facultad y la Universidad de Buenos Aires pública y gratuita, siempre los espera con los brazos abiertos para albergarlos, discutir e intercambiar ideas y desde allí generar los cambios que necesitamos.

Felicidades y muchísimas gracias por la atención.