Discurso pronunciado por el Dr. Jorge L. Kielmanovich
Acto de colación de grado del día 24 de febrero de 2012
Buenas tardes señora Decana, señores autoridades, profesores, egresados, invitados.
Por amable invitación de la señora Decana y con emoción, me toca despedir en nombre de esta Facultad y como padre en nombre de otros padres, a las alumnas y alumnos que hoy egresan de esta Casa para darles ya la bienvenida como abogadas y como abogados, con la inmensa satisfacción de comprobar una vez más que esa delicada transformación culmina exitosamente gracias al esfuerzo de ustedes, los egresados, y a la labor desempañada por los profesores y los auxiliares de esta Universidad pública y nacional.
No es éste un día cualquiera ni un día más. Egresan como abogadas y abogados no sólo habilitados para procurarse dignamente el sustento, sino para constituirse en esenciales e insustituibles actores en esa difícil y delicada función de pedir y dar justicia, único sistema que permite la civilizada resolución de los conflictos y que asegura con ello la convivencia humana, y por sobre todas las cosas, la libertad, sin la cual como decía Couture, no hay Derecho ni justicia, ni paz. Y agrego, no hay sociedad, razón por la cual el cometido de los abogados es de una virtualidad que trasciende el mero interés individual de las personas que accidentalmente podamos asesorar o patrocinar para prender de la comunidad toda. Porque bien decía Kant que el Derecho es el conjunto de condiciones que permiten a la libertad de cada uno acomodarse a la libertad de todos.
No es éste un día cualquiera ni un día más. Comienzan ustedes como abogadas y abogados a transitar una de las etapas más importantes, atractivas y significativas de sus vidas, en la que podrán poner de manifiesto sus naturales habilidades y los conocimientos que adquirieron en esta Casa a lo largo de estos años, valiéndose de una formación de excelencia que les permitirá enfrentar y dar eficaz respuesta a los desafíos que estos difíciles tiempos plantean, con las luces y sombras de una realidad atractiva y atrapante.
No es éste un día cualquiera ni un día más. Es un día en el que esta Facultad no les dice adiós, sino simplemente hasta pronto, dejando abiertas de par en par sus puertas para que puedan continuar con la especialización y el perfeccionamiento que los incesantes cambios sociales y tecnológicos, y las complejidades de las relaciones jurídicas actuales demandan, y habrán de exigírseles a ustedes y a nosotros.
Para finalizar e ingresar ya en lo medular de este acto, quiero desearles en este día y en nombre de la Facultad de Derecho, y en el mío propio, el mayor de los éxitos en el luminoso camino que hoy emprenden, exhortándolos a mantener firme e inquebrantable su fe en el Derecho y en la justicia, y a procurar esos nobles nortes a pesar de los obstáculos que puedan presentárseles a raíz de la falibilidad propia de todo acontecer humano, con la seguridad de que más allá de todo sinsabor, y a modo de esencial balance, este esfuerzo bien valió la pena.
Muchísimas gracias.