Discurso pronunciado por el Dr. Mario Rejtman Farah
Acto de colación de grado del día 19 de febrero de 2016
Buenas tardes, autoridades, señora Decana.
Gracias señora Decana por el privilegio y la alegría de decir hoy estas palabras.
Les doy a cada uno de ustedes una calidad bienvenida a un mundo fascinante, el de la carrera y la profesión que han elegido, y la despedida que no está exenta de algo de nostalgia por dejar la carrera de grado, pero ante todo felicitaciones por este día y por el esfuerzo de estos años.
Ustedes se gradúan en una Universidad pública, una de las más prestigiosas del mundo. Esto en sí mismo es una nota distintiva de sus diplomas, nada indiferente en el futuro para sus vidas profesionales pero también para cada uno de ustedes como personas, y esto no es ciertamente obra de la casualidad. Es en ámbitos como este, donde la igualdad de oportunidades, la visión de la educación como herramienta transformadora, el compromiso con la democracia, la pluralidad, la gratuidad, el derecho a la educación de calidad, el respeto por el otro, la solidaridad, y la libertad académica constituyen un privilegio del que estoy absolutamente seguro son absolutamente conscientes.
Tengo la plena certeza que haber estudiado y graduado en esta Facultad no será algo indiferente en sus vidas. Es aquí donde aprendieron que la justicia, la convivencia, la ética de los valores, el compromiso, la libertad de pensamiento, la responsabilidad social son realidades tangibles y no meros declaraciones de buenos propósitos.
Yo diría que desde los lejanos tiempos de la reforma universitaria hasta hoy muchos hombres y mujeres pelearon y siguen peleando hoy día con intensidad, palmo a palmo por que esto no sea una utopía, un discurso retórico o una abstracción. Y permítanme una referencia personal, no creo que sea casualidad que la Dra. Mónica Pinto sea Decana de esta casa, su fidelidad y su coherencia con estos principios en su vida académica, profesional y personal son la muestra y garantía de la seguridad que ellos seguirán siendo el centro de gravedad de esta Facultad. Es un buen ejemplo, me parece, que pueden acudir en tiempos de incertidumbre.
Estoy convencido también, que no son ustedes los únicos propietarios o dueños, por llamarlo de alguna manera, de esos diplomas que van a recibir. Aunque creo que esto ya lo saben, una parte importante de estos diplomas que van a recibir les pertenece a sus familias y amigos que hoy los rodean, y que los han apoyado y alentado para que hoy estén aquí. Mi personal reconocimiento a ellos, quienes casi tanto como ustedes han sufrido y disfrutado otras tantas veces a lo largo de estos años, esta carrera. Ustedes son para ellos, hoy, una fuente de inmensa e inolvidable alegría.
También deben el título y no deben olvidar a una sociedad que apostó, apoyó y sostuvo la formación que recibieron, y a la que deben responder en el futuro con compromiso, diría también con coraje.
Entre quienes se gradúan hoy, hay un ex alumno que me he enterado recién que es el abanderado, que me ha pedido le entregue su diploma. Es una persona brillante, pero por sobre todo íntegra, y quiero resaltar esto no como un mero hecho circunstancial o una anécdota personal, sino porque esta Facultad persigue entre sus objetivos formar personas honestas, cabales, con conciencia ciudadana y responsabilidad social. Él lo es y esto también forma parte del título que ustedes van a recibir.
Una reflexión casi final para los abogados que se gradúan hoy. Quienes han podido descubrir a lo largo de todos estos años o espero que hayan logrado poder descubrirlo que el Derecho es mucho más que el texto literal de una norma, que no existe un Derecho puro y aislado. Que conocerlo supone, como en el juego del ajedrez, saber algo más que como se mueve el alfil, el peón o la reina.
Seguramente han entendido a lo largo de todos estos años eso y han entendido que reducir el Derecho a lo que dice el Boletín Oficial es demasiado simplificador e ingenuo, y creo que hasta peligroso. El Derecho nunca es neutral, ni puro, y no hay escapatoria posible para que esto sea inexorablemente así. Aún la más intranscendente decisión jurídica de que ustedes sean en el futuro partícipes o la posible interpretación o postura de una cuestión de derecho a la que se enfrente para resolver un problema de la realidad, supondrá para ustedes siempre pronunciarse sobre un valor. De modo que recuerden que el Derecho no es aséptico, como el agua destilada no es potable ni apta para beber, ni quita la sed. Me parece oportuno recordárselo en un día tan especial que es el de la graduación de ustedes.
Quiero transmitirles finalmente a todos los que se gradúan hoy, algunos deseos que ojalá puedan ver realizados siempre. El primero es que la pasión por lo que hacen los acompañe siempre, es casi imposible trabajar sin pasión. También que descubran que el pensamiento cerrado les impedirá crecer, tengan constantemente una mente abierta, de toda respuesta nace y busquen un interrogante.
Les deseo también que en sus mundos quepan otros mundos, que al mejor estilo popperiano, no se sientan nunca dueños de una verdad absoluta que les quiero aclarar no existe. Que aprendan también que la justicia es una construcción colectiva en la que tienen ustedes un rol privilegiado para garantizar una tutela judicial efectiva, que son algo más que palabras. Les deseo que hagan suya la lucha por la justicia que en definitiva es la lucha por la educación, por la cultura, por la no discriminación, por la salud, por el control, por la libertad, por las diferencias, por la ciudadanía. En tanto esta casa va a ser siempre de ustedes, les deseo también finalmente que permanezcan en ella, para seguir su formación de posgrado, para integrar su cuerpo docente, para investigar porque esta Facultad hoy forma parte indisoluble de vuestro camino.
Si como dijera Kelsen: “La búsqueda de la justicia es la eterna búsqueda de la felicidad”, les deseo a todos y cada uno de ustedes de todo corazón en mi nombre pero también en el de esta Facultad que sean muy felices.
Gracias.