Discurso pronunciado por el Dr. Alejandro Borda
Acto de colación de grado del día 7 de diciembre de 2018
Señor Vicedecano, Dr. Marcelo Gebhardt, Sra. Secretaria Académica, Dra. Silvia Nonna, señores profesores, familiares y amigos de los graduados, mis nuevos colegas.
Hoy es un día de gran alegría, quizás una alegría distinta a la que experimentaron en el día que aprobaron la última materia. En aquel momento se agolparon en sus cabezas sin duda alguna los recuerdos de tantos años de estudio, de nervios al afrontar los exámenes, de esfuerzos. Hoy la felicidad es otra, es más serena. Tienen conciencia de que han logrado algo que no solo han ansiado sino que es sumamente valioso, el título profesional que recibirán en instantes. Tomar conciencia también de una infinidad de factores que han incidido en lo alcanzado. Y allí en un lugar destacado sino el primero, aparecen nuestras familias que nos han acompañado y sostenido durante todos estos años. Hoy se ve esto de manera patente. En este momento trascendental están junto a ustedes. Festejemos con ellos. Aprovechemos para agradecerles lo que nos han dado.
Ahora bien, debo señalar que la felicidad que hoy sienten no les impida reconocer que recibir el título es bastante más que alcanzar el objetivo que se habían propuesto. Puedo dar fe que es el comienzo de una vida nueva, plagada de incertidumbres pero a la vez rebosante de desafíos que nos entusiasman. Conviene que me explique. Ante todo, resulta necesario que tengamos presente que en nuestra profesión, la que hemos elegido, es una profesión humanista. Esto es, pone en el centro a la persona humana, al hombre, como decía Miguel de Unamuno: “De carne y hueso, que nace, sufre y muere; que come y bebe; juega y duerme; y piensa y quiere.” Esto es importante no olvidarlo jamás. Todo lo que hagamos, todo nuestro trabajo debe tender a la protección de la persona humana. Acá se juega la causa social de la profesión que hemos elegido. Y si el centro es la protección de la persona humana, tendremos que admitir que lo que aprendimos en la Facultad es fundamental pero no es suficiente.
El Derecho es algo vivo, cambiante, que requiere de una permanente actualización y de una reflexión que se hace cada vez más importante, más necesaria. No basta con cortar y pegar. Y digo esto poniendo muy de relieve que la tecnología nos desafía e interpela. Pero lo que es claro es que necesitamos seguir pensando, seguir estudiando, seguir capacitándonos. En este sentido, nuestra Facultad nos acompaña brindando cursos de especialización, de actualización, Maestrías y el Doctorado. No nos olvidemos nunca que los abogados, cuya función es abogar, es decir hablar en favor de una persona, de servirlo, hemos asumido una responsabilidad frente a la sociedad que es fundamental, cualquiera sea el campo de trabajo en que incursionemos, debemos propender a la paz social.
Si ejercemos la abogacía en forma libre, tendremos en nuestras manos el cuidado del cliente que nos transmitirá sus problemas, sus intereses, sus angustias. Con paciencia debemos escucharlo, comprenderlo, acompañarlo, aconsejarlo y defenderlo con ardor. Si la profesión la ejercemos en el mundo de las empresas o de la administración pública, habrá que comprender los objetivos que ellas persiguen pero sin descuidar que nuestra acción debe atenerse a elementales reglas éticas. Si se orientan a la actividad judicial o arbitral, nunca olviden que son personas las que litigan, no papeles. Si se inclinan por mediar o practicar otros sistemas alternativos de resolución de conflictos, tengan conciencia de que deben poner todo su esfuerzo para alcanzar una solución. Ello redundará en la pacificación de las partes. Si es la docencia la que los llama, y acá es necesario decir dos cosas como notas marginales, la primera que ejercer la docencia de alguna manera importar retribuir cuanto hemos recibido durante largos años. La segunda, que nuestra querida Facultad a la que ingresé como alumno hace más de cuarenta años, si no dejé más, tiene siempre abiertas sus puertas. Y retomo, si es la docencia la que los llama, no olviden nunca la tremenda responsabilidad que asumimos en cada día. Formamos alumnos que serán abogados y que tendrán en sus manos la libertad de los individuos, el cuidado de las personas humanas y jurídicas, la protección de su patrimonio y la preservación de las familias.
Tener esto presente constituye un permanente incentivo para mejorar su nivel académico. Y en cada lugar en el que nos desempeñemos, actuemos conforme a pautas éticas, obremos de manera leal, honesta y respetuosa, sin temeridad, sin faltar a la verdad. Estamos, como puede verse, ante una cuestión de valores, de privilegiar el bien común, de trabajar en pos de una Argentina más justa, equitativa, fraterna y democrática, que tenga su mira de manera particular la defensa de todos los Derechos Humanos. Pongamos en alto nuestros deseos e ilusiones, una Argentina mejor nos llama.
Muchas gracias.