Discurso pronunciado por la Dra. Mónica Pinto
Acto de colación de grado del día 13 de abril de 2005
Muy buenos días a todos. Bienvenidos aquellos de ustedes que no concurren a esta casa habitualmente. ¡Qué lindo volver a verlos a ustedes, nuestros egresados! Seguramente, hace sólo unos meses que no vienen todos los días como solían hacerlo.
Es siempre un placer tener estos cinco minutos para expresar qué se siente cuando se entregan los diplomas a los egresados de esta casa. En realidad, ustedes tienen sus propias sensaciones y nosotros tenemos las nuestras después de haber dado clase, de haber intentado transmitirles lo mejor de nuestro saber.
Pero más allá de eso, que tiene que ver con el área específica de trabajo de cada uno - hay en la sala abogados, traductores, especialistas-; más allá de todo esto, este acto supone algo así como la apertura de una gran puerta a la sociedad de un número importante de gente que ya está en ella pero que reingresa con una calificación adicional. Esa calificación que da el título universitario. Y en el caso de ustedes, y de muchos de los que estamos en esta mesa hoy, esta calificación supone un privilegio y también una responsabilidad adicional. Están ustedes obteniendo hoy un diploma de grado como fruto de los estudios que pudieron llevar a cabo en la Universidad pública de la Argentina. Están ustedes graduándose en esta Universidad de Buenos Aires que, como todas las universidades públicas del país, es una creación que debemos a una generación que apostó a que la educación iba a ser un instrumento de desarrollo; que tuvo una visión de la educación que tiende a que todos tengamos igual acceso a ella y a que todos seamos iguales ante ella; que propició una educación laica y una educación gratuita. Una educación que sólo nos exige un compromiso ideológico: por la democracia y por los valores que ella preserva.
Hoy en está sala está el futuro gobierno, la sociedad civil; está el legislativo, el ejecutivo, el judicial, en un futuro quizás muy cercano. Está la empresa, está la organización sindical, está la organización no gubernamental, está el ciudadano común. Son ustedes una muestra válida de la sociedad nacional argentina en los tiempos que corren. Y desde cualquiera de todos esos lugares, la tarea fundamental va a ser la de la construcción y preservación del estado de derecho; de un estado de derecho que no se agota en la división de poderes sino que requiere además la construcción de una sociedad más justa y más igualitaria; que requiere la consagración de los derechos humanos, no a nivel del discurso sino de la realidad, la comprensión de que la dignidad humana se realiza no solamente cuando se prohíbe la tortura o cuando se consagra la libertad de expresión sino también cuando hay atención primaria de salud, alojamiento precario, derecho a la educación, alimentación básica. Una sociedad que en esta construcción del estado de derecho tiene que hacer suya lo que se conoce como la “política del buen gobierno”, la transparencia en la gestión de la cosa pública, la lucha contra la corrupción, la rendición de cuentas. Una sociedad que tiene que hacer que los representantes nos representen más, que sean más representativos –valga la redundancia-. Una sociedad que tiene que entender que la democracia nunca se termina de construir, no es un producto acabado sino una construcción cotidiana.
Se construye democracia desde la acción de cada uno de nosotros, y no desde los grandes podios o desde las grandes tribunas que ofrece el poder público o los medios de prensa. La democracia en este país o en cualquier otro la hacemos todos. Cada uno de nosotros es democracia, cada uno de nosotros es Argentina, cada uno de nosotros tiene la posibilidad de hacer algo - no solamente para poder ganarnos la vida dignamente y poder alimentar a nuestra familia – sino para que podamos trascender. Para que esta sociedad sea más digna de ser vivida por todos nosotros, por nuestros hijos, por nuestros nietos.
Esa construcción democrática permanente supone trabajo. También placer. Supone respeto por las reglas. También disenso respecto de las reglas y la decisión de modificarlas. Supone nivelar para arriba. Construir mérito en cada uno de nosotros y reconocerlo. Supone terminar con la frivolidad del facilismo.
Estas cosas no se enseñan en esta Casa como una materia específica. Estas son las cosas que el marco grande de la educación pública y de la sociedad en la que vivimos – una sociedad que es bastante poco igualitaria y bastante injusta con muchos de nosotros, con aquellos que son iguales que nosotros – nos debe haber inspirado.
Nosotros hacemos votos para que el diploma que se llevan hoy de aquí sea un instrumento que les permita hacer buen uso de su profesión y también consagrar su dignidad; que les permita dignificar su vida, la de sus hijos y la de los hijos de sus hijos.
Los felicitamos sinceramente. Gocen de esto, es suyo, ustedes se lo ganaron pero no olviden que el diploma, que la profesión es una actividad de dignidad, que forma parte de la sociedad. Y esta sociedad necesita que todos algún día arribemos a la mayoría de edad.
Muchas gracias.