Discurso pronunciado por la Dra. Beatriz Arean
Acto de colación de grado del día 4 de marzo de 2005
Señor Decano, Sr. Secretario Académico, y demás autoridades de la Facultad, señores profesores, egresados, familiares.
El Dr. Atilio Aníbal Alterini me ha pedido que dirija estas palabras de despedida de la promoción que hoy egresa, lo que significará para Uds. salir al mundo portando con orgullo el diploma que en minutos se les va a entregar, pero que de ningún modo debe implicar que al dejar hoy este recinto, le digan un adiós definitivo.
Les voy a contar una historia, muy breve y simple, que les ruego escuchen con atención. Hace casi 40 años, una mañana como ésta, el entonces Decano de esta Facultad, el Dr. José Bidau, siempre recordado por su jerarquía intelectual y por su hombría de bien, entregó el diploma de abogada a una joven de apenas 22 años, quien lo recibió con la misma emoción con que lo harán hoy Uds. Por entonces no había filmadoras ni videos, sólo las clásicas fotografías en blanco y negro que esa joven – bueno, hoy ya no tanto – sigue guardando con amor y reviendo en cuanta oportunidad se le presenta. Es lógico que así sea, porque ellas reflejan uno de los momentos más importantes de su vida.
Nuestra protagonista, que ya estaba trabajando en un estudio jurídico, inició raudamente los distintos trámites de legalizaciones, matriculaciones, etc., porque estaba ansiosa para comenzar a actuar en el ejercicio de la profesión. Es que había logrado por fin hacer realidad su vocación exteriorizada desde la más temprana edad, como que nunca había pensado seguir otra carrera.
Durante años ejerció la profesión de abogada, hasta llegó a tener su estudio jurídico propio. Al mismo tiempo, en 1974 ingresó en la docencia en esta querida Facultad, pasando por todos los cargos hasta llegar a la titularidad de cátedra en la materia de sus amores: los temidos Derechos Reales. También comenzó a escribir, impulsada por quien fuera su maestro, el Dr. Edmundo Gatti y escribió, escribió, escribió y sigue haciéndolo sin descanso.
Sin embargo, desde el principio su verdadera vocación se encaminaba por un rumbo distinto al del libre ejercicio profesional: deseaba ingresar en la Justicia. Pudo haberlo hecho en 1975, como secretaria de un juzgado especial y civil comercial, pero desechó el ofrecimiento, muy a su pesar, sólo por temor a deteriorar la profunda amistad que la unía con la juez, la también siempre recordada Dra. Lilia Germano Bregliano.
El tiempo siguió pasando y en 1984, con el advenimiento de la democracia, vio por fin cristalizada su máxima aspiración: llegar a la magistratura que ejerce hasta la actualidad.
Proyectó siempre y sigue haciéndolo a través de esas tres funciones –la magistratura, la docencia y la actividad científica-el profundo amor que experimenta por el Derecho y que nació, precisamente, en este claustro académico, al que tanto le debe y que hoy la recibe en este estrado para dar a Uds. la despedida y al mismo tiempo la bienvenida. La despedida por la etapa que termina, la bienvenida porque tengo la certeza de que no se alejarán de la Facultad y de ahora en más volverán a ella para hacer cursos de especialización, de posgrado, doctorados, licenciaturas y, por qué no, para iniciar la hermosa carrera docente.
Tengo plena conciencia de que los tiempos han cambiado, vivimos en un mundo muy distinto, las dificultades se han incrementado en algunos aspectos, en otros, en cambio, han desaparecido o disminuido notoriamente. Imaginen sólo la ventaja de escribir en una computadora y no en una máquina manual, luchando con el papel carbónico para que no se corriera, en la ventaja de obtener fotocopias en solo segundos, en lugar de perder precioso tiempo copiando, en la ventaja de recoger todo tipo de información doctrinal y jurisprudencial del país y del mundo, a través de Internet, en vez de pasar horas en bibliotecas, inclusive, en el mismo estudio, buscando fallos o comentarios, en fin, en la ventaja de poder consultar también por Internet la marcha de los expedientes, evitando el traslado a los juzgados.
Sin embargo, sepan jóvenes egresados, que tanto antes como ahora, nada es fácil, nada se logra sin esfuerzo, los golpes de suerte son siempre efímeros.
Nunca dejen de estudiar, aun frente al caso más simple que tengan que atender, no improvisen jamás, tengan siempre presente que el patrimonio, la libertad o los sentimientos familiares de quienes vayan a ser sus clientes, dependen en alto grado de vuestro saber y sagacidad.
Recuerden todos los días que el deber de lealtad y buena fe debe imperar en todo proceso, así como en la vida en general, no caigan nunca en la tentación de acudir a arbitrios maliciosos o temerarios, actúen también con celeridad, pues si se escuchan permanentemente lamentaciones sobre la lentitud de la Justicia, la culpa de que ello sea así no la tenemos sólo los jueces. No jueguen a la caducidad de la instancia, impulsen los juicios que llevan, si no tienen tiempo suficiente, no tomen el caso o derívenlo en otro profesional.
Responsabilidad, dedicación, perseverancia, probidad, deben ser las reglas primordiales que rijan su actuación como abogados, escribanos, traductores o asistentes sociales. Nunca las olviden. Tampoco se dejen vencer ante un tropiezo, piensen que en todo juicio, uno gana y el otro pierde, sigan luchando siempre, aun frente a la adversidad, el triunfo no llega el primer día.
Tal vez estas palabras les puedan causar cierto sentimiento de decepción, al ser pronunciadas en este día, para Uds. pleno de esperanzas e ilusiones. Quiero que sepan que mi propósito no ha sido ése. Por el contrario, he querido mostrarles una realidad de la que no se puede evadir.
Salgan hoy de esta Facultad como triunfadores por haber logrado el título al que aspiraban, pero no crean que el triunfo como profesionales lo van a encontrar al llegar a la esquina. Para ello, deberán perfeccionar sus conocimientos, estudiando, leyendo, escribiendo, buscando jurisprudencia, asistiendo a congresos, concurriendo a cursos de posgrado y realizando cuanta actividad contribuya a que cada día sean mejores.
Con perseverancia y esfuerzo, les aseguro por experiencia personal, que ese día llegará. No tengo ninguna duda de ello.