Discurso pronunciado por el Dr. Horacio Díaz
Acto de colación de grado del día 11 de julio de 2014
Estimadas autoridades de la Facultad, queridos profesores, distinguidos colegas, parientes y amigos. Constituye una enorme alegría y un orgullo contar con la posibilidad de dirigir unas breves palabras a todos ustedes en este acto de colación.
La ocasión es propicia para reflexionar entorno a nuestra profesión, la abogacía, y sobre los valores del derecho y la justicia. A la vez, nuestros flamantes egresados, diplomados en leyes, lo son de universidad pública y gratuita, que es nuestro orgullo, con reconocimiento nacional e internacional.
¿Acaso sea la educación pública la herramienta más efectiva para garantizar la diversidad cultural, el progreso individual, la movilidad y el ascenso social? En las aulas de nuestra comunidad educativa conviven, interactúan y se nutren actores sociales de diversos estratos y no puede haber concreción más certera de la idea de la igualdad que en el acceso a la educación pública.
Hoy conviven aquí, seguramente, tradicionales familias de abogados con otras que ven realizados sus sueños de abrazar a su primera generación de profesionales, y ello es maravilloso pues esos valores son los que guiaran a nuestros egresados en el derrotero de su ejercicio profesional.
El vértigo actual nos agobia, las sociedades modernas se encuentran en constante movimiento, los avances tecnológicos transforman y acortan las distancias, los valores en los que se afirmaban los contactos sociales de nuestros padres ya no nos sirve para entender y ayudar a nuestros hijos y sin embargo, el derecho permanece como elemento estabilizador de las relaciones humanas en una sociedad organizada. No existe una mínima posibilidad de pensar en un mañana sin seguridad jurídica. La preservación de las instituciones de la Republica, más allá de las coyunturas políticas y económicas, no es hoy una opción sino una necesidad. Y es aquí en donde los abogados jugamos nuestro papel, pues saber derecho no es simplemente dominar las leyes, sino tener en claro los principios que las inspiran, ante todo la férrea e inclaudicable defensa de las garantías individuales. Tal norte jamás habrá de extraviarse ni en el proceso de normación jurídica, nuestras reglas de conducta, ni tampoco en la instancia de toma de decisiones judiciales. En todos esos momentos claves, los abogados ocupamos un papel determinante.
Defender causas justas es el mandato de todo abogado y ello sólo es posible con reglas de juego claras y con instituciones confiables ante las cuales acudir en procura de justicia. La vida nos enseña con que tener derechos no alcanza, llegado el caso hay que hacerlos valer. Y esa es la noble misión del abogado en la sociedad actual, lograr que el ciudadano pueda hacer valer sus derechos frente al atropello de la autoridad o de los poderes informales, y para eso hace falta coraje. La determinación de un abogado puede, en ocasiones, conseguir que una ley deje de ser un papel pintado en la vida de alguien. La defensa de los más vulnerables es por excelencia la causa más justa. La defensa de quienes no tienen quien los defienda, la defensa de los que no saben cómo defenderse. Un abogado que consigue allí un logro profesional puede experimentar un sentimiento de realización que difícilmente pueda describirse con palabras.
Augusto Morello nos enseño que no debemos ya conformarnos con tener un estado de derecho, debemos procurar lo que él llamaba un estado de justicia, con más justicia social, con más ascenso de los postergados, un estado donde quede claro la legitimidad material tanto de las leyes como de las decisiones de los tribunales.
Hoy día, vemos que cada tanto se interrumpe el transito sobre la calle Talcahuano a la altura del edificio de los tribunales, lo hace un rastrojero antiguo, un grupo de ancianos detrás con un megáfono que reclama por la actualización de sus haberes en tiempos de galopante inflación. El derecho lo tienen pero no consiguen hacerlo valer, se ven obligados a litigar, a apelar, a esperar. Justo ellos que son los que ya no tienen el tiempo para esperar. Esta imagen es la que me motiva, hoy, a exhortarlos a que sean valientes, que luchen y se comprometan por los derechos de sus clientes, que se jueguen enteros por sus ideales, que nunca renuncien a sus convicciones y que no se olviden que alguna vez soñaron con un país mejor, y que en este pleito se nos va la vida.
Muchas gracias.