Discurso pronunciado por la Dra. Mirtha Álvarez
Acto de colación de grado del día 20 de abril de 2011
Señor Vicedecano Dr. Alberto Bueres, señora Secretaria Académica Dra. Silvia Nonna, señor Secretario de Investigación Dr. Marcelo Alegre, demás autoridades de la Facultad, señores profesores, señores egresados, familiares, amigos, señoras y señores.
Me siento muy honrada por la invitación que me realizara la Dra. Mónica Pinto, decana de esta facultad, para dar un breve discurso de despedida a los flamantes egresados que hoy reciben sus diplomas. En este acto solemne se celebra la graduación de los flamantes abogados, de un procurador y de traductores públicos. Se trata, ustedes ya lo saben por que es una tradición en esta Casa de Estudios, no solo de una ceremonia de despedida de su condición de alumno de esta Facultad sino también de un momento de reflexión sobre lo que han vivido y sobre lo que les espera.
La Universidad de Buenos Aires es, siempre es necesario recordarlo, una de las más prestigiosas del mundo, como podrán comprobarlo a lo largo de vuestra vida profesional y académica. Y es en ella donde con mucho trabajo, estudio, esfuerzo y sacrificio han concretado ese sueño que tenían cuando ingresaron. Siéntanse entonces orgullosos, muy orgullosos, por que han egresado de la Universidad de Buenos Aires que le ha regalado a la cultura argentina cinco Premios Nóbel y que por la cual han pasado infinidad de científicos e intelectuales que honraron a la patria. Por supuesto que ese orgullo implica una gran responsabilidad y es la de ser testimonio permanente de la calidad de la educación recibida.
Este logro que han alcanzado implica la confluencia de distintos factores, el esfuerzo que han realizado ustedes con su estudio, el de sus profesores que respondiendo puramente a su vocación y espíritu de servició a la comunidad han ofrecido clases en continuado desde las siete de la mañana hasta las once de la noche, de lunes a viernes y los sábados, robándole tiempo a la profesión con la que se ganan la vida y a sus familias. Es bueno señalarlo, el de todo el pueblo de la nación argentina que con sus impuestos ha financiado esta Universidad, que es gratuita para ustedes pero que implica un presupuesto muy importante que la sociedad toda financia. No olvidemos también agradecer a los que han colaborado desde la periferia de esta Casa para el logro de sus objetivos, entre los que ocupan un lugar importante vuestros familiares, amigos y muy especialmente los compañeros de estudio.
Ustedes concluyeron una etapa, la de la vida universitaria de grado, con mucho éxito y por ese motivo en breve recibirán sus respectivos diplomas. Pero recuerden que han elegido un camino que los obliga a la capacitación permanente, a la actualización cotidiana, al perfeccionamiento continuo. No se alejen de la Facultad, esta Casa les brinda infinidad de Cursos de Posgrados, Cursos de Actualización, Maestrías, Doctorados, Post Doctorados, que les permitirá mantenerse al día con el estudio del Derecho, disciplina que como saben evoluciona vertiginosamente y castiga a los no se mueven al compás de los tiempos.
Quizás sientan alguno de ustedes vocación por la enseñanza y la investigación, y a ellos les decimos que se sientan convocados con alegría a sumarse a la carrera docente, recordando que no hay mejor forma de retribuir a la Universidad todo lo recibido que contribuyendo a la formación de nuevos planteles de profesionales y a sumarse a todas las investigaciones que pueblan la oferta académica de esta Facultad de Derecho.
Por cierto que además de despedirlos porque egresan, también les doy la bienvenida a su flamante condición de abogados. Los abogados surgieron en Roma como una sumatoria de aquellos que conocían el derecho y al mismo tiempo defendían a las partes, sus clientes, con vibrantes alegatos. En el abogado se suman entonces el jurista y el orador, el que piensa y el que actúa, el que imagina y el que procede. El término abogado obviamente proviene del latín y significa “el que es llamado”. Precisamente, el titulo que reciben en esta ceremonia les indica que serán llamados a ejercer la profesión tratando de poner en equilibrio lo que no está en orden, que se haga justicia ante situaciones conflictivas, defendiendo la libertad, la paz, la concordancia y la justicia.
Vuestro norte debe ser la plena vigencia de la Constitución Nacional, la justa aplicación de las leyes de nuestra Republica y la defensa inclaudicable de sus instituciones, actuando siempre con ética, con firmeza, con respeto y en procura del bien común. Sepan que la profesión de abogado fue elogiada desde la antigüedad. Les voy a hacer conocer a continuación una muy antigua frase que nos ayudará a entender cual es el concepto que de los abogados se tenia y que significa también que es lo que se espera de los abogados. Corresponde a unos Emperadores Romanos del Siglo V de nuestra era que residían en Constantinopla. En una carta que dirigen a un funcionario suyo de Ilidia y que ha llegado a nosotros por estar incluida en el Código Justinianeo se refieren a los abogados en los siguientes términos: “Los abogados, que aclaran los hechos ambiguos de las causas, y que por los esfuerzos de su defensa en asuntos frecuentemente públicos y en los privados, levantan las causas caídas y reparan las quebrantadas, son provechosos al género humano, no menos que si en batallas y recibiendo heridas salvasen a su patria y a sus descendientes. Pues no creemos que en nuestro imperio militen únicamente los que combaten con espadas, escudos y corazas, sino también los abogados; porque militan los patronos de causas, que confiados en la fuerza de su gloriosa palabra defienden la esperanza, la vida y la descendencia de los que sufren”.
Lo convoco fervorosamente a ser merecedores de tal honrosas palabras, una vez más los felicito por el logro alcanzado y les deseo mucho éxito en el desarrollo de esta nueva profesión. Felicito también a quienes están compartiendo con ustedes este momento tan importante y que han sido seguramente el sostén para que hayan podido alcanzar esta meta. Ustedes salen hoy y aquí quedan estas paredes que los han cobijado, estas aulas en las que han escuchado hablar de Derecho y justicia, estos pasillos testigos de tantas caminatas ansiosas, acá quedamos los profesores que continuaremos con nuestra tarea y también quedan los que han servido desde los cargos administrativos y los no docentes. Queda la biblioteca, queda el bar, quedan los que aun siguen buscando el final de sus carreras, quedan vuestros recuerdos de pequeños fracasos y grandes triunfos.
Aquí nos quedamos y los despedimos confiando que van ustedes a cumplir con su obligación, que no es otra que vivir honestamente, no causar daño a otro y dar a cada uno lo suyo.
Muchas gracias.