Discurso pronunciado por la Dra. Mónica Pinto
Acto de colación de grado del día 21 de diciembre de 2006
Buenos días a todos. Buenos días Rector, Decano, colegas:
Felicitaciones adelantadas a todos ustedes que hoy vuelven a la Facultad a recibir su diploma, un diploma que marca la culminación de un período que ya festejaron, probablemente el día del último examen, de la última nota, de la última cursada y que hoy vienen a esta sala en busca de algo simbólico, en busca de este diploma, de este rollito de cartón que expresa muchas de las cosas que a ustedes les pasaron durante los años que compartieron en esta Casa.
El diploma dice de años de estudio, de exámenes, de cursos mejores o peores, de noches sin dormir, de esfuerzos personales, familiares, incluso de esfuerzos económicos pese a que esta Casa es gratuita, ya que ustedes estuvieron estos últimos cinco años acá y no fueron los cinco años más fáciles de nuestra vida.
Un diploma que tiene también nuestra huella, la huella de los que algún día como ustedes estuvimos sentados allí y que hoy ejercemos la docencia en la Facultad. Una huella que permite decir que nos hacemos responsables por la mayor o menor calidad de nuestra contribución a su formación.
Un diploma que lleva también las huellas de un país; un diploma que lleva las huellas de esta Universidad de Buenos Aires que es una de las expresiones más acabadas de la Argentina. De una Universidad que es pública, que es gratuita y que es democrática. De una Universidad que sólo les pidió a ustedes en el momento que entraron y les va a volver a pedir ahora, el compromiso con la democracia y con las instituciones republicanas y democráticas. Y esto es así porque quienes fueron los primeros constructores de este país tuvieron la gran visión de pensar que la educación era el instrumento del progreso y del desarrollo; y también porque ellos nos dieron una carta fundamental, una Constitución que consagraba y que consagra hasta el día de hoy la democracia como la mejor forma de vida para este país.
Este año 2006 fue especialmente difícil para la Universidad de Buenos Aires; tuvimos serias dificultades, y ustedes lo saben, para que la institucionalidad democrática pudiera funcionar. Y las tuvimos, básicamente, porque quizás tuvimos como sociedad una mala visión de la democracia, una visión en la que se pensaba que en la democracia todos ganan y esto es genuinamente así pero el “todos ganan” tiene un matiz que consiste en que todos ganan con respeto por la voluntad de las mayorías y con respeto por el disenso de las minorías. Si ese juego no se da, perdemos todos y la democracia no existe.
Es casi incomprensible que hayamos tenido que llegar hasta este mes de diciembre de 2006 para poder tener por primera vez en esta Casa, en este año y en cualquiera de las trece Facultades de la Universidad de Buenos Aires a un ser humano con el título de Rector. Esto quiere decir que los argentinos todavía no hemos aprendido a invertir en nuestras instituciones. Eso está mal. Y está mal porque hace cinco años que pasamos una de las más graves crisis de la democracia restablecida y así y todo la pudimos solucionar poniendo en funcionamiento las instituciones de la democracia. ¿Por qué? Porque habíamos aprendido esta lección en un pasado reciente que nos enajenó la democracia y que nos enajenó la libertad y la dignidad de todos y de cada uno de quienes vivíamos en este país. Si invertimos en la democracia, respetamos libertad y dignidad. Si invertimos en la libertad y en la dignidad, necesitamos democracia. No hay otra fórmula mágica. A la democracia la hacemos todos. La democracia no es un orden inmutable que se corporiza en el Presidente y en los poderes del Estado. Es verdad que quienes aquí estamos, abogados y otros profesionales que trabajan en el ámbito del derecho tenemos el monopolio de uno de los poderes del Estado, el monopolio del Poder Judicial, el monopolio de “decir el derecho”. Nuestra tarea está consustancialmente imbuida de la preocupación por la cosa pública. Ella consiste en respetar el estado de derecho, las instituciones, en abrir el espacio para el debate fecundo donde las mayorías puedan imponerse pero no tiranicen, respeten a las minorías. Esa democracia la hacemos todos: cuando elegimos a nuestros gobernantes, cuando controlamos a nuestros gobernantes y en nuestro quehacer cotidiano con este título debajo del brazo. No pensemos que la democracia es cosa solamente del Gobierno. Al Gobierno lo elegimos nosotros. Cada uno de ustedes tiene una tarea que cumplir, cuando ejerce bien el derecho, cuando controla la vigencia de las instituciones, cuando vuelve a esta Casa para participar en sus órganos de gobierno, también va a volver para mantenerse en su formación.
Ustedes han ejercido la democracia más tiempo en sus vidas que nosotros. Hace veintitrés años que la tenemos y, después de haber salido de esta Casa que, como les dije, sólo les va a pedir un compromiso con la democracia y las instituciones republicanas, ustedes deben sentirse hacedores de la democracia, pero no desde el poder sino desde la titularidad de derechos. Deben pensar en la democracia no desde el cargo público sino para nosotros, para nuestros hijos, para nuestros mayores, para los que nos van a suceder. Así en esa concepción de democracia yo estoy segura que esta sociedad va a ser mucho más igualitaria, mucho más inclusiva y que en definitiva ustedes podrán decir que esta Casa que la paga el pueblo, que la financia el pueblo y que es, hoy por hoy, la institución insignia de las instituciones universitarias y democráticas del país les ha dado todo lo necesario para que ustedes lo hagan. Si es así, y yo estoy segura que ustedes van a ser en ese punto mejores que nosotros, podremos decir, y la universidad con nosotros, que no nos han defraudado.
Muchas gracias.