Discurso pronunciado por el Dr. Jorge Berbere Delgado
Acto de colación de grado del día 6 de junio de 2008
Ante todo buenos días.
Sr. Decano, Sr. Ministro de Trabajo, Señores Secretarios, Compañeros profesores, queridos estudiantes que hoy se gradúan, familiares, amigos.
Me llenó de alegría cuando el Sr. Decano me invitó a pronunciar las últimas palabras que como estudiantes, van a recibir de un profesor, que desde hace muchos años viene ejerciendo esta vocación docente, con profundo cariño y respeto hacia todos Ustedes.
Pero también, a la vez, sentí un gran compromiso y una gran responsabilidad, puesto que consideré que estas palabras, debían apartarse del formalismo de una simple despedida, para transformarse en un ejercicio de reflexión, en días como el de hoy de tanta convulsión y trascendencia para nuestra patria.
Hoy, nuevamente estamos viviendo momentos de confusión.
Hoy, nuevamente sentimos que nos encontramos en un país, donde otra vez aparecen los fantasmas del desabastecimiento, de la falta de trabajo, de la carencia de seguridad, de la inflación, de la imposibilidad de exterminar la mortalidad infantil, donde se torna dificultoso recuperar la salud de la gente más humilde, donde se hace difícil erradicar definitivamente la pobreza.
Pensar, que frente a esos fantasmas, hace muy pocos meses, escuchábamos decir, por los mismos que hoy se enfrentan, que estábamos atravesando uno de los mejores momentos de nuestra economía.
Estos aconteceres, de absoluta incoherencia y contradicción, que se van repitiendo de tanto en tanto en nuestro país, hace que la juventud atraviese por una crisis de ideales, que no existan líderes que sirvan de modelo para imitar o seguir, y que parezca que hemos entrado en la cultura del zapping de la vida, de la inmediatez en satisfacer nuestras propias necesidades, en una sociedad donde sólo se interesa por el consumo y los valores materiales, tornándose cada vez más injusta.
Luchar por el derecho, la salud, la dignidad, la prevención, la educación, la seguridad, el trabajo, resultan hasta pretensiones tontas o ingenuas frente a la muerte cotidiana como consecuencia del hambre o la violencia.
Existe hoy un verdadero triunfo, un apogeo del cinismo, donde la ausencia de pudor no sólo amortigua sino que neutraliza la falta, se exhibe descaradamente lo que debiera ocultarse y se pierde así la percepción y la ética, la confianza en todo y también el sentido.
La mayoría de las veces nos quedamos atónitos frente a las públicas contiendas verbales de encumbrados dirigentes, donde las palabras pronunciadas pierden todo sentido; por ello, no más apropiado para hoy lo expresado por Cortázar cuando decía que “hay palabras gastadas, que de tanto ser usadas en forma vacía, han perdido el sentido para la gente”, y entonces, pensamos en democracia, libertad, justicia social, y agregaría fundamentalmente solidaridad y respeto hacia el otro.
Estas reflexiones, producto de las circunstancias actuales y de la experiencia por el camino recorrido, motivaron mi deseo de expresarle a los que hoy reciben su título de abogado que abracen esta disciplina jurídica como la introducción a la moral sustentando sus actos en el único principio de ética absoluto, el principio formal kantiano del “respeto hacia todos los seres humanos”. Que le otorguen el real significante a las palabras, y que cada vez que sean usadas, tengan la validez del acto que representan, es decir, cuando hablen de justicia, contribuyan para que se haga en realidad justicia; cuando hablen de solidaridad, sean realmente solidarios; cuando hablen de democracia, sean verdaderamente democráticos; cuando hablen de respeto, piensen en el otro y no exclusivamente en uno; y cuando hablen de tolerancia comprendan que el disenso es el medio fundamental para obtener una verdadera paz social.
Que cuando se utilice la palabra “abogado”, se la identifique con un individuo capaz de preservar, de proteger, de honrar al otro, capaz de defender y respetar la ley, y no, que por el hecho de conocerla, se tenga la posibilidad de elegir caminos sinuosos a fin de obtener resultados espurios. Así lograremos dignificar nuestra profesión, sumiéndola en el respeto de todos.
Queridos estudiantes, noveles abogados, los felicito por haber cumplido exitosamente esta etapa de sus vidas, y que de alguna manera he acompañado, pero no los despido, les doy la bienvenida a la profesión, y los convoco a identificarse plenamente con ella, a formarse día a día, a no aceptar la mediocridad ni la mentira, para que a lo largo de la vida puedan servirse de ella para el logro de un bienestar propio, pero que fundamentalmente les sirva como herramienta para servir a los demás, a la comunidad toda, a fin de que con el aporte de cada uno de nosotros podamos, de una vez por todas, construir un país donde nos enorgullezca pertenecer y vivir.
Para terminar, creo que vale la pena recordar otras hermosas palabras de Julio Cortázar, cuando nos proponía: “inventemos puentes, inventemos caminos hacia aquellos que escucharán nuestra voz y la convertirán un día en ese clamor que echará abajo las barreras que hoy los separa de la justicia, de la soberanía y de la dignidad”.
Muchas gracias.