Discurso pronunciado por el Dr. Santiago Murias

Acto de colación de grado del día 23 de junio de 2022

Santiago Murias

Santiago Murias

Hoy tengo el enorme agrado y honor de que se me haya designado para dar el discurso correspondiente a esta colación de grado. Si la felicidad tiene lugar de a ratos, ese es uno de ellos.

Y esa felicidad proviene de asistir a una celebración del éxito, el esfuerzo y la perseverancia. A una verdadera celebración.

Comienzo por hacer referencia al éxito, porque eso es lo que ustedes lograron, según la más acertada de las definiciones de la palabra, según mi criterio. Es decir, se propusieron una meta y la lograron. Ustedes ya son exitosos por definición, por lo menos en esto. Sobre todo, en épocas en las que parecería que el mérito carece de valor; o, por lo menos, en las que se nos quiere hacer creer eso, probablemente para igualar hacia abajo. O que es lo mismo no esforzarse que hacerlo. O que no vale de nada llegar, por ejemplo, a portar esa bandera, como los egresados que tienen el orgullo de hacerlo en este momento y a quienes felicito especialmente. Pero esta casa de estudios tiene la honra de reconocerlos, de lo cual todos estamos orgullosos.

Y el éxito también se mide en función de la tolerancia al fracaso. De hecho, hay mucha gente que fracasó y nunca se dio cuenta de lo cerca que estaba del éxito al momento de rendirse. Ustedes no se rindieron. Ustedes siguieron.

Muchos de los que hoy están acá hicieron enormes sacrificios. Todos los hicieron, en mayor o en menor medida. Unos cuantos dejaron sus pueblos, ciudades y provincias para venir a vivir a esta gran ciudad, muy linda, pero no muchas veces tan amigable, en busca de un objetivo. Dejaron afectos, amigos, familiares. Emprendieron un camino que no abandonaron. No aflojaron. Como tampoco lo hicieron ante la adversidad de una virtualidad que parecía interminable y durante la cual las condiciones de cursadas fueron lejos de las ideales. Y, aun así, tampoco aflojaron.

Se levantaron muy temprano para estudiar o lo hicieron hasta muy tarde. Resistiéndose a la tentación de la comodidad, luchando contra el cansancio. Asistieron a clase para luego trabajar hasta muy tarde, o trabajaron hasta muy tarde para luego asistir a clase a la mañana temprano. Y sacrificaron mucho en pro de lograr algo mejor, algo sagrado, que es formarse en aquello por lo que sienten una vocación, aquello que les gusta, aquello a lo que aspiran con un deseo inamovible.  Ya sabemos que no hay suma de dinero que compre un segundo de tiempo. Ese tiempo que ustedes aprovecharon, dejando de lado muchas otras cosas, con decisión y muchísima disciplina.

Dejaron de ir a encuentros con amigos por estudiar un fin de semana. Perdieron relaciones por no ser comprendidos en su vocación. Y ganaron otras, en el contexto de este hermoso camino transitado en el ámbito de esta casa de estudios que nos alberga todos y que, nunca está de más reiterarlo, forma parte de las universidades más prestigiosas de Latinoamérica y el mundo.

Esto no es para cualquiera; solamente gana el que se anima. Y para animarse y, sobre todo, para seguir adelante, hay que tener la capacidad de superar los fracasos, de capitalizarlos. Porque también se aprende del fracaso y está en el temple de cada uno de nosotros aprender de él y convertirlo en éxitos. El mundo no reconoce la mediocridad y ustedes se animaron a salir de ella. Decía Tato Pavlovsky: no se puede jugar a medias. Si se juega, se juega a fondo. Para jugar bien hay que apasionarse. Apliquen esa pasión, esa garra, a todo lo que hagan de aquí en adelante, como lo han venido haciendo para llegar hasta este punto. Les aseguro que no falla.

Aprender no es solamente el producto de la enseñanza, sino de la actividad de los que se proponen aprender. De una voluntad activa dirigida a una meta. Que ustedes alcanzaron, pero en la que no se tienen que quedar.

