Discurso pronunciado por el Dr. Calógero Pizzolo
Acto de colación de grado del día 11 de mayo de 2009
Sr. Decano profesor emérito Dr. Atilio Aníbal Alterini, señor secretario de investigación profesor consulto Eduardo Barbarosch, graduados y graduadas, colegas, familiares y amigos.
No puedo dejar pasar la oportunidad de declarar el honor que para mi persona significa el hecho de haber sido invitado a pronunciar estas breves palabras. Momentos como este están dotados de un carácter trascendente. Uno se encuentra de frente a un auditorio donde convergen viejos conocidos como exalumnos y otras tantas personas que, desde el anonimato, siempre han estado con su apoyo, con su contención a nuestros estudiantes.
El momento es trascendente porque permite, cuando el esfuerzo de todos Uds. se ve recompensado, realizar algunas reflexiones, cuanto menos algunas palabras que los acompañen en el final de un ciclo y el inicio de uno nuevo.
Por ello no debemos dejar de resaltar la doble función que cumple, entre nosotros, la educación pública. Por una parte “forma” y, por la otra, “iguala”. Nos forma en la medida que nos permite desarrollarnos intelectualmente, dotarnos en nuestras vidas de un nuevo “sentido de responsabilidad” tanto en lo individual como en lo colectivo. También la educación pública iguala. Hace posible la reunión, en un mismo claustro, de alumnos provenientes de hogares diversos y orígenes distintos. Es este un valor de nuestra sociedad que debemos defender, en tanto que posibilita el ascenso social de sus miembros, el hecho que hijos de obreros, de inmigrantes, de profesionales, de empresarios, entre tantos otros, puedan acceder a la misma educación de forma igualitaria.
El momento que enfrentamos es trascendente, también, porque hace posible señalar con firmeza ese sentido de responsabilidad que vimos genera el estar en posesión de un saber especializado como el derecho. Suman con ello una nueva responsabilidad a sus vidas: la defensa de la ley y, sobre todo, de la “ley de leyes” que es la Constitución Nacional. Uds. tienen la obligación, el deber de defender en el ejercicio diario de la profesión el estado constitucional de derecho y las instituciones que lo representan.
En un célebre diálogo llamado “Critón o del deber”, Platón ubica a Sócrates ante la posibilidad de fuga para así eludir la condena a muerte que pesaba sobre él. Uno de sus discípulos había sobornado a los guardias y lo invitaba a escaparse aludiendo a la injusticia que representaba aquella condena. Sócrates rechaza la propuesta. Afirma que “en ninguna circunstancia es permitido ser injusto ni devolver injusticia por injusticia, mal por mal”. Dirigiéndose a su discípulo, lo invita a reflexionar sobre si en el momento de la huída “la ley y la república misma se presentasen delante de nosotros y nos dijesen: Sócrates, ¿qué vas hacer? ¿La acción que preparas no tiende a trastornar en cuanto de ti depende, a nosotros y al Estado entero? Porqué, ¿qué Estado puede subsistir si los fallos dados no tienen ninguna fuerza y son eludidos por los particulares?”. Para concluir: “¿sin leyes que ciudad puede ser aceptable?”.
Yo me permito recordarles a Uds., abogados y abogadas, y con esto termino, que han escogido una profesión que tiene por oficio la defensa de la libertad y los derechos. En muchas ocasiones les parecerá que la injusticia, la corrupción misma, es inevitable. Habrá tentaciones. Recuerden siempre entonces que la ciudadanía en su conjunto, pero sobre todo aquellos que no han tenido ni tendrán la posibilidad de estar con nosotros aquí, esperan de Uds. que cumplan con su deber de defender la ley, con todo sacrificio y devoción.
Es para lo que han sido educados.
Gracias por la atención dispensada a estas palabras.