Discurso pronunciado por la Dra. Adelina Loianno
Acto de colación de grado del día 10 de mayo de 2019
Buenos días, señor vicedecano, señor secretario de Relaciones Institucionales, señores profesores, a todos los que hoy nos acompañan. Buenos días.
Es un honor compartir con ustedes este momento único al que se me ha invitado a dirigirles algunas palabras. Y he pensado: qué mejor que hablar de palabras, de algunas de ellas que adquieren, me parece, en este día especial mucha significación.
Palabras.
La primera, felicidad, que es lo que define este momento, para todos, para ustedes, para nosotros. Un espacio de tiempo donde prevalecen los agradecimientos, el orgullo por lo logrado, los abrazos, los brindis y las lágrimas, claro. La felicidad no solo es un sentimiento, sabemos ahora que también hay un derecho a la felicidad y que como todo derecho merece tutela y nos desafía a ser originales y creativos para delinear adecuadamente su alcance y naturaleza. Increíble, resulta que la felicidad es también un concepto jurídico.
La segunda palabra, sería esfuerzo. Pero nuestra opinión no se refiere únicamente al desvelo propio de todos ustedes por llegar hasta aquí. El término adquiere un sentido más amplio. Abarca el acompañamiento de nuestros padres, nuestra pareja, nuestros hijos, nuestros amigos. Allí nos parece que estuvo el verdadero esfuerzo. Entrega y sacrificio para que quienes hoy reciben su diploma pudieran sortear con éxito no solo evaluaciones académicas, sino esos obstáculos que nos pone la vida paso a paso. Por eso, la palabra esfuerzo viene unida a agradecimiento. Agradecimiento a nuestros afectos, a nuestros maestros, desde aquel que tuvimos en primer grado. Y no olvidemos a esas personas anónimas que con sus esfuerzos directa o indirectamente hacen cada día posible la existencia de la universidad pública y gratuita. Muchos de ellos no estudiarán nunca entre estas paredes, muchos más jamás pisarán este lugar. De algún modo nosotros somos, por lo tanto, portadores de sus sueños. Y eso nos obliga a honrarlos con nuestro trabajo.
La tercera palabra es resiliencia, me parece. Esa fortaleza interna que nos permite avanzar contra la adversidad y que adquiere una nueva dimensión a partir de ahora, en que comienza una nueva etapa de nuestra vida, una etapa con desafíos, una etapa con éxitos y con fracasos inevitablemente.
La cuarta palabra compromiso. Para con la República, para con el Estado de Derecho. Aquí se aprende sobre todo el valor del disenso, la riqueza de la diversidad, de ideas y de cualquier índole, que es el alimento esencial de la democracia y el respeto de los derechos humanos. Nos compete una parte importante en la construcción de una sociedad democrática. La función judicial nos está reservada. Vaya responsabilidad, ¿verdad? Nada menos que aplicar el derecho, interpretarlo en un determinado tiempo y espacio, sin olvidar el impacto de la decisión en la sociedad, lo que se denomina el efecto expansivo de la sentencia, que es la primera preocupación del derecho moderno. En días recientes hemos escuchado algunas voces proponiendo directamente la supresión del poder judicial. Es cierto, hay mucho y muchísimo por hacer, por mejorar. Pero este tipo de ideas trasnochadas también son valiosas en una democracia porque nos obliga a defender cada día esos valores que creíamos consolidados y que como vemos siempre están en peligro.
Finalmente una frase bellísima en su certeza. Por supuesto no es nueva. Confucio: “Elije un trabajo que ames y no tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida”. Yo creo que descarto que ustedes han elegido lo que aman. Por lo tanto, queridos amigos, no trabajarán ningún día de sus vidas.
Muchas gracias.