Discurso pronunciado por el Dr. Eduardo Barbarosch
Acto de colación de grado del día 25 de agosto de 2006
Señor Decano, Señor Vicedecano, Autoridades de la Facultad, Señores Profesores, Señores Egresados. Familiares y amigos de los nuevos abogados.
Quiero agradecer al Sr. Decano el honor que me ha conferido de dirigirme a los nuevos abogados, a sus familiares y amigos en un momento de tanta felicidad como el que representa esta ceremonia de entrega de diplomas. Felicidad que se expresa en cada uno de los nuevos egresados y también en sus allegados por haber cumplimentado como se dice en la filosofía moral una parte importante de un plan de vida buena que nos trazamos desde la juventud para alcanzar aquello que deseamos ser en la vida. Empleo la expresión plan de vida buena y no de buena vida, que si bien a veces se considera intercambiable, no siempre se me ocurre que connota lo mismo. Buena vida tiene un significado hedonista, mientras que vida buena presupone un contenido moral o ético. Quien ha logrado por su esfuerzo y sacrificio un diploma universitario debe tener un plan de vida bueno, pues la vida del estudiante universitario es parte de un plan donde los rasgos éticos deben jugar un papel principal. Reconozcamos honestamente que no siempre es así en la práctica, pero al menos ello es lo que debería prevalecer. Sin querer ser demasiado riguroso entiendo que aquí comienza o debería comenzar la aplicación de un principio moral formulado por Kant, conocido como su segundo imperativo que en su expresión más simple nos dice que debemos tratar a la humanidad y cada ser humano en particular como fines en sí mismo y no solamente como medios.
Pero existe otro aspecto igualmente relevante y es que esta Facultad de Derecho y la Universidad de Buenos Aires han coadyuvado a vuestros planes de vida y recuerden, a pesar de vuestro esfuerzo, que a ellas les debemos mucho. Esta Universidad, que hoy se sostiene y que está en crisis, en verdad sigue incólume para ofrecer a las generaciones jóvenes y las futuras una igualdad real de oportunidades para que todos aquellos que tengan capacidad, talento y estén dispuestos a hacer un esfuerzo sostenido puedan acceder a los estudios universitarios sin las discriminaciones que la denominada lotería natural nos adjudica en suerte por nuestro nacimiento. En esta Universidad el acceso es igualitario y gratuito, nadie favorecido por la fortuna de nacimiento tiene un privilegio. Ese derecho inalienable a acceder a la educación trae como contrapartida exigencias, cualquiera sea el camino que emprendan ustedes ya sea la magistratura, el ejercicio de la profesión, la docencia o la investigación esas exigencias serán sobradas y esto constituye otra parte importante de ese plan explícito o implícito que ustedes han elegido.
Me gustaría decir que nuestra Universidad y nuestra Facultad en particular, a pesar de que ustedes egresan, los necesita. En ella, para aquellos que tienen vocación les queda la posibilidad de incorporarse a la docencia y a la investigación. Ambas tareas enaltecen la vida de aquellos que a ella se dedican. No son justamente las gratificaciones materiales las que pueden esperarse, por el momento, de esas actividades. Pero muchos encontrarán la satisfacción y la gratitud de aquellos a los que ayudaron a formar. Encontrarán en la investigación y sus resultados la satisfacción del descubrimiento y del incremento del saber no solo para ellos mismos, sino para la comunidad y las generaciones futuras.
Es en la docencia y la investigación, y esperamos que muchos de ustedes encaren ese camino, donde emerge el pensamiento crítico, donde la deliberación y la reflexión en la discrepancia debe jugar un papel principal. Donde se aprende que las falacias argumentativas pueden cautivar a un público desprevenido, pero nunca conducen a la verdad ni a la excelencia del pensamiento. Antes dije que se sostiene que la Universidad está en crisis. No es así, lo que está en crisis es la deliberación y la argumentación racional desvirtuada por algunos agentes que integran la comunidad universitaria, desconociendo que la política y el gobierno de esta institución tienen que estar a la altura de los objetivos y fines de la Universidad. Objetivos que se fundan en la libertad de pensamiento, la búsqueda del rigor científico, la neutralidad valorativa frente al objeto de estudio, en la que la idea de verdad es regulativa y no una mera cuestión opinable y variable, como suponen ciertas versiones posmodernas de la epistemología. Cuanto ganaríamos si muchos contribuyeran a la indagación científica sobre esas bases y dejaran de lado un pensamiento sesgado que responde a ideologías que encubren intereses, más que a la búsqueda de un conocimiento científico objetivo. Vean ustedes amigos egresados cuantas oportunidades les ofrece esta querida Facultad de Derecho, a quienes muchos de nosotros consideramos nuestra segunda casa. Vean ustedes cuanto da y puede ofrecer la Universidad de Buenos a las generaciones actuales y a las futuras si su tarea es venerada y no vilipendiada, si la docencia y la investigación se encaran sobre bases universalistas y no se somete a pensamientos idiosincrásicos muy cercanos a la pobreza y pereza intelectual.
Es por ello, amigos egresados, que los invito a realizar sus planes de vida buena y que ello, de ser posible incluya, entre otras cosas importantes, no alejarse de esta casa de estudio, para que ella siga siendo un bastión de la excelencia para beneficio de muchos jóvenes que buscan un porvenir venturoso como para la comunidad que nos sostiene.