Discurso pronunciado por el Dr. Marcelo Haissiner
Acto de colación de grado del día 24 de octubre de 2008
Señor Vicedecano, señores secretarios, señores profesores, graduados de posgrado, de grado, familiares, alumnos.
Recibí la propuesta del señor Decano Atilio Alterini y del Secretario Académico Gonzalo Álvarez de dirigir las palabras en este acto de colación, con mucha emoción, alegría y responsabilidad.
Emoción por importar un reconocimiento a mi presencia en esta Casa de Estudios en la que integro el cuerpo de profesores desde hace más de treinta años. Alegría, por ser parte de un acto dichoso para la mayoría de los aquí presentes, la coronación de años de esfuerzo y la obtención de un logro buscado por los estudiantes en las distintas especialidades.
Este premio al esfuerzo no es, sin embargo, solamente de ustedes. Habrán de compartirlo con aquellas personas que hoy sentadas en esta misma sala vinieron no sólo a acompañarlos haciendo acto de presencia, sino a recibir el suyo propio. Son ellos, todas las personas que a lo largo de la carrera los acompañaron en las horas de renuncia, alimentando y reafirmando vuestra convicción, con quienes contribuyeron a superar aquellos escollos, con quienes los contuvieron frente al temor, los orientaron en la duda y los consolaron en el tropiezo.
Es el premio a padres, esposos y a veces hijos que estuvieron junto a ustedes a lo largo de estos años y que están hoy aquí en el ejercicio de sus propios derechos porque ninguno de nosotros dudará seguramente de cuán importante fue en estos años sentirse acompañados en el camino del esfuerzo con las personas que queriendo lo mejor para ustedes se ordenaron junto a ustedes en dirección de una meta que pasó a ser una meta común de la familia.
Pero también responsabilidad porque en este acto, en este mismo momento, ustedes están recibiendo la palabra de un profesor cual si fuera una breve última clase minutos antes de estrenar su título en la calle, en la vida, en la sociedad, que crudamente los espera.
Nos hemos enterado por los medios de acceso informático, que hoy son casi instantáneos y de modo cual si fuera un fenómeno meteorológico, que los países desarrollados entraron en crisis económica y que, por el fenómeno de la globalización, el mundo entero sufrirá sus consecuencias. No se conoce aún su dimensión ni cómo afectará a nuestro país más allá de sus problemas propios.
Estamos asistiendo a un camino de parámetros, sistemas, mecanismos de salvataje no tradicionales, todo ello acompañado por leyes y cuerpos normativos que vienen quizás después del fenómeno económico que sorprenden al ciudadano común y también al jurista.
Decía el tratadista Luis Josserand, “el jurista se adapta a su época o la sociedad prescinde del jurista”. Y es en esta realidad que quienes estamos cerca del derecho, viviremos en los tiempos que vienen momentos de desconcierto, pesimismo e incertidumbre, sobre nuestro futuro y los caminos a seguir.
Es desde la experiencia personal que hoy puedo contarles un hecho que quizás ayude a sus decisiones. Corría el año 2002 y, en medio de la crisis más severa económica que la Argentina recuerde, donde los abogados defendíamos con poca esperanza bienes jurídicos económicos afectados propios y ajenos, correspondía y así lo hizo la Facultad, llamó a la prueba de oposición para la renovación de cargos de profesores de la especialidad en la que enseño. Resultaba realmente un desafío a nuestra motivación abstraerse del mundo real caótico y preparar un examen académico en esos días. De la totalidad del universo de profesores, la mayoría pudimos hacerlo y sorteamos el momento y la prueba con éxito. Unos pocos sintieron que no tenía sentido semejante disociación.
La crisis de ese momento pasó. Orgullosos aquellos que participamos del concurso, seguimos en nuestros cargos y en la vida cotidiana. Quienes se dejaron llevar por el desánimo, seguramente hoy extrañan los claustros. Sólo la íntima convicción de que la capacitación realizada y la que seguramente vendrá, es el camino de la superación de la crisis en cualquiera de sus manifestaciones es la enseñanza que hoy les quiero dejar.
Luchen por superar la adversidad con armas nobles, y seguramente lograrán el éxito. Ese mismo éxito que ustedes aprendieron en la universidad, con el parámetro del esfuerzo y no la consecuencia del azar.
Comienza una etapa en la que seguramente harán de esta profesión además de una vocación, un arma de vida. Ya sea que se dediquen al ejercicio de la profesión, o que escojan la carrera judicial, o se dediquen a la investigación. Cualquier alternativa importa un nuevo desafío frente al que experimentarán sensaciones bastante parecidas a las que sintieron aquél día, el primero, en los pasillos de la Facultad.
Quiero hablar de vuestro futuro. Para quienes vayan a ejercer la profesión les dejo además del muy amplio objetivo de luchar por la justicia, el más concreto, de hacer cuanto esté a vuestro alcance, en el marco de la ley por defender los intereses que el cliente haya encomendado. No podrán prometer resultados, pero sí deberán prometer la realización de los esfuerzos más caros por defender esos derechos comprometidos, con honestidad hacia el cliente, sin anteponer intereses personales, pero sin claudicar en la lucha, sin traicionar vuestras propias convicciones, lo que será la mejor forma del ejercicio de la profesión de abogado.
Para quienes escojan la carrera judicial, el compromiso de la auténtica imparcialidad. Por cuanto más la sociedad espere de ustedes, más tanto deberá ser el compromiso de satisfacer los más elevados criterios de una auténtica justicia. Tendrán en tal caso, el poder de privar a una parte de algo para concedérselo a su contraparte, a sabiendas de que no podrán dividir siempre salomónicamente el resultado del proceso. Tendrán también el poder de contribuir para infundir en la sociedad desde cada uno de ustedes, la tranquilidad de la existencia de una justicia igual para todos.
Para quienes tengan previsto dedicarse a la investigación, la gran responsabilidad de saber que de su labor dependerán argumentos que haremos nuestros en el ejercicio diario de búsqueda de una justicia que deberá traducirse en la mejor solución al caso concreto.
Todo ello sin dejar de privilegiar a la persona que cada uno de ustedes es, pues serán todavía mejores profesionales, aún si no se olvidan de ser al mismo tiempo, cada día, una persona mejor.
Hoy están aquí no solamente los nuevos abogados, sino quienes reciben sus diplomas de estudios superiores. Ellos también son un ejemplo a seguir. El derecho es una ciencia dinámica y como tal se halla en constante evolución. Eligieron con el mismo sacrificio el camino del estudio constante y del perfeccionamiento sistematizado. Ejemplo del aporte con el que es posible también construir una sociedad mejor.
A todos ustedes mis más sinceras felicitaciones en nombre de la comunidad de profesores de esta Casa que hoy me toca representar. Será un verdadero orgullo encontrarlos haciendo el bien en los caminos de la vida.
Muchas gracias.