Discurso pronunciado por el Dr. Eduardo Molina Quiroga
Acto de colación de grado del día 18 de febrero de 2011
A mi amiga la Dra. Pinto, primera decana mujer de esta prestigiosísima Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires que en el día del cumpleaños de Velez Sarfield le haya pedido a un profesor de Derecho Civil que se dirija a ustedes en este acto que es un acto maravilloso por avatares de la vida de los cuales no me arrepiento, yo no pude asistir a la ceremonia de entrega de mi diploma de abogado. Y van a hacer en pocos días cuarenta años que tengo esta condición y pensaba que decir para no caer en los lugares comunes. Y pensaba: hace cuarenta años hablar del matrimonio igualitario hubiera significado seguramente el aplazo en Derecho de Familia, que todo el mundo lo mirara raro a uno y seguramente otras consecuencias negativas. Plantear que el pluralismo es un valor fundante de la democracia, en esa época en que yo me recibí era casi también una herejía. Porque no se aceptaba la posibilidad de ser diferente, de admitir que solo se puede construir consenso aceptando la opinión de aquellos que más distinto que nosotros piensan. Y cuando veíamos esta impactante, ustedes no tienen el mismo ángulo de visión que yo, esta aula repleta de hombres y mujeres, y de mujeres y hombres, porque hoy tenemos un abanderado hombre que viene a romper la casi tradición de esta facultad, donde las mujeres se destacan más que los hombres.
Que crisol maravilloso, esto es la universidad publica, esto es la hija de la reforma de 1918, esto es la universidad donde se puede discrepar, donde a nadie lo van a sancionar porque piense distinto, donde, y esto creo que es una frase de Bernard Russell o de Bertolt Brecht, “el que se calla cuando advierte que otro no tiene razón no es un idiota es un criminal”. Y esto en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires es casi una norma de conducta, acá nadie esta obligado a callarse, todos podemos decir lo que pensamos.
¿Y que pasó en estos casi cuarenta años? No los voy a repasar uno por uno, pero de repente, en aquella época se llamaba introducción al derecho, la primera noción que nos trasmitían era que el derecho vigente requería de dos elementos espacio y tiempo, para saber cual era la ley. Hoy con Internet, el fenómeno Egipto donde tuvieron que desenchufar a los principales proveedores para que los egipcios no pudieran transmitir al mundo su rebelión contra una tiranía. La posibilidad de que no tengamos limites para pensar, los avances en biogenética, la crisis de las nociones tradicionales sobre el derecho de propiedad, no solo en relación –porque hoy hubo una movilización de organizaciones de los pueblos originarios- a reconocer que la mayoría de los que nuestras familias vinieron de Europa antes de la conquista del desierto usurparon a los pueblos originarios de lo que era no solo su tierra sino su cultura, su… en fin, muchas cosas más.
Todo esto es un escenario completamente distinto, pero además ya hacen más de 27 años que vivimos en democracia, experiencia que yo nunca pude vivir, con recambios que son el producto de la decisión de la gente. Podemos hacer mil críticas, pero además tenemos un cambio que a mi juicio es medular en el orden jurídico. Los tratados de Derechos Humanos están en la cúspide, y esto nos obliga mucho más de lo que nos damos cuenta, entre otras cosas a no discriminar, a garantizar el derecho a la vivienda, al mejor nivel de salud posible, a la educación.
En este contexto repasaba y decía cual de los distintos decálogos del abogado que circulan será el más adecuado. En mi caso no podía elegir el de San Alfonso de Ligorio porque yo no tengo la suerte de tener fe, tampoco me atraían mucho aquellos que plantean que la moral tiene que estar por encima de la ley, porque en este terreno de la diversidad y del pluralismo, lo que es moral para algunos no lo es para otros, en el arte, en diez mil manifestaciones. Pero siempre voy a tomar de este maestro uruguayo Couture, algunos de ellos que tiene que ver con toda una polémica sobre sí un abogado debe ser justo o debe ser fiel. Hay quienes sostienen que el abogado no debe ser justo, por que defiende los intereses de su cliente, pero posiblemente muchos y muchas de ustedes trabajen en la justicia, ejerzan la magistratura y otros defenderán los intereses. Para quienes se han preocupado por saber de donde venimos los abogados, en las distintas culturas siempre fueron personajes que de alguna manera gozaban de cierta impunidad o porque eran sabios o porque eran nobles o porque pertenecían a los sectores de mayor capacidad. Y entonces eran los que eran llamados en auxilio, y de ahí viene el advocatus.
Yo quiero transmitirles a ustedes por un lado esta propuesta de Couture de la tolerancia: “tolera la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea valorada la tuya”, “ama a tu profesión, trata de considerar la abogacía de tal manera que el día en que tu hijo te pida consejos sobre su destino consideres un honor para ti proponerle que se haga abogado”. Y la que me parece más, maravillosa y más difícil de llevar a cabo es cuando uno tenga un conflicto entre lo que dice el derecho y lo que nos indica la justicia, y sin dudar nos inclinemos por lo que dice la justicia.
Para ir cerrando esto que no tiene otra función desde mi punto de vista que de alguna manera homenajearlos, decirles que empiezan una carrera y un modo de vida difícil donde permanentemente la tensión entre la defensa de los intereses que nos son confiados y aquello que nosotros entendemos que es justo hay que resolverlo de acuerdo a su propia conciencia teniendo en cuenta que aun en más aberrante de los sujetos tiene derecho a tener un debido proceso. Y en la concreción de ese derecho los abogados y las abogadas somos absolutamente insustituibles. Eso es por sobre todas las cosas lo que creo que tenemos que defender.
Y encontré un poema de Hamlet Lima Quintana, quizás salga un poco de los marcos de la Facultad de Derecho pero quiere ser mi tributo hoy a ustedes.
Hay gente que con solo decir una palabra
Enciende las ilusiones y los rosales.
Que con solo sonreír entre los ojos
Nos invita a viajar por otras zonas.
Nos hace recorrer toda la magia.
Hay gente que con solo dar la mano
Rompe la soledad, pone la mesa,
Sirve el puchero, coloca las guirnaldas
Y con solo empuñar una guitarra
Hace una sinfonía de entre casa.
Hay gente que con solo abrir la boca
Llega hasta los confines del alma,
Alimenta una flor, inventa sueños,
Hace cantar el vino en las tinajas...
Y después se queda como si nada.
Hay quien se va de novio con la vida
Desterrando una muerte solitaria,
Pues sabe que a la vuelta de la esquina,
Hay gente que es así, tan necesaria
Yo espero que cada una y cada uno de los clientes juzgados, asesorados por ustedes puedan decir que ustedes eran gente necesaria.
Y finalizo con una frase que me obsequiaron los estudiantes de primer año cuando yo me recibí y también me toco hablar en la cena de egresado. “Por encima de toda profesión liberal hay una profesión imprescindible que es la de ser humano”.
Muchas gracias.