Discurso pronunciado por el Dr. Antonio Roberto Budano Roig
Acto de colación de grado del día 26 de abril de 2013
Señor vicedecano, señora secretaria académica, señores graduados de esta facultad y sus familiares y amigos.
Cuando allá por los últimos meses de 1964 vine a esta casa para imponerme sobre las condiciones y requisitos para ingresar a la carrera de abogacía, jamás hubiera imaginado que casi 50 años después tendría, como tengo hoy, el privilegio y el honor de dirigirles estas palabras en un día tan especial para todos ustedes y para quienes los rodean.
En unos momentos van a recibir el diploma que acredita su condición de graduados, a la que habrán llegado en general con tanto mérito como esfuerzo personal y en muchos casos de su familias. Los felicito por ello sinceramente a todos.
No me siento, desde ya, autorizado para aconsejar a nadie y menos a mis nuevos colegas. Pero con la misma franqueza y el mismo afecto con que los he felicitado, voy a permitirme decirles lo mismo que le dije cuando se graduó a la única de entre mis varios hijos que estudio abogacía. La profesión que han elegido no debe ser tanto un medio de vida como constituir un modo, una manera de vivir. Recuerden siempre que hay un deber ético para con los colegas que se traduce en un accionar honesto, leal y respetuoso en la práctica profesional, también lo hay para con el juez que resolverá las cuestiones sometidas a su decisión. Pero el primer deber ético lo tendrán para que confíen ustedes sus problemas, sus intereses y hasta sus angustias y su dolor, y para cumplir con ese deber no deberán faltar a la verdad, no deberán prometer resultados exitosos y no deberán comprometerse en la defensa de intereses, que en consciencia no estén seguros de atender con conocimientos e idoneidad suficientes.
Tengan además en cuenta que la ley no es, en definitiva, más que un instrumento de convivencia social. Pero delante de ella está la justicia que ustedes deben procurar que alcance al mayor número posible de personas. Esa justicia es la más acabada de las virtudes porque, como señalaba Aristóteles, de entre todas ellas es la única que se ejerce respecto de los demás y no respecto de uno mismo. La búsqueda de la justicia debe ser el derrotero permanente de sus vidas y no sólo en la práctica de la abogacía. No olviden que la norma jurídica antes que por su legitimación formal será válida por la justicia de sus prescripciones. La ley injusta, se ha dicho con razón, no es ley sino corrupción de la ley.
Me permito decirles que sigan leyendo y estudiando, y no sólo derecho, lean sobre historia, sobre filosofía, sobre economía, sobre política, sobre sociología, lean los clásicos desde Martín Fierro hasta El Quijote, desde La divina comedia hasta El mercader de Venecia, lean a Sarmiento con igual interés que a Jauretche o a Scalabrini. No olviden que no basta conocer el derecho si no se conocen también los antecedentes históricos y los caracteres culturales y sociales del medio en que las normas jurídicas se habrán de aplicar. La ley, que se dicte desconociendo estas realidades, estará condenada al fracaso y difícilmente será respetada por el pueblo.
No olviden, tampoco, que nuestro país es inmenso y contiene expresiones culturales y sociales diversas pero tan queribles, tan entrañables las unas como las otras. No descarten, entonces, llevar a cabo su vida tanto personal como profesional en cualquiera de nuestras provincias y quienes hayan venido de alguna de ellas a formarse acá apenas los envuelva un ramalazo de nostalgia no duden en retornar al terruño natal pues no hay nada en la ciudad grande que no puede encontrarse en el pueblo chico. Pero habrá mucho de bueno en el pueblo chico que no siempre se encuentre en la ciudad grande.
Finalmente, sepan también discernir y observar la realidad con espíritu analítico antes que sólo crítico. No acepten mansamente todo lo que se les quiere imponer o transmitir, apliquen su criterio, que lo tienen porque nuestra Facultad se los ha dado o al menos ha contribuido a formárselo. A título de ejemplo de lo que les digo para referirme a una situación actual y sin ánimo de crear controversias, asistimos en estos días a un debate sobre la intención del Gobierno Nacional de proceder a lo que denomina democratizar la justicia y yo, que como toda persona en edad provecta soy amigo de analizar las cosas y además voy teniendo tiempo para ello, me pregunto si la justicia es una virtud y la democracia una forma de gobierno cómo se compatibiliza esto de democratizar una virtud, es muy complicado. Yo, por lo menos, no veo cómo. Entonces quizás nos estén hablando de otra cosa que bien puede ser una reforma de la Constitución Nacional sin llamarla por su nombre. Disciernan, entonces, para comprender lo que se les propone y aceptarlo o no pero con plena conciencia de ello.
Sólo me resta recordarles que ustedes no han egresado, no se han ido, sólo se han graduado. Han obtenido un importante título de grado expedido por una Facultad de reconocido prestigio académico en la que han tenido el privilegio de estudiar. Han recibido en ello una formación cuya solidez proviene, posiblemente, de la diversidad de criterios y conocimientos que les transmitimos o creo igualmente valioso propios de la absoluta libertad de cátedra que en ella impera y de la que disfrutamos los profesores.
Les ruego que no se alejen pues de ella. No se alejen de ella porque esta Facultad y la Universidad de la que forma parte los necesita para continuar prestigiándose con el futuro aporte que ustedes le brindaran dentro de ella como profesores, investigadores o estudioso y fuera de ella en el ejercicio de una profesión que seguramente habrán de enaltecer. Siempre de un modo u otro aunque no sea más que en los afectos, que no es poco decir, seguirán perteneciendo a esta querida Facultad de Derecho en la que tantas ilusiones o ingratas realidades habrán tejido.
Como le hacía decir Atahualpa a su payador perseguido: “Amigos voy a dejarlos, ya está mi parte cumplida”. Les deseo el mejor de los éxitos y que Dios los bendiga.