Discurso pronunciado por el Dr. Alfredo Rovira
Acto de colación de grado del día 18 de octubre de 2013
Señor Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, señores profesores, señores graduados, señores y señoras.
Me distinguió el decanato con el honor y el privilegio de decir hoy unas palabras de despedida a los recién graduados de esta alta casa de estudios, y yo agrego además de bienvenida al foro. Cumplo este año concretamente, el 15 de Diciembre próximo, 46 años desde que a mí también me tocó vivir este escenario que ustedes tienen hoy enfrente. Me acompañaron entonces mis afectos y mis recuerdos, como seguramente hoy ocurre con ustedes. Apareciendo frescas varias anécdotas que enriquecieron mi paso por las aulas de esta Facultad de Derecho.
Hoy ustedes, señores graduados, como ocurrió conmigo hace tantos años seguramente estén ansiosos y orgullosos a la vez a la espera del momento en que se verán coronados todos sus esfuerzos y desvelos por lograr el anhelado título profesional de abogado. Allí está el titulo, en esa mesa esperando que las manos de un noble abogado atesore el diploma bajo su brazo y orgulloso lo muestre al resto del mundo. Pueden ahora decir con todo orgullo: “Lo logré, obtuve mi deseado título profesional”. Y será verdad, no sean tímidos en proponerlo, se cumplió una de las metas más soñadas de su vida, se abre ahora una parte de un nuevo mundo, el que rodeara todo el ejercicio de la profesión. Por ello, mi primer homenaje y seguramente también el de ustedes debe ser rendido a sus padres, quizá también a sus cónyuges y/o a quienes los cuidaron, alentaron y apoyaron durante el curso de sus estudios.
Seguro, a pesar de disfrutado el privilegio de tener una Universidad pública y gratuita, no habrán faltado esfuerzos económicos para que ustedes hoy puedan estar disfrutando este acto de graduación en esta magnífica Facultad. Y menciono el nombre de esta facultad, Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Buenos Aires, con detenimiento y especial atención. Es un orgullo egresar de esta casa de estudio, deben agradecer y rendirle homenaje.
Hoy se gradúan pero no egresan, por cuanto el universitario de alma no egresa, sólo cumple etapas en su formación. Cuáles serán los senderos por los cuales habrán de transitar. Algunos quizás los tienen bien claros, otros quizás no tanto. En este horizonte que los deparará el destino tendrán la posibilidad de ejercer la profesión activa o no, pero seguro a partir de ahora son ciudadanos calificados. A pesar que nuestro Código Civil nos enseña que la ley se presume conocida por todos, el vulgo otorga dispensa a todo aquel que no alcanzó una formación jurídica como ustedes. Hoy ya no pueden decir a nadie que ignoran la ley. De ese atributo, sin embargo, también emergen responsabilidades. La calidad de abogado también implica cumplir y enseñar a respetar y cumplir las leyes en su profesión. Dando prioridad a la norma ética, habrán de abogar defendiendo los intereses de sus clientes lealmente. Así mismo, tendrán la oportunidad de defender y cuidar la profesión, no sólo cotidianamente con su actuar, como dije ante todo ético, sino también en la participación más o menos activa según nuestra libre voluntad y discreción en los colegios profesionales de los que formen parte.
Les tocaran tiempos buenos y malos. Hoy no podemos negar que vivimos en una sociedad en crisis, sobre todo moral. Hay una generalizada y preocupante crisis de valores. Por ello, hoy, lo más importante, lo que deben cubrir y cuidar con urgencia, es contribuir a rescatar el valor de la convivencia social e institucional para no tener que enfrentarnos con una triste realidad. Hoy vemos cada vez con más naturalidad hechos y conductas que exhiben falta de respeto mutuo en detalles tan pequeños, como perder las buenas costumbres y el respeto por el prójimo. Como ciudadanos calificados que son, todos debemos contribuir en lo que haga y sea necesario para una buena convivencia. Vinimos a esta Facultad a estudiar derecho, pues entonces pensábamos que era bueno conocer de las normas del derecho y la convivencia. Ya graduados, somos todos conscientes y reconocemos la necesidad por el respeto de la norma como una cuestión básica de la necesaria convivencia. Desde mi cátedra de Derecho Comercial, quienes pasaron por mis aulas me habrán escuchado decir con insistencia que el comerciante de antaño nos marcó el rumbo por su necesidad, con afán de traficar lo más que se pudiese, reconoció la necesidad de que se respete el derechos de cada uno, determinando su límite en el derecho del otro. La esencia de una sociedad organizada es reconocer la necesidad de la norma y las virtudes que brotan de cumplirla y hacerla respetar. De ahí deriva otra consecuencia, la seguridad jurídica, concepto tan vapuleado en nuestros tiempos. No dejemos que la anomia nos ponga al borde de la anarquía. Anomia sí, aunque las normas existan en forma aparente en el lenguaje oral y escrito. Si nosotros no hacemos cumplir ni damos el ejemplo cumpliendo ni respetando la norma jurídica, pobre de nosotros y de todos quienes nos rodean. Respetar la ley implica combatir y despreciar la corrupción y los sobornos, los vicios y la depravación. Estamos habidos de verdad, sinceridad, lealtad y nobleza, virtudes humanas que no abundan en estos tiempos.
