Discurso pronunciado por el Dr. Mario Resnik
Acto de colación de grado del día 19 de marzo de 2009
Primero, agradezco al Señor Decano que me haya confiado la oportunidad de dar estas palabras. Deseo expresar una enorme congratulación para todos los que hoy se gradúan y un enorme agradecimiento institucional para toda la estructura afectiva que permitió el esfuerzo que implica el cumplimiento de cualquier estudio universitario, es decir, ese mundo afectivo que nos sostiene en los momentos duros, cuando el profesor cometió una injusticia, cuando nos aplazaron, cuando creíamos que sabíamos y no lo sabíamos tan bien, cuando tuvimos que repetir una experiencia, incluso cuando se ha cometido alguna injusticia que haya afectado la normal convivencia, que también pertenece al orden de la vida.
Quiero agregar a los agradecimientos y congratulaciones una mención a las graduadas de esta mañana, que son muchas, hasta me parece que son más que los varones. Las mujeres como representantes del género femenino afrontan todavía muchas dificultades en cualquier empresa cuando ingresan en el mundo de lo público. Ésta es una Facultad con una gran presencia femenina y sabemos que no sólo asumen el papel de estudiante, también tienen el papel de madre, jefa del hogar y además, a veces trabajan en forma remunerada.
Así que los graduados son los protagonistas, las familias son el sustento afectivo que los ha mantenido vivos y despiertos hasta hoy, y las mujeres merecen algún tipo de reconocimiento especial.
Cuando somos antiguos en la vida, tendemos a vivir más en el pasado que en el presente, pero quiero aferrarme a un pensamiento de Maquiavelo cuando negaba que el pasado fuera mejor que el presente. En primer lugar, el presente es lo que tenemos ahora, el pasado murió, no está más. Nos pesa, nos gravita, nos condiciona. Tenemos que mirar de aquí en adelante. Además, el pasado no siempre fue mejor. He anotado algunos elementos que permiten afirmar la idea de que el pasado institucional y educativo de la Universidad no fue mejor que el presente. Por ejemplo, ustedes ingresaron en esta Facultad en la Universidad de Buenos Aires y nunca vivieron una ruptura institucional. Vivieron crisis, problemas, dificultades, enfrentamientos pero nunca en 26 años vivieron un derrocamiento del orden institucional por medios violentos. Yo recuerdo haber llegado a esta Facultad para rendir un examen y estaban las fuerzas militares en Libertador y Callao. Pasábamos con naturalidad por ahí, nos parecía normal. Hoy eso ya no pasa y no puede pasar.
Cuando fantaseaba con las palabras que iba a pronunciar, me preguntaba qué es lo mejor que esta Facultad nos enseña. Y lo digo porque es lo mejor que me enseñó a mi. Me enseñaron el derecho civil, el comercial, el penal, el constitucional, el político, hasta romano, historia del derecho, economía política. Pero hay una cosa fundamental que tiene esta Casa y es lo que yo me lleve: el pluralismo. No hay Casa de Estudios en la Argentina que ofrezca esta enorme variedad de pensamiento, de doctrina, de aproximaciones. Éste es el verdadero lujo de esta Casa de Estudios. Muchos profesores plurales, donde no hay un pensamiento único: los dogmas de una cátedra se rebaten en la de al lado y los profesores de una misma cátedra discrepan. Recuerdo que como alumno lo veía mal, porque dependiendo de quién me tomara examen era lo que tenía que decir. Pero hoy me doy cuenta de que no hay pensamiento único ni en el derecho ni en la ciencia ni en la vida. Por eso, aquí rige de manera importantísima la libertad de cátedra. Todos los profesores dictan sus materias, las enseñan y las difunden de acuerdo a sus creencias, sus doctrinas y sus ideologías.
Hay otro elemento que se está produciendo en estos últimos 25 años, y éste es el cambio que la Facultad también esta pugnando por hacer. Aquí se produce cotidianamente una manifestación de la cultura del encuentro. El trabajo pedagógico es trabajo en el encuentro y en la concurrencia de todos los distintos. Éste es el arte con el que la Facultad se expande como organismo creador de doctrina jurídica.
Además, predomina entre nosotros un compromiso ético-institucional. No es sólo que durante 26 años no hubo rupturas institucionales, sino que no queremos que las haya ni ahora ni en el futuro. Éste es un compromiso latente y creo que todos expresamente lo podemos asumir.
Otra circunstancia que tiene la Universidad Pública se relaciona con una frase religiosa que dice: “el arte de la vida consiste en dar y en agradecer”. La Universidad nos dio, y ahora vamos a agradecer. Pero no sólo la Universidad nos dio, Ésta es una expresión de la sociedad política y pública y me gustaría que asumieran el compromiso de entregar a la sociedad parte de los conocimientos y las aptitudes que han cultivado aquí.
Por supuesto, dejo de lado que la educación no debe ser repetición sino que tiene que haber investigación. Asimismo, dejo de lado que esta Facultad cumple de una manera notable la extensión universitaria, es decir, pone a disposición de la sociedad bienes y servicios que no son estrictamente propios de la Universidad; y también, la idea del cogobierno entre los distintos estamentos que conforman la Universidad.
Por otra parte, me di cuenta que de aquí no egresan, aquí se incorporan. Ésta no es mañana de despedida, es mañana de incorporación. Lo único que pasa hoy es que reciben un símbolo de la graduación, pero ustedes siguen incorporados a esta Casa. Estén presentes o no. Nadie pasa en vano por estas aulas, creo que nadie sale igual a como entró y todos salimos mejores.
Por eso, para terminar, deseo, auguro, espero, tengo fe en que sean abogados eficaces, que es lo que la sociedad quiere; que distingan permanentemente entre la ley y la no ley; que capten que los conflictos jurídicos son también conflictos entre personas, y que la ética de la responsabilidad implica que además de solucionar el conflicto, tenemos que hacerlo con el menor daño posible a las personas. Ojalá pudiéramos resistir a las tentaciones de la vida fácil o a la cultura de la ostentación.
En el orden personal, mi deseo íntimo es que estos vínculos que los han mantenido vivos y trabajadores, los mantengan. Y que estos niños que hoy están aquí los veamos crecer o alguien los vea crecer y que sean los que sucedan a ustedes en esta gesta educativa.
Pero, sobre todo, voy a evocar a Eduardo Couture, pensador uruguayo que escribió “Los mandamientos del abogado”. Hoy quiero inspirarme en el décimo mandamiento. Espero que cuando los niños que van a llegar como producto de los vínculos que han tejido, les pregunten a ustedes abogados qué carrera les sugieren seguir, ustedes con orgullo puedan decir “sean abogados”. Pero no sólo eso, podemos agregar que cuando pregunten en qué Casa de Estudios podremos ser abogados, ustedes con idéntico orgullo, con alegría y satisfacción puedan decir: “en la Universidad de Buenos Aires”.