Discurso pronunciado por la Dra. María Victoria Famá
Acto de colación de grado del día 7 de septiembre de 2012
Señora Decana, autoridades de esta facultad de derecho, profesores, profesoras, flamantes graduados y graduadas, señoras y señores.
Es para mí un verdadero honor que la Doctora Mónica Pinto me haya invitado a despedir a estos egresados que reciben hoy su diploma de abogado.
Recuerdo como si fuera hoy, el día en que yo recibí el mío, y la alegría y emoción que uno siente en un momento tan simbólico que representa muchos años de esfuerzo y estudio. La verdad es que deben sentirse verdaderamente orgullosos por esta meta tan significativa que han logrado en su vida. Pero además, deben de estar sumamente agradecidos porque durante toda su estadía en esta casa de estudio recibieron una educación pública y gratuita de excelencia, una educación fundada sobre tres pilares fundamentales: la libertad, la igualdad y la idea de justicia. Este privilegio con el que cuentan pocos países del mundo acarrea una enorme responsabilidad, la de retribuir a la sociedad todo lo que ella nos ha proporcionado y pensando especialmente en los grandes sacrificios que han debido hacer muchas personas para contribuir a sostener este espacio, un espacio al que probablemente nunca puedan acceder con la esperanza de que algún día puedan acceder sus hijos.
El ejercicio de la abogacía, en sus más bastas manifestaciones, implica verdaderamente prestar un servicio, servicio que debe brindarse con el compromiso inherente a una tarea que requiere de la satisfacción de las necesidades y la resolución de los problemas de los hombres y mujeres, niños y adolescentes en su vida cotidiana. Esta tarea tiene que asumirse con la ética que requiere este rol que nos han adjudicado y debe asumirse, sobre todo, con el norte puesto en el respeto y en la efectiva concreción de los derechos humanos reconocidos en nuestra Constitución y en los distintos instrumentos internacionales ratificados por el Estado Argentino, sea cual fuere el área del derecho que hayan elegido para desempeñarse.
La Facultad de Derecho es un importante motor de cambios sociales, acá se forman los que nos gobiernan; los que dictan las leyes que regulan nuestras conductas, que marcan nuestras obligaciones, que reconocen nuestros derechos; y todos aquellos encargados de interpretarlas e implementarlas. Se forman también, quienes a su vez forman a otros para que sigan los mismos pasos. Los invito hoy, a asumir uno de los principales desafíos que es ser parte de este engranaje fundamental de cambio para enseñar y para, a su vez, generar estos cambios en las futuras generaciones. Para ello es fundamental que ustedes se capaciten, el diploma que reciben hoy es solo un punto de partida, un punto de partida para seguir aprendiendo con convicción en que, con el transcurso del tiempo, todos estos esfuerzos van a ser valorados y van a permitirles obtener mucho más y mejores logros. La facultad los ha formado con un espíritu crítico que espero que mantengan por el resto de su vida, no crean en que les decimos, duden, reflexionen. Solo a partir de la duda, de la reflexión, de la crítica y por qué no de la rebelión, van a ser capaces de producir un discurso y una práctica distinta que permita brindar soluciones adecuadas a las reales necesidades de la gente. Esta es otra de las responsabilidades que deben asumir, trabajando ardua y seriamente.
Les toco vivir en un mundo de cambios muy fuertes, en un mundo complejo y mutante, y el derecho como disciplina esencialmente dinámica no resulta ajeno a estos cambios. Muy por el contrario, decía, hace algunos años, Elizabeth Roudinesco, una psicoanalista francesa que: “el derecho, como las otras áreas del conocimiento, está obligado a acompañar estos cambios, está obligado a acompañar esta nueva realidad, a pensarla, a interpretarla, a tenerla en cuenta y a no condenarla porque esto equivaldría a excluirla y a negarla, a transformar esta disciplina en un conjunto hermético de reglas y principios dogmáticos, y a convertir a todos sus practicantes en censores y procuradores.
Les digo también y les sugiero que si pueden y tienen vocación se inclinen por la docencia. Las grandes satisfacciones, que genera la docencia y el intercambio permanente con las nuevas generaciones que nos dan mucho más de lo que nosotros podemos darles a ellos, es algo que es inconmensurable. Esta es además otra forma de retribuirle a la universidad y a la sociedad todo lo mucho que ha brindado por ustedes.
No quiero quitarles más tiempo, solamente felicitarlos a ustedes, a sus familiares y amigos cuyo apoyo seguramente ha sido fundamental para que ustedes, hoy hayan alcanzado esta tan ansiada meta.
Les doy la bienvenida a la profesión y claro está a la lucha, hagan de ella su vida y su alimento.
Muchísima suerte y gracias.