El tiempo que se me concede esta noche no me permite hacer el balance de lo vivido en los años pasados y profundizar la realidad del presente. Pero la verdad es que ese balance hoy resulta negativo, pero no por ello estoy falto de optimismo. Aunque vivamos tiempos de crisis y miedo por la falta de seguridad y jurídica, no bajemos los brazos. Es más, hoy ustedes salen frescos a la batalla, a la vida profesional con ese mandato tácito dado por vuestra voluntad de venir acá a la Facultad de Derecho, a aprender la esencia de lo que es una sociedad organizada, a la que llamamos civilizada y ese mandato se resume en 4 palabras: “respeto a la ley”. Pero respetar la ley implicar respetar el derecho natural. Hoy nuestro país más que nunca necesita de personas fuertes y leales, trabajadoras, gente que sepa armonizar sus patrones morales, de hombres y mujeres de bien con la labor diaria. Les estoy hablando, en síntesis, de rescatar y ponderar constantemente las virtudes humanas. Inteligencia y voluntad son dos facultades que caracterizan y distinguen al hombre de la bestia, y con esas facultades que son principios de acción, potencias y operación, como decía Jesús Urteaga, el hombre sin distinción de género debe desarrollar la lealtad, la honradez, la virilidad, la laboriosidad, la fraternidad, la generosidad, la valentía, la alegría, el optimismo, en suma ser un hombre y mujer de bien. Las cuatro virtudes humanas, sin embargo, se sintetizan y son soportes a las virtudes cardinales: la recta razón, la equidad, la reciedumbre y la sobriedad. Por ello y ante todo, recuerden que son hombres y mujeres ciudadanos de una Nación que con su título hoy más que nunca deben ser modelo de respeto a nuestra Carta Magna y por supuesto a nuestra norma jurídica en general que nos rige como ciudadanos de la República.
Como ciudadanos debemos ser los primeros defensores de la Nación, ejerciendo y procurando alentar a nuestros congéneres por el respeto a los debes cívicos. Pero ello no puede implicar que circunstanciales mayorías, al amparo de la ley formal, crean que todo lo pueden y que ella no debe adecuarse a los derechos y garantías consagrados en la Carta Magna, ignorando lo dispuesto por el artículo 28 de la Constitución Nacional, que enfáticamente declara: “Los principios, garantías y derechos reconocidos en los anteriores artículos, no podrán ser alterados por las leyes que reglamenten su ejercicio”.
Como ciudadanos tenemos que ser responsables en la elección de quienes tienen el deber de legislar, si les toca ser uno de los elegidos, no lo hagan en forma demagógica, si no con respeto para toda la ciudadanía siendo conscientes de sus actos y de las consecuencias de los mismos. Cualquiera sea el medio en que nos toque actuar, que nunca debamos avergonzarnos de lo que habremos dicho en forma verbal o escrita porque llegará el día en que se hará el juicio de toda palabra.
Como abogados en nuestra profesión respetemos y ayudemos a hacer cumplir el acto jurídico básico de nuestra convivencia, el contrato. Cada minuto alguien en nuestra sociedad está celebrando un contrato y en virtud de la expectativa de su cumplimiento abrigamos el anhelo y esperanza de ser cada vez más y mejor una sociedad organizada y civilizada, es decir, respetando a nuestros derechos y cumpliendo nuestras obligaciones. Hagamos que el Estado cuando interfiera en la actividad privada no haga de su conducta un medio para afectar la seguridad jurídica. La seguridad jurídica es un valor preciado de toda sociedad que se estime como tal. Ella conlleva inversión, empleo, actividad, en fin promueve un círculo virtuoso que pone en armonía los recursos materiales, humanos e intangibles, a la postre alienta a inversores a poner su capital a riesgo.
Si van a formar parte del poder judicial, recuerden que el orden jurídico es sólo uno, por cuanto a los distintos tribunales y fueros que lo componen constituyen una unidad, la del ejercicio del poder jurisdiccional de Estado. Es por ello que cuando existen jueces desprestigiados y no independientes se ve afectado todo el poder. Por olvidar las virtudes humanas, son muy numerosas las gentes que cuidan externamente en la caridad, faltando a la justicia. La calidad no está en la palabra sino que se manifiesta en obras. El proceso judicial es una garantía constitucional, cualquiera que él fuera no es sino el medio adecuado de las defensas, declaraciones, derechos y garantías consagrados en nuestra ley suprema. Ese proceso se constituya con el juez y las partes, terminando en una sentencia, que cuando no existen contra ellos medios de impugnación que permitan modificarla, el pronunciamiento constituye cosa juzgada. Eso lo sabe cualquier estudiante de derecho pero cuando sean jueces que no haya alguien que los critique tan preciado del derecho procesal. También cuando sean jueces recuerden que la máxima aspiración de quien otorgue justicia es repudiar la impunición a tornarse mediáticos. Recuerden el reglamento de la justicia nacional que les prohíbe hacer declaraciones sobre el contenido de los procesos. Urge revalorizar el sentido del valor del Poder Judicial. En ello no sólo cumplen su rol sus propios integrantes sino también quienes recurren cotidianamente a él, y ahora son también ustedes, los abogados.
