Discurso pronunciado por el Dr. Atilio A. Alterini
Acto de colación de grado del día 26 de agosto de 2005
Está aquí la comunidad de profesores, estudiantes y graduados que compone la Universidad, el centro de estudios y de enseñanza superior cuyas funciones esenciales son la enseñanza, la investigación y la extensión.
La enseñanza es uno de los ejes centrales de la función de los profesores, porque el Estatuto de la Universidad de Buenos Aires dispone que sobre ellos recae la responsabilidad del cumplimiento de sus fines.
Están con nosotros profesores que han cumplido 25 años de actividad en esta Casa, son los profesores a quien hoy homenajea la Facultad como un acto de justicia. Ellos, como educadores, “son los guardianes de la civilización”, según lo decía el filósofo inglés sir Bertrand Russell.
Estos profesores han sido sus educadores, han sido quienes los formaron como abogados y contribuyeron a formarlos como ciudadanos de bien. El educador y pastor norteamericano William Arthur Ward decía con razón: “El educador mediocre habla. El buen educador explica. El educador superior demuestra. El gran educador inspira”. Estos profesores han sido sus grandes educadores, los inspiradores de vocaciones, de hábitos, de normas de conducta. Han sido los formadores de su saber.
Por eso he querido que este homenaje a los profesores se haga en el marco de un acto de colación de grados, para que ustedes, que fueron sus alumnos, puedan testimoniarles con el aplauso la gratitud que les deben. Porque estos profesores han venido una y otra vez a la Facultad durante más de mil trescientas semanas, han preparado sus lecciones, las han impartido, han revisado pruebas, han tomado exámenes, han investigado para trasmitirles conocimientos. La 29ª Reunión de la Conferencia General de la UNESCO realizada en París en octubre y noviembre de 1997 estableció con claridad que “la docencia en la enseñanza superior constituye una profesión que se adquiere y se mantiene gracias a un esfuerzo riguroso de estudio y de investigación durante toda la vida”.
Estos profesores que homenajeamos han vivido también para ustedes, y tenía razón Einstein al afirmar que “solamente una vida vivida para los otros vale la pena ser vivida”.
La Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires tuvo y tiene fuerte incidencia en la vida argentina. Para bien o para mal. Hasta principios del siglo XX, en la Argentina de los abogados, suministró estadistas para los tres poderes del Estado. En 1936 le dio al país uno de sus cinco Premios Nóbel, el del profesor Carlos Saavedra Lamas. Hoy, de los nueve ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, ocho son o han sido profesores de esta Facultad.
Durante mi gestión, que cubre buena parte del curso de la carrera de ustedes, la Facultad ha asumido fuerte compromiso frente a las circunstancias argentinas. Es lo que corresponde a la Universidad pública, que es financiada por la población con sus impuestos, que duelen hasta los tuétanos a las familias cuyos hijos no podrán estudiar. En estos tiempos de marginalidad y de exclusión, los marginales y los excluidos, los que no tienen futuro, también financian a la universidad pública con los impuestos al consumo, vale decir, disminuyendo el pan que ponen en sus mesas. Algunos creen y dicen que la universidad cumple su responsabilidad frente a la sociedad enseñando e investigando, que para eso está y con eso basta. Se trata de un grave desconcepto con relación a la universidad en general, pues pasa por alto su significación histórica y su escenario actual, pero resulta especialmente grave con relación a la universidad pública
Nosotros concluimos las tareas del Proyecto Digesto Jurídico Argentino. Instalamos el debate jurídico sobre la deuda externa. Pusimos en marcha el Proyecto Mariano Moreno para la Formulación de un Nuevo Contrato Social. Elaboramos las Bases para una Ley de Educación Superior. Ofrecimos asesoramiento jurídico a las víctimas de la tragedia de Cromagnon. Estamos acompañando a los connacionales de Gualeguaychú en el diseño jurídico de sus defensas frente a la contaminación ambiental proveniente de la otra margen del río Uruguay.
Agradezco especialmente la presencia de sus familias en este acto. Y felicito a sus integrantes. La familia de quienes hoy se gradúan les impartió la primera educación, la preescolar. Estuvo al lado de ustedes en la educación escolar y la complementó. Creó hábitos, fue núcleo de contención. Instaló modelos. Apoyó vocaciones.
La familia, los padres, los abuelos, los cónyuges, los hijos, las parejas, las novias y los novios, y también los amigos, todos, de alguna manera les dieron apoyo en las responsabilidades del estudio, pues los esfuerzos, las angustias, las ansiedades, los sinsabores, los disgustos, que son propios de la vida del estudiante, cuando son compartidos resultan menos intensos.
El diploma que ahora voy a entregarles como egresados también les pertenece en parte a todos ellos.
Estimados amigos. Comienza su responsabilidad como abogados, en el multifacético rol de incumbencias que provee el título. Donde sea que ustedes se desempeñen, en la profesión liberal, en el Poder Judicial, en la función pública, en la actividad privada, donde sea, honren a esta Facultad y a sus maestros. Sigan sus enseñanzas, enaltezcan los valores, comprométanse y luchen por la justicia, por la democracia, por los derechos humanos, por la Argentina con grandeza que nos prometieron y está pendiente.
Sigan vinculados a esta Facultad. Desarróllense en la docencia y actualícense. El estudio de grado los ha formado adecuadamente, hasta un momento, hasta el momento actual. Pero es imprescindible que sigan actualizándose, porque a causa de los cambios sociales, económicos, culturales, jurisprudenciales, el saber se amortiza un poco todos los días. Nuestro Departamento de Posgrado les ofrece doctorado, maestrías, carreras de especialización, cursos de actualización, cursos independientes. La gama completa del conocimiento jurídico está allí, a disposición de todos.
Jóvenes amigos. Les deseo el mayor de los éxitos. Les deseo la máxima felicidad. Mi último mensaje es que por sobre todo se esfuercen por sus proyectos y los pongan en marcha rápidamente, porque enseñaba Séneca que las cosas más sencillas se hacen difíciles cuando no nos atrevemos a comenzar a hacerlas. Y háganlo con amor; como decía Confucio cinco siglos antes de Cristo, “si amas lo que haces, nunca será un trabajo”.
Recuerden por fin esta consigna de sir Winston Churchill: “no basta con hacer todo lo posible, hay que hacer todo lo necesario”.