Discurso pronunciado por el Dr. Alberto Dalla Vía
Acto de colación de grado del día 6 de septiembre de 2019
Señor decano, Dr. Alberto Bueres, señora Secretaria Académica, Dra. Silvia Nonna, señores profesores y profesoras, señores y señoras, flamantes egresados.
Desde que aparecieron las escuelas de Derecho, a partir del siglo X, en Bolonia, en Oxford, Alcalá de Henares, el momento del egreso representa la celebración cumbre, la culminación de los esfuerzos, la satisfacción por la meta alcanzada, ese tiempo mágico en que se pasa de la oscuridad del claustro a la luz de la vida jurídica, política e intelectual.
Para celebrarlo vuestros colegas antecesores, los estudiantes medievales, cantaban en latín el Gaudeamus igitur, elevándolo a himno de las universidades. En Salamanca aún pueden observarse las paredes con las pinturas color terracota con que se celebraban las graduaciones.
En unos instantes más, ustedes cruzaran entre las columnas dóricas de la Facultad y descenderán la escalinata principal. Saldrán por la puerta grande hacia una sociedad que siempre sabrá recibir a los abogados y a las abogadas que vengan a remediar injusticias. Antes de eso en la Sala de Pasos de los Perdidos compartirán con familiares y amigos la alegría por el diploma recibido, y en muchos casos habrá también tristeza por alguna ausencia que desde algún lugar estará compartiendo el logro obtenido. En ese momento, no dejen de observar las dos grandes estatuas ubicadas en los extremos de ese Hall, que representan al juez de los romanos y a quien aboga por su causa, verán allí reflejado el eterno drama de la Abogacía, el juzgamiento de los hombres y el conocimiento de los insondables misterios del alma humana.
Mucho ya les habrán advertido que los tiempos son difíciles y que abrirse camino requiere de un duro aprendizaje. No se amedrenten por ello. Así ha sido siempre. Como lo relataron en sus memorias nuestros más grandes juristas, Juan Bautista Alberdi y Dalmacio Vélez Sarsfield.
Busquen el equilibrio en la balanza de la justicia, evitando las posiciones extremas que van desde el ser al deber ser, como si el Derecho, que es el ordenamiento del orden social pudiera volcarse hacia un platillo desatendiendo el otro, el resultado no puede ser sino un desequilibrio que ponga la paz social en peligro.
Las situaciones de anomia y de incumplimiento de las reglas de convivencia no han favorecido a nuestra Nación como proyecto sugestivo de vida en común y ya sabemos muy bien que la libertad, la igualdad y la fraternidad no vienen dados, hay que luchar por ellos.
Un 6 de septiembre como hoy, hace ochenta y nueve años, comenzaba la tragedia de las interrupciones constitucionales. Era derrocado el presidente Hipólito Irigoyen, cerrado el Congreso, puesto en comisión el Poder Judicial y removidos los gobiernos de todas las provincias. Una oscura acordada de la Corte Suprema, firmada el 10 de septiembre de 1930 consagraba la doctrina de facto, legitimando al gobierno usurpador en el hecho de la fuerza. No fueron pocos los renombrados juristas que defendieron la continuidad del orden jurídico sin reparar en la legitimidad sobre la cual se fundaba. Son relatos de un pasado que es bueno recordar. Sobre todo para quienes encuentran prontos a efectuar un juramento solemne. Luchen por el Derecho, como invito Fondierin pero si tienen que elegir entre el Derecho y la Justicia elijan siempre a esta última, recuerden que la injusticia extrema nunca es Derecho.
El mes pasado celebramos los 25 años de la reforma constitucional más amplia y participativa que se registre. Dice el artículo 36: “Esta Constitución mantendrá su imperio aun cuando se interrumpiere su observancia por actos de fuerza contra el orden institucional y el sistema democrático. Estos actos serán insanablemente nulos”. Es la respuesta de un pueblo maduro, a los golpista de 1930 y a todos los que lo siguieron.
Un poco más de 100 años atrás, el 21 de julio de 1918, el joven Deodoro Roca redactaba el manifiesto liminar de la Federación Universitaria de Córdoba, dando lugar a los postulados de la reforma y la autonomía universitaria recogidos ahora en el artículo 79 inciso 19 de la Constitución reformada. Decía el manifiesto: “Toda educación es una larga obra de amor a los que aprenden. Así lo sentimos quienes hemos sido vuestros profesores, esperamos haber sembrado la semilla en suelo fecundo y recibir la mejor de todas las recompensas, que los discípulos superen a los maestros porque así también será mejor el futuro”.
El cuadro de la fundación de la Universidad por Martín Rodríguez y Rivadavia en la segunda década del siglo XIX ha sido testigo de muchos acontecimientos. En este salón tuvieron lugar los debates presidenciales en 2015 y el próximo 27 de octubre tendrá lugar el debate 2019, que ahora es un bien público obtenido por la ciudadanía. Esta Facultad será siempre su alma mater, deja en el claustro estudiantil, pero podrán pertenecer al Claustro de Graduados o al de Profesores. Yo nunca me fui. Apenas graduado ingresé a la Carrera Docente como Ayudante de Segunda y ascendí cada peldaño hasta Titular de Cátedra, hoy siento la emoción de volver a egresar como profesor y como padre. Mi hijo mayor también está aquí, sentado en las primeras filas. Para Patricio y para ustedes nobeles abogados y abogadas, quiero leerles un breve párrafo de lo que escribiera Aristóteles para su hijo Nicómaco: “Trata sobre la justicia como virtud dirigidas hacia los otros, y afirma que ni el amanecer ni el aurora son tan maravillosos como ella”, agregando, “Esta clase de justicia es la virtud perfecta, absolutamente hablando, la justicia es entre las virtudes la única que parece consistir en el bien ajeno, porque se refieren a los otros, hacen efecto lo que le conviene a otros. El peor de los hombres es el que usa de maldad incluso consigo mismo y sus amigos, el mejor no es el que usa de virtud para consigo mismo, sino para con los otros”. Fin de la cita.
Cultiven la ética y construya una carrera de la que puedan enorgullecerse. Recuerden que cada uno es artífice de su propio destino. Nuestro país forjado por muchos patriotas y hombres libres que murieron en la pobreza se encuentran hackeados con los fantasmas del egoísmo y el flagelo de la corrupción. Pongan su saber al servicio de los más débiles y no crean en la fascinación de los cambios repentinos. Estudiantes de otras generaciones fueron alcanzadas por insensatos baños de sangres. Construyan para los que vendrán después de ustedes. Aunque sea en pasos pequeños.
Un último consejo antes de despedirnos. Recuerden los años de estudiante y preserven su espíritu como el Conde-duque de Olivares quien tuvo una prolongada persistencia y alcanzó los más altos honores incluyendo la regencia del reino, pero que al momento de su muerte, cuando desfilaban por su mente los recuerdos de toda la vida, no dudó en elegir sus tiempos en la Universidad de Salamanca.
Les deseo a todos una larga vida y una brillante carrera. Nuestro pueblo anhela una sociedad más justa.
Nada más.