Discurso pronunciado por el Dr. Marcelo Gebhardt
Acto de colación de grado del día 12 de noviembre de 2021
Buenos días. Es un enorme placer saludarlos y una especial emoción. Realmente me resulta conmovedor. Ahora les voy a leer unas palabras que preparé para la ocasión, pero no quiero dejar de mencionar inicialmente esta emoción que me embarga cuando veo que nuestros graduados que han sido eximidos de venir a hacer este juramento, que luego serán repetidos en los colegios profesionales respectivos, han querido venir hoy, y así lo interpreto, y lo están haciendo masivamente en una cantidad de fechas que hemos organizado para estos juramentos, vienen a decirle a su dios, a nuestra patria, a sus convicciones, que se comprometen públicamente a defender la constitución, a guardar apego a la ley y al Derecho que tanto amamos en esta casa.
De modo que comienzo por felicitarlos porque esa decisión supone superar algunas incomodidades y llegar a un ámbito que no nos tiene acostumbrados.
La ocasión, además, es propicia para que reflexionemos sobre nuestra misión como profesionales en la sociedad. Los recién graduados son para mí un ejemplo de sacrificio personal, un ejemplo de esfuerzo y de talento, de años invertidos para llegar a esta instancia y este ejemplo permite transmitir al resto de la sociedad para que no se deje abandonar ante la incertidumbre propia de estos tiempos difíciles que estamos atravesando.
Hoy reciben sus títulos, además de los abogados que somos mayoría en la Facultad, traductores públicos, calígrafos, cuyo rol es vital como auxiliares de la justicia, profesores para la enseñanza media y superior en Ciencias Jurídicas que reciben capacitación para poder enseñar nuestras materias en diversos ámbitos. Este título certifica estudios y conocimientos y es mucho más que una habilitación para actuar.
El abogado es antes que nada un operador calificado de la paz social. Observen qué importancia tiene hoy en este tiempo de crispación y tiene una misión especial: ejercer el derecho como presupuesto de la realización de la justicia y la consecuente preservación de la dignidad del hombre. Estas fórmulas tienen una enorme gravedad en estos tiempos, donde los roles profesionales sufren descreimiento.
Hay una sociedad que está castigada por la mentira, la corrupción y la inequidad y los profesionales no estamos exentos de ser mirados con cierto disfavor. Por eso en esta ocasión propongo que además de la celebración pongamos nuestra atención y empeño en evitar el agobio y el desencuentro. Los convoco a ayudar a superar las divisiones que enfrentan los argentinos, alzando primero el orgullo de nuestras profesiones, realmente eso es muy valioso, y con el propósito de que demos frutos extendidos en la tarea de afianzar la justicia. Solo una convivencia pacífica y respetuosa nos irá dando el ámbito necesario para lograr una sociedad más solidaria.
Para esta importante propuesta que les hago los quiero convocar para que abracemos nuestras profesiones con la convicción de que está dirigida a lo más excelso de la creación que es el hombre que necesita convivir y crecer para su elevación como ser digno y trascendente. Nuestra profesión es un medio de vida, pero además de eso los convoco a que la veamos y que a través de ella y de nuestra conducta seamos un instrumento de la realización humana no solo individual, sino centralmente social. No habrá realización del hombre en una sociedad frustrada.
También los convoco al trabajo y a la capacitación permanente. Para el abogado y para el resto de las profesiones, traductores y profesores, esto también es crucial. Los invito a que no se despidan hoy de la Facultad. Tenemos nuestros posgrados y carreras docentes precisamente pensadas para que ustedes nos sigan. Nosotros, los profesores, en mi caso, estamos más cerca de la puerta de salida que de la de entrada y necesitamos esta sangre joven que ustedes tienen para reemplazarnos y para dar la fuerza que nosotros necesariamente vamos perdiendo.
Pero más cosas quiero pedirles porque al abogado y a las otras profesiones se les confían los intereses de nuestros ciudadanos. Es imperioso que nunca puedan secundarizar el derecho que nos confiaron en beneficio del lucimiento propio o del interés propio. Esa conducta, si la realizamos, va a persuadir de algún modo o le va a dar argumentos a la sociedad de que fue bueno habernos facilitado el acceso a la universidad pública y gratuita y darnos este título que van a jurar.
Queremos proponerles también que la verdad sea su pasión y el bien común un objetivo principal. Queremos que se conviertan en artífices de la concordia y de la tolerancia y que aprendan a dialogar, a vivir en democracia, que rechacen siempre los caminos tortuosos del soborno y de las componendas, que por el contrario, los reconozcan por su amor por la justicia, que se los vea intransigentes ante cualquier atropello a los derechos de nuestros ciudadanos que consagra la Constitución Nacional.
Hoy los acompañan pocos, hemos tenido que limitar la presencia, pero hay padres, esposos, novios y estos que los rodean pueden enorgullecerse al verlos luchar por la verdad y por estos valores de los que les hablaba. No callen, entonces, frente a la corrupción, no callen ante cualquier intento de devaluar la justicia. No olvidemos que nuestra voz debe ser todavía más firme y nuestro esfuerzo mayor cuando defendamos a los débiles y a los humildes.
Termino con algo más cercano. No se convoca a cualquiera a semejantes cosas como las que les acabo de plantear. Los estamos convocando a ustedes. No los llamamos a una tarea fácil: deben defender la verdad. Ese es el orgullo del abogado, del profesor en Ciencias Jurídicas, del calígrafo y del traductor.
Felicitaciones,
disfruten este título y juren ahora inmediatamente. Gracias.