Discurso pronunciado por el Dr. Enrique Del Percio
Acto de colación de grado del día 1 de junio de 2018
Señor vicedecano, señora secretaria académica, queridos colegas, amigos, queridos alumnos, estudiantes de esta casa.
Antes de comenzar este acto estábamos recordando el momento donde a varios de nosotros nos había tocado estar sentados donde vos estás ahora.
Yo recordaba particularmente el momento mío que ¿vos sabés que había estado durante los últimos dos años tratando de ver que excusa encontraba para acercarme a una diosa que veía siempre en el bar? y cada vez encontraba alguna me daba una vergüenza bárbara y justo ese día se sentó al lado mío. Con lo cual, lo que menos hice fue escuchar al docente que en ese momento le tocó hablar y es harto probable que a vos no sé si por esa causa, quizás por eso, por alguna otra, lo que menos tengas en este momento en la cabeza es la neurona disponible como para escuchar lo que aquí vamos a comentar.
También está claro que tus amigos y tu familia lo que están esperando es que seamos breves para ir a festejar. Mis queridos colegas también, con lo cual voy a ser muy breve. No voy a tardar más de cuarenta y cinco minutos, les prometo. Y voy a ser muy breve en serio, voy a limitarme a compartir con vos una historia, una anécdota que pasó la semana pasada y que creo que nos puede permitir pensar juntos acerca de unas cosas importantes en este momento.
Paro del subte, ¿se acuerdan el lío que fue? Y yo ni me había enterado. Estaba preparando una charla, salgo, por suerte consigo un taxi y el taxista empieza a despotricar contra los que estaban haciendo el paro con el siguiente argumento: “Mi hijo que se quemó las pestañas estudiando abogacía…” – Yo le conté que era profe acá. – “Mi hijo que se quemó las pestañas estudiando abogacía gana menos que cualquiera de esos” y me hizo todo un alegato. Y yo pensaba, realmente, primero, si vos ves a tu hijo que se le están quemando las pestañas, hacé algo, cambiale las lamparitas aunque sea. Pero lo peor no era lo que él estaba diciendo sino lo que quería decir, y continuó diciendo “porque para ser alguien en la vida, hay que estudiar”. Y yo pensaba en mi abuela Zulema que no terminó la primaria. Pero andá a decirle a mi familia o andá a decirle a alguien en el barrio que Doña Zulema no fue alguien en la vida. Claro que lo fue. Lo que este hombre me estaba queriendo decir con buena intención, no lo dudo, no, no estoy juzgando en intención. ¿Pero qué me quería decir? Era que uno tenía que estudiar para tener fama o tener dinero. De hecho, así me lo dijo. Vos ya sabés muy bien que si lo que buscás es fama o dinero, tenés otras vías bastantes más rápidas como para obtenerlos. Incluso, muchas de ellas, hasta legales.
No se trata de eso. Se trata de otra cosa, se trata - y yo creo por lo menos sé que la mayoría de mis alumnos lo han descubierto y confío que vos también - pero a veces vale la pena explicitarlo. Se trata de descubrir que lo importante no es la utilidad sino la felicidad. La utilidad es un medio, un medio para ser feliz. Pero si vos pensás a la utilidad como fin, como hacía este buen hombre del taxi, entonces vos te vas a relacionar con los demás queriendo estar o más arriba o más abajo que los demás, vas a hacer las cosas en función de tener más dinero que o más fama o más prestigio que.
La felicidad, en cambio, implica relacionarte con vos, relacionarte con los demás y relacionarte con el cosmos coherentemente. Si vos estudiaste para ser feliz, realmente disfrutaste de estudiar - no todas las materias, obvio – pero muchas de esas si porque realmente, si te gusta el Derecho, es lindísimo. Y además, somos realmente los privilegiados que gracias al esfuerzo de tantos argentinos podemos estudiar en una Universidad excelente en forma gratuita. No cualquiera y no en cualquier lugar del mundo puede hacer esto.
Pero además, ahora que te recibís, podés también relacionarte con vos y con los demás llevando un poquito de justicia a un mundo que está lleno de injusticia, si es que vas a ejercer la profesión en las formas más clásicas o vas a poder investigar y dedicarte a entender, a comprender el Derecho para desde ahí apoyar y trabajar mejor, si es que te vas a dedicar a la investigación. En fin, vas a poder realmente jugarte por tu realización, y en ese sentido vos sabés también que lo que ahora empieza es seguir estudiando.
En algunos casos de ustedes, van a seguir estudiando porque no encontrás otra forma de prolongar tu adolescencia y para que en casa papá y mamá te sigan bancando, decís “bueno, voy a hacer una maestría”. Pero por suerte esa no es el caso de la mayoría de ustedes. La mayor parte de los estudiantes que tenemos en la Universidad de Buenos Aires estudian y trabajan. Y no sabés que lindo es dar clase a gente que estudia y trabaja.
Particularmente en mi caso, que doy sociología, cuando vos das en otras partes del mundo, tenés mucha gente que cree que el objeto de estudio de la sociología es la sociología y se la pasa estudiando sociólogos. Cuando vos das clases acá descubrís que la gente sabe de qué se trata la vida y entonces podés en serio pensar y reflexionar sobre la vida. Y ahora empieza una etapa fascinante también en tu vida.
Ya el título de abogado no alcanza y no es porque te quiera vender una maestría o un doctorado ni muchísimo menos, vos ya lo sabés. Y una de las cosas lindas que tiene el seguir estudiando en la Universidad de Buenos Aires es justamente que podes encontrar ese tipo de gente con la cual realmente puedas profundizar, puedas saber no por tener el título de Magister, de Doctor, sino para realmente conocer más. No se trata estudiar para ser abogados, sino de saber Derecho para ser mejor abogado en cualquiera de sus funciones.
Tenemos el orgullo en la Universidad de Buenos Aires de que nuestra carrera ocupa los primeros lugares en todos los rankings de universidades latinoamericanas y uno de los más altos a nivel mundial. Tenemos y vas a tener cuando estudies tu posgrado acá, compañeros que vienen de, literalmente, todos los continentes. Tenemos un poquito menos de Oceanía por el tipo de Derecho que tienen ellos. Pero después tenemos de todos los continentes. No sabés lo fascinante que es estudiar junto con ellos.
¿Por qué te digo esto? Porque realmente para ser feliz, para guardar esa coherencia extrema, coherencia que no se trata de la mera alegría del animal sano. Se trata del jugarte hasta el final ¿no? ¿Se acuerdan de Rogue One, cuando la chica le dice a los pibes “vamos a ir todos a morir” y “¿por qué ustedes me siguen?”. Cuando el pibe le dice: “Y porque si no, no podríamos mirarnos al espejo.” Bueno, se trata de eso. Se trata de esa coherencia de un Sócrates, de un Jesús, de una Olimpia de Gouges donde se jugaron, se jugaron y si, no es fácil ser feliz, pero vale la pena. Y en ese sentido, si tenés ganas de jugarte para ser feliz, te vamos a seguir esperando con el cariño, con las ganas, con la fuerza con que siempre te ha tratado esta casa, por lo menos, casi siempre. Algunas veces seguramente no. Pero donde siempre habrás encontrado y vas a seguir encontrando, y sobre todo, a partir de ahora que vas a poder estudiar aquello que realmente te gusta y no esas materias que eran un plomo pero que había que sacarse de encima. Ahora creo que es donde empieza la parte más fascinante de la aventura jurídica. Aquí estamos. Si tenés ganas de ser feliz, venite. Y si no, no. Porque da mucho trabajo.
Muchísimas gracias.