Discurso pronunciado por el Dr. Gonzalo Aguirre
Acto de colación de grado del día 6 de noviembre de 2015
Señora Decana, Señor vicedecano, señora Secretaria Académica, autoridades, colegas profesores, egresados, estudiantes, familiares, amigos. Señoras y Señores.
Ante todo agradezco el honor de haber sido designado para pronunciar este breve discurso, en esta ocasión, hoy.
Me dirijo a los abogados que están a punto de recibir su título. Ante las autoridades de la Facultad, sus familiares y amistades, me dirijo a Ustedes desde mi singular posición de profesor e investigador de esta Facultad en las áreas de Filosofía Política y Filosofía del Derecho. Y es que, no siendo abogado, en esta Facultad que me ha brindado y me brinda la posibilidad de desplegar mi vocación, de descubrirla; hoy me toca dirigirme a todos Ustedes, justo cuando ya los llamados vocacionales han de estar sonando fuerte para todos vosotros (como en su momento para mí). Dando por celebrado el esfuerzo personal-familiar preciso para llevar a buen puerto el cursado de la Carrera, es momento de invocar el camino que cada quien habrá de recorrer a partir de ahora. Un camino ineluctablemente público (por más privada que pueda parecer la actividad), un camino político, en el inextinguible sentido que la palabra polis tenía para los antiguos pensadores griegos gracias a quienes hoy podemos, nunca nos cansaremos de reconocerlo, estar aquí.
La Facultad ha ofrecido a cada uno de Ustedes herramientas útiles (no todas, claro, y no siempre con su manual de instrucciones), pero también ha procurado generar en Ustedes una capacidad de autorreflexión distintiva que más tarde o más temprano habrá de aflorar. Se trata de la idea fundadora de la universitas, de la Universidad: tener una idea de lo que se hace, de lo qué es Derecho, en relación con un contexto socio-histórico-político determinado. Como diría Spinoza, no se trata solamente de saber lo que se quiere (ser abogado), si no también de saber que se quiere y, así, de conocer activamente aquello que es querido (en qué consiste mi ser abogado).
De este modo, quisiera mencionar especialmente dos actividades que a veces pasan desapercibidas a la hora de pensar la labor de un abogado: la investigación y la docencia. En efecto, sin perder de vista el ejercicio de la profesión, se trata también de no distraerse de la transmisión (mejorada) de aquellas herramientas recibidas. Y, más aún, se trata de mostrar a través de las propias investigaciones (académicas o no) cómo puede hacerse cuerpo social de la propia actividad. De nuevo, estamos en la fuente que da sentido a toda actividad universitaria: la actitud crítica, e incluso auto-crítica, kantiana.
Hoy. Mientras se hace camino conocerlo involucrándose y apostándose a cada paso. Como en la Odisea de Homero Ulises, quien todavía en camino de regreso a su hogar luego de la gesta troyana, ya va contando la historia de ese camino aún inconcluso. Así vosotras y vosotros. Primero valorizar la propia formación, la singular excelencia de esta Facultad y de la Universidad de Buenos Aires. Luego, la propia labor y, finalmente, acceder a la transmisión de esas herramientas (mejoradas) y de la propia capacidad de valorar. Pues no se trata tanto de los valores, como de la capacidad de valorar sobre una base de respeto mutuo pluralista y de responsabilidad socio-histórico-política indeclinable.
Según todo parece indicar, hoy, ya me ha tocado recorrer este camino que ahora os anuncio y al que os invito. Quizás en su momento, me hubiera gustado escuchar palabras anticipatorias como estas. Y no dudo de que probablemente hayan sido dichas. Pero en aquel entonces mi oído no estaba aún en condiciones de atenderlas. De allí que estas palabras estén destinadas a vuestro futuro o, familiar cercano, a vuestro olvido.
Por eso hoy, solamente hoy, os convoco, en una suerte de brindis en vuestro honor, a responder al llamado de llevar adelante la divisa crítica e ilustrada de esta Universidad Pública argentina de Buenos Aires, sea donde sea que lleven adelante vuestro desempeño profesional, y cualquiera fuese este.
Flamantes abogadas y abogados, vuestro es el futuro de la técnica de conocimiento, aplicación, interpretación y recreación de las leyes de la Nación. Para ello resulta clave que nunca perdáis la capacidad crítica creadora implicada en toda Ars Jurídica. No conformarse ni dar nada por sentado es signo de juventud y mayoría de edad o, como decía la divisa de la profunda Ilustración: ¡Sapere aude! ¡Animaos a saber!
Gracias.