Vivimos en el mundo y tenemos que ser hombres y mujeres del mundo pero no mundanos. Contribuyan a desterrar el miedo en la República, que los vándalos no ganen las calles, constituyéndose en verdaderas asociaciones ilícitas, cortando caminos, violando la garantía del libre tránsito, atacando o usurpando residencias particulares, violando la garantía de la propiedad y otros derechos.
Fomenten la única forma de convivencia que es respetar el orden en la República, distinguiendo y respetando la autoridad, y reconociendo el valor de la disciplina como corolario de cumplir las normas. No les de miedo hablar de tener personalidad porque entiendan que sea equivocadamente orgullo. Tampoco debemos temer ejercer la reciedumbre que no es tozudez. Hoy hace falta hablar de virilidad y reciedumbre, ello no es cuestión de género, el ambiente está lleno de blandenguería porque hemos llegado a confundir la caridad con la falta de carácter, porque hoy tenemos que soportar que a los buenos se los llame tontos. Nuestra poca reciedumbre, nuestra cobardía en defender los valores esenciales y los pilares en los que se asienta la democracia y la sociedad, no es más que la exteriorización de la falta de valores morales que nos embargan. Pero no confundir la reciedumbre con la tosquedad ni con la brusquedad. En nombre recio, la virtud infusa de la fortaleza encontrará cimientos firmes donde asentarse. Dirán ustedes que después de tanto esfuerzo, cuando estoy esperando mi título: “ahora otra clase más”, pero saben lo que ocurre, soy profesor de esta Facultad de Derecho. Y aprovecho, así, esta digresión para decir públicamente que: “Ha sido y sigue siendo cada día para mi más honor ocupar una cátedra y en mi, y seguido también para ustedes, su querida Facultad de Derecho… si señores, cuando uno está aquí, en la tribuna, es la cátedra”. Y nosotros no debemos olvidarnos siempre que la ciencia se enseña y se lucha en todo momento para lograr concretarla.
Salgan orgullosos del paso por nuestras aulas, han tenido variados profesores pero recuerden aquellos que los hicieron aprender la norma por vía del razonamiento, los han hecho pensar llamándolos a reflexionar los principios y a deducir así las normas. A esos profesores los podrán llamar maestros, maestro al decir de Julián Marías, es aquel que nos enseña a pensar y piensa con nosotros. El deber primario de todo profesor es transmitir conocimientos pero cuando ese profesor nos enseña a pensar se convierte en un maestro.
Confieso públicamente que sí, puedo decir, conocí en esta casa muchos maestros. Espero que ustedes también lo hayan hecho. A ustedes señores, los recién graduados, también les señalo la importancia de continuar estudiando. A esos fines y sin perjuicio de optar por los numerosos cursos de posgrado que ofrece nuestra Facultad, nada mejor que vincularse a una cátedra universitaria a fin de seguir el ejemplo de quienes fueron nuestros buenos maestros, destacando y profundizando sus virtudes, es más, creo que es un deber para aquellos que como suscripto disfrutamos de esta eximia casa de estudios devolverlo con provecho las enseñanzas y frutos recibidos es un deber. Por ello el integrante del claustro docente les adelanto que serán bienvenidos aquellos graduados que tengan una vocación docente sincera y desinteresada, así podrán continuar aprendiendo tratando de aprender ahora, en concurso con sus alumnos siempre es más, porque ese es el camino que los llevará a la excelencia. Mientras meditan este ofrecimiento, saldrán ahora a seguir la lucha por el derecho haciendo carne el consejo del distinguido profesor y maestro de derecho procesal, Eduardo Couture, quien nos enseñaba: “Ten fe en el derecho como instrumento para la convivencia humana, ten fe en la justicia como destino normal del derecho, ten fe en la paz como sustitutivo bondadoso de la justicia y sobre todo ten fe en la libertad sin la cual no hay derecho ni justicia ni paz”. Pero ya agrego: “Recuera que al lado de la estatua de la libertad está la estatua de la responsabilidad”.
Señores y señoras graduados, con todo afecto y sincero sentimiento, les deseo el mayor de los éxitos en su carrera profesional. Felicitaciones a todos por el merecido logro alcanzado. Buenas noches y muchas gracias.