Discurso pronunciado por la Dra. Graciela Susana Junqueira
Acto de colación de grado del día 11 de mayo de 2012
Señora Decana de la Facultad de Derecho, Señora Secretaria Académica, autoridades en general, profesoras y profesores, queridos graduados de esta tan querida Facultad, señoras y señores.
Agradezco realmente a la Sra. Decana, Dra. Mónica Pinto, esta excepcional ocasión de poder despedir a estos noveles graduados quienes en el día de hoy recibirán su diploma de abogado.
Después de varios años en el desempeño de la actividad académica y como profesora de esta Casa, me veo conmovida en mis sentimientos al despedir a todos ustedes como alumnos y recibirlos gratamente a la profesión como nuevos colegas. Rememoro la alegría y la emoción de aquel día en que me fue entregado mi diploma, junto a mis afectos más queridos, sintiendo singularmente una equidistancia entre la alegría lograda y la incertidumbre al devenir inmediato. Creo que es la misma sensación de lo que ahora sienten ustedes.
De todas formas, la despedida no es definitiva, ya que esta Facultad espera el regreso de ustedes como docentes, como magister, doctorandos, o desarrollando otras tantas diversas actividades académicas.
Graduados: se proyectan a una actividad muy importante dentro del marco de las profesiones de nuestra República y la conducta futura de ustedes será el reflejo fiel de esta Casa. De ahí, que sean nuestra esperanza siendo profesionales fundamentalmente probos, críticos, reticentes a aceptar obligaciones pre impuestas y no queridas, y manifestándose como férreos defensores de los ideales de libertad y justicia, que son sendos conceptos inspiradores de la abogacía. El compromiso es trascendental y debemos señalar el rol vital que desarrolla el abogado en la comunidad, resultando imprescindible para el crecimiento de la vida democrática.
En nuestra profesión, como en cualquier otra se encontrarán con personas buenas y no tan buenas, responsables o no tanto, con entusiasmo o sin él para capacitarse. Ustedes desde el ámbito en que se desarrollen son los que precisarán en definitiva la pertenencia. Por ello, desde aquí hoy los estimulo a asumir un desempeño profesional nobilísimo, ejercido con dignidad y nobleza, y respondiendo a las expectativas no solo intelectuales, sino éticas, que fueron valores impartidos por la Facultad y la Universidad de Buenos Aires.
Esta actividad, la de la abogacía, tiene un espectro amplísimo, partiendo desde la actividad propia del litigio, de la actividad administrativa, judicial, o asesoramiento jurídico en organizaciones públicas o privadas, nacionales o extranjeras, la docencia, la investigación, lo académico. Esto reviste una especial importancia y desde el lugar que se elija, la profesión deberá ser ejercida como corresponde, dentro de los parámetros sustanciales de la ética que tanto necesita nuestro país.
Que el esfuerzo de los años de estudio haya servido para engrandecerlos como personas ya que alcanzar un título universitario no solo implica una habilitación profesional, va más allá de lo estrictamente legal, sino que conlleve a demostrar una personalidad, una perseverancia, una capacidad intelectual y moral.
He optado por no mencionar a juristas para evitar aburrir a los asistentes que no comparten abogacía, tan solo pretendo compartir con ustedes un pensamiento de Albert Einstein, diciendo “no pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo; la crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque las crisis traen progresos, sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es rutina, una lenta agonía”. En vez de esto, trabajemos duro, acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla.
Todos ustedes superaron ampliamente las pruebas exigidas por esta Casa para llegar aquí y ahora y deben sentirse orgullosos por ello. Finalmente, hoy en el día de la graduación, tan solo les esbozo mi felicitación por sus logros. Es claramente un éxito, es el éxito exclusivo de todos y cada uno de ustedes. Nada más.