Discurso pronunciado por el Dr. Diego Bunge
Acto de colación de grado del día 23 de junio de 2006
Buenos días. Quiero agradecer la distinción que me ha dado el Sr. Decano, Dr. Atilio Alterini, de hablarles aquí a ustedes, colegas, padres, familiares, amigos en un día de júbilo y fiesta. Júbilo y fiesta porque hoy es un día de colación de grados de ustedes que han entregado mucho por llegar a este título. Y hoy se consagra ese anhelo que ustedes iniciaron hace varios años. El Sr. Decano me distinguió con esta nominación quizás porque yo soy graduado de esta casa también y he estado vinculado a ella desde que me recibí hasta ahora, exactamente en diciembre de 1973. Y digo júbilo y felicidad en este día porque ustedes están aquí con sus familiares y amigos recibiendo sus diplomas. Cuando yo me recibí fui a estudiar en el exterior y recibí en un Acto de Colación de grados mi diploma en el exterior antes de que pudiera recibir mi diploma como ustedes aquí en el Salón de Actos de esta Facultad de Derecho. Lo pude recibir sólo a mediados de 1975 en otras circunstancias completamente distintas, en otro salón de esta casa de estudios, en un ambiente mucha más reducido y sin este acto que merece la ocasión. Por eso estoy contento de estar aquí presente como profesor de esta casa y con el orgullo de pertenecer a esta casa porque a partir de que ustedes han ingresado, pero particularmente a partir del momento en el que egresan, sepan que siguen perteneciendo a esta casa. Como graduados de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, ustedes pertenecen a una categoría de profesionales del derecho bastante particular en la República Argentina que se honra y se distingue por haber salido de esta Facultad. Me refiero a profesionales del derecho tales como el Dr. Carlos Saavedra Lamas, primer premio Nobel de la Paz, que ha sido profesor de esta casa. No quiero hacer una lista de presidentes de la República, miembros del Poder Ejecutivo o prestigiosos miembros del Poder Legislativo o Judicial que son egresados de esta casa pero quiero tocar en este aspecto, hacer un punto de contacto con el presente. Piensen ustedes que un graduado como ustedes, de esta casa, es el actual juez ad hoc en la Corte Internacional de Justicia actuando en el caso de la República Argentina contra la República Oriental del Uruguay, es el profesor titular de Derecho Internacional Público, Dr. Raúl Vinuesa. Es otro ejemplo de lo que puede pasar, pasada las generaciones. Trataré de hablar poco pero no puedo dejar de señalar lo siguiente: ustedes egresan a mediados de 2006, van a ejercer una profesión bien diferente de la realidad que inclusive han estudiado durante estos 5 años de estudios. Estamos frente a un proceso enorme de transformación de las instituciones jurídicas a nivel público y privado. Esto a nivel nacional como internacional. Piensen ustedes que están saliendo al mercado, en un mundo absolutamente globalizado que pone en jaque las nociones tradicionales tales como la de soberanía, que pone en jaque nuestras nociones clásicas en materias de instituciones de derecho público y privado, particularmente por la aplicabilidad directa e inmediata de tratados internacionales. Particularmente, los tratados de derechos humanos, sean estos de contenido no patrimonial o patrimonial. Esto implica que ustedes, cualquiera sea el ejercicio de la profesión que hagan, el ejercicio como profesión liberal en el ámbito del derecho civil, comercial, administrativo, penal como abogados consejeros, negociadores, mediadores, litigantes, como legisladores, como jueces, como diplomáticos, como encargados de la dirección del país tienen también un rol y una responsabilidad. Ese rol y esa responsabilidad está marcado por haber sido egresados de esta casa de estudios. Estadísticamente hablando e históricamente, el mayor porcentaje de dirigentes a nivel nacional en el país han sido egresados de esta casa de estudios. Eso implica un importante desafío por el respeto y por el afianzamiento de las instituciones democráticas, por el ejercicio de la profesión conforme a estándares éticos y de calidad profesional, por la indispensable colaboración que cada uno de ustedes debe brindar desde el especial rol que elijan para el ejercicio de su profesión, para la reconstrucción, construcción y afianzamiento de las instituciones republicanas. En fin, el desafío es que ustedes en muy pocos años van a estar compitiendo como abogados egresados de esta casa de estudio, y creo no equivocarme, en muy pocos años van a estar ejerciendo y compitiendo con abogados egresados no tan sólo de otras casas de estudios privadas o públicas de esta nación. Muy probablemente estén compitiendo con egresados de otras naciones, a nivel doméstico y a nivel internacional. Para esa competencia, ustedes tiene que estar preparados, para esa competencia, para un adecuado servicio a los intereses que van a estar resguardando es indispensable que ustedes continúen capacitándose. En ese sentido, los invito como profesor de esta casa que se acerquen al Departamento de Posgrado que tiene programas muy amplios, muy variados, muy actualizados y que realmente les van a ser de mucha utilidad. Finalmente, para no cansarlos y no dejarlos lejos de lo que realmente desean que es recibir su diploma, quiero dejarlos con unas palabras de alguien que a mi me enseñó mucho, que las releí unos minutos antes de venir aquí y decidí sacar una fotocopia, que están publicadas en el libro que hizo publicar esta Facultad en conmemoración de este edificio. Son palabras del Decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de la República Oriental del Uruguay, me refiero al Dr. Eduardo Couture. Lo dijo en los mandamientos del abogado y creo que especialmente apropiado lo que nos dice el maestro Couture en estos tiempos y, particularmente, viniendo de un hermano uruguayo. “Primero estudian, el derecho se transforma constantemente, si no sigues sus pasos, serás cada día un poco menos abogado. Segundo, piensa. El derecho se aprende estudiando pero se ejerce pensando. Tercero, trabaja. La abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de la justicia. Cuarto, lucha. Tu deber es luchar por el derecho pero el día en que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia. Quinto, sé leal. Leal para con tu cliente, al que no debes abandonar hasta que comprendas que es indigno de ti. Leal para con tu adversario, aún cuando sea él desleal contigo. Leal para con el juez, que ignora los hechos y debe confiar en lo que tu le dices y que en cuanto al derecho alguna que otra vez, debe confiar en lo que tu le invocas. Sexto, tolera. Tolera la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea tolerada la tuya. Séptimo, ten paciencia. El tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración. Octavo, ten fe. Ten fe en el derecho como el mejor instrumento para la convivencia humana, en la justicia como destino normal del derecho, en la paz como sustitutivo bondadoso de la justicia y, sobre todo, fe en la libertad, sin la cual no hay derecho, no hay justicia, no hay paz. Noveno, olvida. La abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fueras cargando tu alma de rencores llegará un día en que la vida será imposible para ti. Concluido el combate, olvida tan pronto tu victoria como tu derrota. Décimo, ama la profesión. Trata de considerar la abogacía de tal manera que el día en que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que se haga abogados”.
Colegas, los felicito. Muchas gracias.