Discurso pronunciado por el Dr. Fernando Raúl García Pullés
Acto de colación de grado del día 9 de junio de 2006
Señor Decano, Señor Vicedecano, Autoridades Universitarias, Señores Profesores, Señores Nuevos Profesionales, Señoras, Señores.
Es particularmente grato, para cualquier profesor de esta Casa, ser invitado a compartir la entrega de diplomas con quienes han culminado exitosamente una de las etapas más creadoras de la vida.
Es grato porque todos los que compartimos este proyecto permanente, que es nuestra Universidad de Buenos Aires, desde cualquiera de nuestros roles siempre circunstanciales, y de modo consciente o inconsciente, vinimos y venimos a sembrar y ser sembrados.
Entre horas de clase, páginas de libros, discusiones acaloradas, alegrías y frustraciones, intentamos sembrar nuestro saber, pero de un modo mucho más profundo, sembrar también nuestros desprotegidos amores, ideales, pasiones o ilusiones.
En ese mismo tiempo, queriéndolo o no, desde una tarima o desde un banco, somos sembrados por el saber de otros y, en una medida mucho más profunda por las semillas de sus desprotegidos amores, ideales, pasiones o ilusiones.
Por eso, cada vez que la entrega de un diploma y la recepción de un juramento convoca a hacer un balance de vida, uno no puede desprenderse de esa sensación de enorme gratitud.
Quiero dedicar estos breves minutos a compartir ese balance con estos nuevos profesionales y con sus familias.
Señores profesionales: ustedes no podrán ya dejar de ser universitarios, ni parte de esta Universidad de Buenos Aires, ni egresados de su Facultad de Derecho.
Ser universitario es una condición que imprime carácter, esto es: que otorga una calidad de la que uno ya no puede desprenderse. Esa calidad especial e íntima se manifiesta en un compromiso con la verdad que se reconoce en tres niveles: a) provoca una inclinación a la investigación que modela todo el futuro, b) obliga a encarar todo planteo crítico de manera responsable y científica, c) exige la admisión de un debate leal de ideas, que no consiente el desprecio o el ataque indigno al eventual adversario o a su pensamiento. Este carácter los acompañará desde hoy, siéntanse orgullosos de él.
Ser universitario y parte de esta Universidad de Buenos Aires también imprime carácter. Pues genera un particular compromiso con la idea de Nación y su esencia democrática, representativa, republicana y federal. Una idea de Nación en que la educación contribuya al reemplazo de liderazgos personales por ideales colectivos transmisibles a las generaciones futuras. Una educación de acceso libre y gratuito para quienes pongan su empeño en trascender a sus circunstancias. Exhiban con dignidad esa preocupación cotidiana.
Ser universitario, parte de esta Universidad de Buenos Aires y egresado de esta Facultad de Derecho genera un particular deber: el de contribuir al logro de una sociedad más justa, que permita superar las desigualdades, que recupere el valor del derecho como camino necesario hacia la justicia y el verdadero progreso personal y social, que ponga el acento en la dignidad humana por encima de toda diferencia ideológica y tenga especial predilección por la paz. Ufánense de este deber personal.
Muchos de los que estamos en esta sala, hemos adquirido por origen o adhesión, aquel carácter y estos compromisos y marchamos desde hace tiempo junto a ustedes por la misma senda.
Para los familiares y los amigos, que pusieron años de esfuerzo en hacer posible este día de balance, hasta permitiendo que les robáramos horas de aquellos estudiantes que hoy se han graduado, vaya la grandeza de un agradecimiento sin límites, por ellos -que hoy hacen balance-, por nosotros -que hemos sido sembrados con el ímpetu de su juventud, de su compromiso y de su honestidad-.
En un mundo que sólo parece comprender de contraprestaciones y precios, ustedes son un testimonio de otros valores cuya importancia trasciende la coyuntura. No están aquí para cobrar nada, pero se irán con una riqueza que ningún señor de la tierra podrá robarles.
Querría dejar tan solo unas palabras para el futuro.
Esta universidad no es un edificio, ni una ley, ni una autoridad, ni un sistema, ni un proyecto personal. Es un camino de todos y que está abierto a todos, sin exclusiones.
Un camino que siempre nos invita: desde el posgrado, el magisterio, la investigación, o simplemente desde el corazón, a renovar y compartir aquellos compromisos y este desafío de sembrar y ser sembrado.
Porque este balance de hoy es de estos egresados, que desempolvan años de estudio en el segundo de un juramento, pero es también el de sus familiares, que dan viento a las velas de su desprendimiento, y es aún el de todos los demás, que vinimos conviviendo y compartiendo nuestra principal ilusión: hacer del derecho un pescador de hombres.