Discurso pronunciado por el Dr. Raúl Gustavo Ferreyra
Acto de colación de grado del día 26 de septiembre de 2008
Sr. Decano, autoridades, abogadas y abogados, ciudadanas y ciudadanos:
Mi agradecimiento, Prof. Atilio Alterini, por esta distinción para compartir con la comunidad académica y sus familias este mensaje de calurosa felicitación, a nuestros colegas, abogadas y abogados, que hoy recibirán su diploma.
El significado vehiculado por la graduación es un momento único, tan irrepetible como imborrable de la memoria personal. No soy docto en hacer profecías. Sin embargo, puedo referir, que todo cuanto suceda hoy, lo recordarán toda la vida. Sin entrar en discusiones abstractas tiene razón Gabriel García Márquez (1985): la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, se logra sobrellevar el pasado.
Hoy es un momento magno para todos ustedes. Si se me permite, propongo distinguir, como si se tratare de una galería de arte, tres ambientes. Juntos observemos, recorramos, a vuelo de pájaro, primero, el mundo; luego, nuestra realidad argentina y, finalmente, sus itinerarios en la puerta de entrada a sus vidas.
Hace unos años ustedes se preocuparon por el entendimiento del mundo. Adoptan la decisión de comprender un fragmento de ese mundo: el Derecho. Ingresan a nuestra Facultad, unidad académica de la UBA, cuyos rasgos básicos son la autonomía, la gratuidad, la naturaleza pública y el pluralismo.
No se conoce la edad del universo. Recientemente, en Europa, se ha tomado noticia que los físicos realizaron un nuevo experimento sobre aspectos del asunto.
Nuestra Universidad ha cumplido, el mes pasado, 187 años.
La realidad argentina y sus realidades personales.
¿Qué se quiere significar?
Muchos de ustedes han nacido después del 10 de diciembre de 1983. Un momento clave de la historia de la Argentina. Democracia, entendida como decisión de los ciudadanos y ciudadanas que integran el pueblo, más Constitución, es decir, ingeniería jurídica, quedan más sólidamente afirmadas que nunca en la historia argentina.
Sin embargo, la Argentina, a punto de cumplir 25 años desde la restauración del sistema democrático constitucional, todavía no logra definir, adecuadamente, su identidad cultural.
Hoy, la única manera de insertarse en el mundo es demostrando que la Argentina es una comunidad con fuerte vocación para la organización.
¿Pero por dónde empezar? Desde el punto de vista del Derecho, se puede empezar por sugerir las ventajas que trae aparejadas el cumplimiento de las reglas. Porque en las comunidades más importantes del mundo, casualmente, se cumplen las reglas. Para eso están las reglas: para ser cumplidas.
Cada uno de ustedes, al elegir la carrera de abogacía, dispusieron estudiar, seriamente, la estructura, valor y función de reglas de Derecho.
A partir de hoy varios verbos se incorporan a sus itinerarios personales. Así podrán abogar, juzgar, asesorar, postular el cambio o en fin investigar en pos del desarrollo y actualización de las piezas del sistema jurídico. Si lo desean pueden quedar ligados a nuestra Facultad para emprender la docencia, la actualización, el perfeccionamiento, una maestría o el doctorado.
Ser abogada o abogado, colegas, tiene la ventaja que varios actividades pueden ser cumplidas al mismo tiempo o en diferentes momentos de nuestras vidas. En resumidas cuentas: crear el Derecho o aplicarlo, tareas tan apasionantes como espesas e inciertas, ¡muchas veces!
Argentina está a poco de cumplir 25 años de continuidad democrática. No es poco. Sólo que, en materia de historia institucional, un cuarto de siglo marcaría tan solo el ingreso a una suerte de pre-adolescencia.
Lamentablemente, la historia de una democracia constitucional no coincide con las etapas biológicas de un ser humano.
Biológicamente, 25 años marca la salida de la adolescencia, sin dudas: en cambio, los resultados institucionales son bien distintos.
No obstante, la Argentina no va tan mal. Podría estar muchísimo mejor es otro cantar. Por de pronto, se observa, que transita hacia la adolescencia democrática. Si, lo hace más lentamente que otros países. Pero, mientras se continúe en la senda estimular el respeto de las instituciones y se propicien el cambio cultural, se puede esperar un verdadero crecimiento comunitario, en paz y con equidad social.
Si ha de ser moralmente aconsejable, como dijera Bertrand Russell (1925) que la buena vida es aquella inspirada por el amor y guiada por el conocimiento, porque las emociones y el intelecto son siempre susceptibles de ampliación; por lo tanto, por buena que sea una vida, siempre se puede imaginar una mejor. La cultura, la cultura jurídica florece en la comunicación, se extingue en el aislamiento. La única manera de aumentar y no devaluar los conocimientos es compartir. La Universidad, la Facultad, permiten que conozcamos la cultura del otro y, al mismo tiempo, que los otros conozcan la nuestra.
Abogadas y abogados, bienvenidos como profesionales del Derecho. Se los invita, pues, a pensar una y otra vez, a reflexionar una y otra vez y a cambiar lo que haya que cambiar y sostener lo que merezca ser sostenido.
Probado que el Derecho es fruto de la razón humana, manos a la obra.
Y como enseñó nuestro Maestro, Germán Bidart Campos: ¡Sursum corda!