Discurso pronunciado por el Dr. Ignacio Tedesco
Acto de colación de grado del día 5 de julio de 2019
Sr. Decano, autoridades y profesores, señoras y señores, estimados egresados de nuestra Facultad.
Hace tiempo, uno de mis profesores a los cuales más aprecio, me enseñó que es a uds, como estudiantes, a quienes debemos estar agradecidos por invitarnos a estar aquí presentes, ya que ésta no es más que vuestra Facultad, su casa, a la cual nosotros no somos más que sus invitados privilegiados. Somos nosotros los que debemos sentirnos huéspedes suyos. Al hacerlo, no dejamos de aprender, entre tantas otras cosas, qué es lo que significa estudiar, qué es lo que significa formarse como abogados (y claro está, también como traductores o calígrafos).
Es a cada uno de uds que hoy me toca dirigir unas palabras en este acto en el cual reciben el símbolo de toda una carrera de sacrificios: vuestro título. Título el cual lo que importa no es lo que está escrito en él, sino su contenido. El valor que está dentro de él, aquél que seguramente tuvieron en cuenta el día que empezaron y que hoy, a través de su cartulina, pueden tocar con vuestras manos y seguramente mostrar orgullosos.
Y si bien cada uno de uds debe tener un valor personal puesto en el título que van a recibir, no puedo dejar de significar qué es lo que entiendo que ninguno de nosotros, como juristas, debemos olvidar al llevar adelante la tarea que comenzarán ya mismo. Es que haber optado por el Derecho no es más que la lucha por dos objetivos. En primer lugar, por ser conocedores de aquellas herramientas o instrumentos que permitan que, en vez que el conflicto humano hiera a sus contendientes, los integre en la sociedad de la cual forman parte, logrando que ese conflicto puede ser redifinido reintegrándonos como comunidad. No se trata de una solución, sino de permitirle a cada una de las partes volver a con formar un espacio de armonía y convivencia. No se trata de ser protagonistas a la hora de realizar dicho objetivo, sino simplemente ser un medio para ello. Esto es el Derecho y una de nuestras tareas: ser instrumentos de paz y no de guerra.
Mas ésta no es nuestra única misión. En segundo lugar, lo que no puede dejar de servirnos de guía no es más que la defensa contra toda forma de arbitrariedad. En otras palabras, la defensa a ultranza de nuestras garantías, de nuestros derechos, de cada uno de los privilegios que nuestra Constitución nos brinda como ciudadanos y habitantes de nuestro territorio a los fines de no estar sujetos a formas arbitrarias de ejercicio del poder. Ser integrantes de una sociedad igualitaria que permita que aquellos conflictos tengan un mecanismo en particular a la hora de encontrar aquella superación: las propias de la democracia que gracias a su horizontalidad nos permite ser libres. Como se puede apreciar, nuestra tarea, no es una actividad inocente. Su cercanía al conflicto y al poder generan que toda acción u omisión en la que incurramos tenga consecuencias sociales que no podemos ignorar.
Por todo ello, es que hoy son parte de un ritual. Y como todo ritual, varias son las funciones que se cumplirán: por un lado, sus conductas expresarán y liberarán la inquietud humana ante el cuerpo y el mundo, su transformación y aniquilamiento; por el otro, se constituirá en un mecanismo de mediación con lo divino o con ciertos valores o ideales; y, finalmente, reforzará el vínculo social de uds para con toda la comunidad a través de su función de comunicación y de regulación. En este ritual, un símbolo estará presente: su juramento. Por más que juren o prometan, hoy su palabra se volverá un símbolo. Y como tal, este símbolo reenviará a dos realidades: a la concreción de toda una carrera, pero también a la tarea que de aquí en más se comprometen frente a todos.
Este juramento que brindarán es tanto un acto de la palabra, como a la par un acto de sacrificio ya que importa implícitamente la renuncia a determinados actos. Prestar juramento es tomar un riesgo en tanto uno se expone a una amenaza. Pero también, es afirmación de seguridad, ante la inseguridad del propio albedrío. No es más que un refuerzo solemne de las palabras vertidas que se constituye en un rito, cuya función no está tanto en la afirmación de lo que se enuncia, sino en su contenido, esto es, en la relación que se instituye entre la palabra enunciada y el poder invocado, entre la persona que jura y la sacralidad que se presenta.
Es por toda la significación que está implícita a lo largo de estas breves palabras que muy especialmente los quiero invitar a algo más: a continuar. A continuar estudiando, a continuar luchando, a continuar buscando aquellas herramientas que les permita no sólo crecer como profesionales, sino, en realidad, buscar el objetivo final de todo jurista: ser instrumentos de superación de los conflictos para vivir en una sociedad democrática y sin arbitrios.
Estudiantes, egresados y futuros profesionales del Derecho, sinceramente, los felicito.