Discurso pronunciado por el Dr. Pablo Oscar Gallegos Fedriani
Acto de colación de grado del día 29 de agosto de 2008
Buenos días, señor Decano de la Facultad, autoridades, profesores, alumnos, familiares, amigos.
Primero a los egresados les deseo un muy buen día del abogado. Se reciben en el día del abogado con lo cual parece que empiezan la carrera profesional con el pie derecho.
Quiero hacer mías unas palabras del Dr. Alterini que recogí la semana pasada donde decía que “ustedes tienen el honor en un país como el nuestro, de recibirse en una universidad pública, laica, no confesional, gratuita y de absoluta y total igualdad". Se ha dicho siempre que la universidad no cumple con esos requisitos. Yo llevo más de 30 años como profesor en esta Facultad, y creo que siempre los ejemplos sirven, por lo que voy a contar tres cuentos que me pasaron en esta Facultad. Un día tomando examen, era ya de noche, una alumna me dice “doctor por favor ¿me puede tomar examen?”, le respondo “¿Qué problema tiene?”, me expresa: “se me va la lancha”. Yo sabía que a la Facultad se venía en colectivo, en auto, a pie o en taxi, pero nunca pensé que se venía en lancha. Entonces le reclamé: “dígame, ¿usted dónde vive?”, me responde: “yo vivo en Villa Paranacito y tengo una hora y media de lancha, y la última sale a las 20.30 de Tigre”. Entonces yo obviamente le tomé examen, la chica aprobó, habrá tomado su lancha, y se habrá recibido supongo.
El segundo caso que quiero contarles es uno que sucedió el año pasado. Estaba tomando examen a las 8.30 de la mañana y había un señor mayor -no tan grande como yo- que estaba dando examen con una cara de dormido muy grande. Y le pregunté, le digo: “dígame ¿usted se quedó sin dormir para preparar este examen?”, y me contestó: “no doctor, yo no duermo porque soy panadero y a las tres de la mañana me levanto para preparar el horno de la panadería. Y después de la panadería que queda en Haedo, la deje abierta y vine a dar el examen”.
Y voy a contarles otro más para que esto no parezca un cuento de Cenicienta. Un día pedí un trabajo práctico que había que presentarlo el lunes siguiente. Una alumna muy acomplejada vino y me dijo “hay doctor lo siento mucho pero no pude presentarle el trabajo, porque este fin de semana fuimos con pá y má en el yacht y llevé la laptop y justo má se olvidó de poner el aparatito que hace funcionar la laptop en el yacht y no le pude presentar el trabajo”.
Estos ejemplos que presento, son los ejemplos de la Argentina que todos querríamos. Es decir, aquellos en donde los panaderos, los que viven en Villa Paranacito, la gente que tiene dinero, la que no lo tiene, pueda estudiar. Y ustedes lo han podido hacer. Esto es un lujo de la universidad, esta universidad es un lujo, y ustedes son el resultado de ese lujo.
A eso quiero agregar algo que escuché alguna vez que decía que la Universidad de Buenos Aires era la aplicación exacta de la teoría de Darwin. Es decir, sobrevive el más apto. Ustedes han sido los más aptos, no sólo los más inteligentes y los más estudiosos. Sino los que han tenido más paciencia, los que han tenido más tesón, los que han tenido la fuerza necesaria para llegar a este momento.
Quiero hacerles extensivo, algo que en este momento no se están dando cuenta. Que es algo que se vive muy pocas veces en la vida. Ustedes son fuente de alegría en este momento. Toda esta gente que está aquí, está feliz por ustedes porque se han recibido, porque han terminado. Y la capacidad de dar felicidad del ser humano, es reducida, tiene pocas oportunidades. Aprovéchenla, esta es una oportunidad para que ustedes hagan felices a aquellos que los están acompañando. Y siéntanlo como un momento único de sus vidas.
Por último, les voy a dar tres recomendaciones más. No se olviden de nosotros los profesores que les hemos dado lo más preciado que tenemos que es nuestro tiempo. Parte de nuestra vida la han llevado ustedes. El dinero se puede devolver, un auto se puede devolver, un reloj se puede devolver, el tiempo que nosotros les hemos dedicado lo hemos perdido o lo hemos ganado definitivamente. Y ninguno de ustedes me podrá devolver ni a mí, ni a todos los profesores que están aquí, el tiempo que les hemos dedicado. La segunda recomendación que les hago es la siguiente: ustedes son gente educada en un país injusto, entonces, con el título que tienen hagan todo lo posible para que aquellas injusticias que vean en el camino puedan solucionarlas. Desde sacar un DNI hasta pedir un certificado de domicilio, no les pido el juicio maravilloso, les pido que algo de lo que la comunidad les ha dado lo reviertan ustedes en el futuro. Y, por último, me voy a elevar un poquito más y me voy a referir al Evangelio según San Juan que es el más lindo de los cuatro Evangelios. San Juan dice que en el principio fue el verbo, ahora le dicen palabra en la traducción, y que el verbo se hizo carne. Ustedes van a trabajar con el verbo, es decir, con la palabra. Van a ser hacedores de palabra. Cultiven la palabra escrita. Cultiven su forma de hablar. Sean sencillos. Sean llanos. Sean comprensibles y no nos abandonen. No nos dejen solos. Vuelvan cuando quieran. Quienes estamos en esta Facultad, los queremos y sentimos hoy, la alegría de su partida como abogados y al mismo tiempo una pérdida inmensa.
Muchas gracias.