Discurso pronunciado por la Dra. Graciela Medina
Acto de colación de grado del día 24 de septiembre de 2010
Sr. Vicedecano de la Facultad de Derecho, Dr. Alberto Bueres, autoridades, señores profesores y profesoras, recientes graduados y graduadas de esta Casa de estudio, señoras y señores.
Es para mi un altísimo honor haber sido convocada por el Sr. Vicedecano para dirigir a este grupo de graduados las palabras de despedida como alumnos y de bienvenida como profesionales.
Este es, claro, un momento de alegría para todos los que están aquí presentes; para quienes se gradúan, esta ceremonia constituye un instante de felicidad, porque con la obtención del diploma han alcanzado una meta, han terminado una etapa, han alcanzado la cima que se propusieron. Para quienes los acompañan, es una circunstancia de gozo, porque ven concretados en un título profesional, las horas de apoyo, el tiempo de esfuerzo, la entrega solidaria, las plegarias de los creyentes, la esperanza de los agnósticos, el amor filial, fraternal, amical o de pareja, sin el cual nadie se realiza como ser humano. Para los profesores, es también motivo de satisfacción, porque hemos contribuido en transformar a quienes llegaron con tan solo un bagaje de conocimientos de escuela secundaria, en profesionales universitarios de las ciencias sociales.
Todos estamos orgullosos; ustedes por lograrlo; nosotros, porque hemos contribuido a vuestros logros. Pero, además de nosotros, alumnos, familiares, amigos y profesores, hay alguien mas que ha contribuido intensamente a generar la posibilidad de vuestra carrera universitaria; ese otro es quien ha financiado vuestros estudios, y es a ese otro a quienes ustedes también deben su agradecimiento.
Puede sonar extraño lo que decimos, pues se afirma enfáticamente como una conquista irreversible la gratuidad de la enseñanza universitaria. Pero tal gratuidad no es tal; esta facultad y todas las demás facultades de las universidades públicas tienen costos que afrontar, mantenimiento de los edificios, salario del profesor docente y no docente, servicios públicos, libros, revistas, materiales e infinidad de rubros que se multiplican y alcanzan cifras millonarias que aparecen consignadas en los presupuestos de cada universidad. Entonces, en que consiste la gratuidad de la enseñanza; pura y exclusivamente en que los beneficiarios directos, los alumnos, no están obligados a pagar una matrícula o una cuota, y que por lo tanto, los costos de la universidad se afrontan con el aporte de todos los argentinos y argentinas quienes contribuyen a sostenerla con sus impuestos. Argentinos y argentinas que pagan impuestos al consumo, claro, porque son los más fáciles de recaudar, con lo cual son igualmente los pudientes y los no pudientes los que lo soportan, muchos de los cuales viven a cientos de kilómetros de una universidad pública, que pueden no tener título secundario ni posibilidad de acceder a ésta ni a ninguna otra universidad.
Cierto es que toda la sociedad se beneficia cuando se incorporan profesionales universitarios bien formados como ustedes, en una buena facultad como ésta, y ello es lo que justifica que la universidad se financie a través de los aportes de todos. Pero ello no importa descartar que esos mismos egresados son beneficiarios directos del sistema en tanto van a poder utilizar la habilitación profesional que la universidad pública argentina concede automáticamente con el título y por ello tendrán a partir de hoy la posibilidad de ejercer esa profesión.
En muchos países rigen sistemas que ustedes conocen o, por lo menos, han escuchado de ellos; créditos, préstamos de honor que deben devolverse después de graduados, obligación de realizar ciertos servicios comunitarios, etc. Todo pensado para que el graduado universitario, de algún modo, retribuya ese soporte que ha recibido durante años de ese personaje difuso, pero real, que es el conjunto de la sociedad.
Entre nosotros, ello todavía no existe; por ello ustedes no tienen un deber jurídico de restituir esto que han recibido. Pero estoy segura de que entienden cual es el compromiso que tienen con una sociedad que auna los esfuerzos de todos sus miembros para darle a los jóvenes la oportunidad de formarse en una de las mejores facultades, de una de las mejores universidades de América; y que de ello emana hacia ustedes un deber moral de devolver algo a esos millones de argentinos que con su esfuerzo contribuyen diariamente a sostener las universidades públicas.
Lógicamente se preguntarán cómo hacerlo, cuánto, cuándo y a quién restituir. No es una restitución en especie, ya que sería imposible establecer la forma de compensar de algún modo al remisero de Zapla, Jujuy, al agricultor de La Banda, Santiago del Estero, o al quiosquero de la villa 31 que a través del pago de sus impuestos contribuyó a vuestra formación.
Esa retribución se satisface con compromisos que ustedes hoy, al salir de este magnífico salón con vuestros diplomas de abogados y traductores, asumen frente al resto de los argentinos.
El primero de esos compromisos es el de ser cada día mejores profesionales, lo que, como señalaba uno de los grandes maestros de esta Facultad, Eduardo Couture, implica el deber de estudiar siempre y perfeccionarse continuamente. No olviden que el Derecho y el idioma evolucionan día a día y que ustedes tendrán en sus manos nada menos ni nada más que el honor, el patrimonio y la libertad de las personas que confíen en vuestro saber y en vuestra dedicación a la causa. Es su deber conservar y, si es posible, mejorar el nivel de los conocimientos que han adquirido en esta Facultad, y ello solo se logra estudiando cada día.
El segundo deber es disponer de algún poco de su tiempo y de su ciencia en beneficio de aquellos que lo necesitan. Los colegios de abogados y de traductores organizan sistemas de patrocinio pro bono o consultorios jurídicos gratuitos de los que podemos participar. Podemos dar una clase, donar un libro, dar una charla en un club, asesorar a una organización comunitaria, formar parte de una ONG. Todos los días se les presentará una oportunidad de hacer algo con lo que retribuir aunque sea parcialmente aquello que hasta ahora ha recibido.
Jóvenes graduados, ustedes saben tanto como yo que todas las personas quieren un mundo mejor, un mundo más justo, más equilibrado, con más concreciones en derechos humanos y menos declaraciones vacías de contenido. Ustedes tienen en sus manos el medio para hacerlo realidad. Simplemente recuerden cada día que ese medio del que disponen lo han obtenido en esta Facultad, que los albergó sin pedir a cambio nada más que la comprobación del conocimiento adquirido.
Graduados y graduadas, mis felicitaciones. Señores acompañantes, mi agradecimiento por vuestro solidario cariño. Colegas profesores, mis respetos por su esfuerzo.
Muchas gracias.