Ojo, esto no termina en ustedes. Cuando ustedes se forman, se forma la sociedad, cuando ustedes mejoran, mejora la sociedad. Cuando nos esforzamos por ser mejores de lo que somos, lo que nos rodea mejora también. Por eso la sociedad también les agradece que se formen, que se eduquen y que no paren de perfeccionarse. Porque solamente los educados son verdaderamente libres, y ustedes están construyendo, en ese sentido una sociedad libre.

Y esa sociedad que queremos precisa, para conservar sus instituciones -sobre todo en épocas en las que no parecería que la institucionalidad importase tanto y los valores republicanos se miran sin prestar demasiada atención- de ciudadanos libres e instruidos. Y en eso tienen un rol todas las profesiones y formaciones que hoy están acá representadas: preservar los valores de la institucionalidad, la república y la democracia. 

Pero, volviendo a la capacitación, acá no termina el camino. La mejor forma de predecir el futuro es creándolo, y ustedes van a continuar creándolo. Porque van a tener que seguir perfeccionándose, aprendiendo, adaptándose a los cambios que cada día se aceleran más. Y, nuevamente, esto se aplica a todos los graduados acá presentes, de las diferentes disciplinas.

Continuar educándose para consolidar ese éxito del que hablábamos es ineludible. Citando a Benjamin Franklin, la inversión en conocimiento es la que mejores intereses paga, empezando por rédito desde lo humano. Continúen invirtiendo y apostando por su formación. Estamos en una casa de estudios y una universidad que, a través de sus cursos para graduados y de posgrado, ofrece una infinidad de oportunidades para seguir profundizando y complementando lo que hicieron hasta ahora. Continúen por el camino de la excelencia. Nunca dejen de leer. Mantengan la curiosidad, siempre. En el momento en que la perdemos, nos quedamos atrás. Hoy celebren, pero vuelvan. Vuelvan como graduados y también, ojalá, como docentes. Se dice que la educación es la herramienta más poderosa que puede usarse para cambiar el mundo y ustedes tienen el privilegio de acceder a ella. 

Pero atención, que todo el conocimiento y todo el éxito profesional obtenido no puede servir solamente a una mera satisfacción económica, que, si bien es justo y positivo obtenerla, no tiene que disminuir nuestra búsqueda de la calidad como personas. Solamente manteniendo esa calidad vamos a encontrar una satisfacción plena, como individuos, profesionales y ciudadanos.

Y a partir de esa condición de personas de bien, me permito agregar un reconocimiento especial: el que debemos a la gente que nos rodea. Se dice que algunas personas no pueden creer en sí mismas hasta que otros creen en ellas primero. Y ahí están sus padres, sus hermanos, sus amigos, sus parejas novios, novias, etc. En fin, la gente que hoy los está acompañando y los respaldó a lo largo del camino. Los que muchas veces fueron puntales en los momentos difíciles. Denles un fuerte abrazo, salúdenlos y tengan en cuenta que forman parte de lo que ustedes son. 

Por supuesto, desde lo profesional, valoren todo lo aquí aprendido, y háganse valer y respetar. Ejerzan sus profesiones con dignidad, criterio profesional y honradez. Siempre pensando en que cada cosa que ustedes hagan incide en su carrera profesional, pero también en la de sus colegas y en el entorno donde se desenvuelven.

A lo largo de mis treinta años como docente nunca dejé de emocionarme cuando salía de un aula y veía a la gente cercana acompañando en ese último examen. El abrazo, el beso, la felicitación. La felicidad compartida. Y creo que esto es un sentimiento que también compartimos todos los colegas docentes, especialmente los que están en este acto, a quienes felicito sinceramente porque fueron elegidos para estar acá -lo que no tiene precio-, y a los maestros que dejaron una marca en nosotros a lo largo del camino. También, gracias infinitas a todos ellos. 

Simplemente me queda desearles, de todo corazón, como docente de raza, el mayor de los éxitos a los nuevos abogados, traductores públicos, calígrafos, profesores especializados en enseñanza de derecho, y a todos aquellos que reciban sus títulos de posgrado en esta hermosa celebración.

Hasta siempre y bienvenidos a sus respectivas profesiones.