Discurso pronunciado por el Dr. Fernando Raúl García Pullés
Acto de colación de grado del día 8 de agosto de 2014
Buenas tardes, señor vicedecano, autoridades universitarias, señores profesores, señores nobeles profesionales, señoras, señores.
Hacer del derecho un pescador de hombres, una ilusión compartida, que como en la rayuela de Cortázar, empieza y termina en cualquier capitulo y que nos invita siempre a privilegiar la singularidad y la dignidad de la persona humana. Es particularmente grato para cualquier abogado, para mí y más para un profesor de esta casa, ser invitado y presentar, de algún modo, la entrega de diplomas y la recepción de juramento a quienes han cruzado la meta de una etapa emocionante de la vida, la primera de la vida universitaria.
Todos los que compartimos este proyecto permanente que es nuestra Universidad de Buenos Aires, compañeros, docentes, personal no docente, hasta sus familiares, desde cualquiera de nuestros roles y de modo consciente o inconsciente sabemos que ocurre aquí un gran eclipse entre aprender y ser aprendido. Entre horas de clase, debates políticos, páginas de libros, discusiones encendidas, comidas apresuradas, alegrías, frustraciones; todos nosotros intentamos enseñar y aprender un saber. Pero de un modo más profundo comunicar también nuestros desprotegidos amores, ideales, pasiones o ilusiones. Maravillas del eclipse, en ese mismo tiempo, queriéndolo o no, desde una tarima o desde un banco, en la bandeja de café que nos trae a una mesa de estudio; hemos sido, somos y seremos aprendidos por el saber de otros, y en una medida más profunda, destinatarios de sus protegidos amores, ideales, pasiones o ilusiones. No importa cuántas veces se entreguen diplomas. Cada diploma, cada juramento es individual y personal, y siempre convoca a hacer un balance de vida. Ante ello, uno no puede desprenderse de esa sensación de enorme gratitud.
Quiero dedicar estos breves minutos a compartir ese balance con estos nuevos profesionales y sus familias. Señores profesionales, ustedes han sido bendecidos con la condición de universitarios, de esta Universidad de Buenos Aires y egresados de su Facultad de Derecho. Cada una de estas condiciones imprime carácter, esto es, les otorgo una calidad de la que ya no podrán desprenderse. La calidad de universitario es especial e intima, se manifiesta con un compromiso con la verdad y se explaya en tres niveles. Provoca una inclinación a la investigación que modela todo el futuro sin admitir las postulaciones meramente dogmaticas o autoritarias, obliga a encarar todo planteo critico de manera responsable y científica, exige la admisión de un debate leal de ideas, que no consiente el desprecio o el ataque indigno al eventual adversario o a su pensamiento.
Esta calidad los acompañará desde hoy, siéntanse orgullosos de ella. Ser universitario y parte de esta Universidad de Buenos Aires también imprime carácter pues genera un particular compromiso con una idea de educación de esencia democrática en la que la igualdad de oportunidades reclama el acceso libre a la enseñanza para permitir el progreso de quienes pongan empeño en trascender a sus eventuales circunstancias desfavorables, pero también para permitir el desarrollo de la nación. Sólo la apertura a ese modelo de educación hará factible el reemplazo de liderazgos personales por ideales colectivos trasmisibles a las generaciones futuras, sólo la apertura a ese modelo de educación posibilitará el reconocimiento de la verdadera vocación de servicio que exige la función pública y el empeño de las tareas de gobierno, sólo la apertura a ese modelo de educación permitirá la conservación de la dimensión del debate político, esencial para el sistema republicano, representativo y federal. El compromiso con ese modelo de educación será un compañero de viaje inseparable que nos recordará permanentemente en qué lugar se halla la honestidad de nuestro deber hacia la sociedad.
Exhiban con dignidad esa preocupación cotidiana. Ser universitario de esa Universidad de Buenos Aires y egresados de esta Facultad de Derecho genera un particular deber, el de contribuir al logro de una sociedad más justa que permita superar las desigualdades que recupere el valor del derecho como camino necesario hacia la justicia y el verdadero progreso personal, que ponga el acento en la dignidad humana por encima de toda diferencia ideológica y que tenga especial protección por la paz. Ufánense ese deber personal.
Muchos de los que estamos en esta sala hemos adquirido por origen o adhesión estas marcas que imprimen carácter y marchamos desde hace tiempo junto con ustedes por la misma senda. Para los familiares y amigos que pusieron años de esfuerzo para hacer posible este día de balance, hasta permitiendo que les robáramos horas de aquellos estudiantes que hoy se han graduado, vaya la grandeza de un agradecimiento sin límites por ellos que hoy hacen balance de su aprendizaje, por nosotros que hemos sido aprendidos con el ímpetu de su juventud, de su compromiso y de su honestidad.
En un mundo que sólo parece comprender de contraprestaciones y precios, ustedes son el testimonio de otros valores cuya importancia trasciende la coyuntura. No llegaron ni a estar aquí para cobrar nada pero se irán con una riqueza que ningún señor de la tierra podrá robarles.
No podría dejarlos sin unas palabras para el futuro. Esta Universidad no es un edificio, ni una ley, ni una autoridad, ni un sistema, ni un proyecto personal, es un camino de todos y que está abierta a todos sin exclusiones, un camino que siempre invita desde el grado, el posgrado, el magisterio, la investigación o simplemente desde el corazón a renovar y compartir aquellos compromisos y el desafío de aprender y ser aprendido. Porque este balance de hoy es de estos graduados que desempolvan años de estudios en un segundo de un juramento, pero es también el de sus familiares que dan viento a las velas de su desprendimiento y es el de aún el de todos los demás que vinimos aprendiendo y siendo aprendidos por vuestros y nuestros desprotegidos amores, ideales, pasiones o ilusiones.
Tal vez hoy sea el comienzo de un capitulo de esa rayuela de Cortázar, destinada a ser de aquellas calidades que imprimen carácter, un instrumento para lograr esa principal ilusión, hacer del derecho un pescador de hombres.
Muchas gracias.