¡Seguinos!

Año XI - Edición 189 22 de marzo de 2012

Buscar

Retos del constitucionalismo democrático

  • Nota de Tapa

Durante la tarde del 14 de marzo tuvo lugar en el Salón Vélez Sarsfield de esta Facultad de Derecho una charla debate entre Roberto Viciano (Universidad de Valencia) y Roberto Gargarella (UBA), cuya Cátedra de Derecho Constitucional ha organizado la actividad.

En primer lugar, Roberto Viciano manifestó que, aunque suele existir una relación formal entre constitucionalismo y democracia, lo cierto es que “no hay un constitucionalismo que de una manera fuerte esté relacionado con un concepto también fuerte de democracia”. Observó entonces que puede haber una retórica que de modo general vincule a ambos conceptos pero al momento de su aplicación la misma puede bien diluirse. Quizás todo se torna aún más complejo al momento de cuestionarnos el concepto de democracia, en sus variadas acepciones. En definitiva, precisó que si asumimos por democracia al gobierno de todos, a las claras queda de relieve que semejante caracterización dista ampliamente de ser análoga a la realidad cotidiana. “Lo que suele haber son grados diferentes en los que algunos grupos de elite gobierna con mayor o menor respaldo, con mayor o menor comunicación con respecto a la ciudadanía”, subrayó Viciano. Por tanto, para el expositor, el reto del constitucionalismo actual debe ser una sincera legitimación de los textos constitucionales a partir de un respeto a las bases democráticas.

“En aquel momento (siglo XVIII) la burguesía francesa y la burguesía norteamericana se dan cuenta del peligro que significa fusionar las dos conceptos -constitucionalismo y democracia- porque evidentemente va a llevar a la pérdida de poder hegemónico de las minorías sociales”, prosiguió. Por aquel entonces se sucedía la consolidación de una versión “elitesca” de la naciente burguesía que se apegaba a un constitucionalismo ciertamente no democrático. Para los pensadores más influyentes de aquellos tiempos la República primaba por sobre la democracia. Así, Viciano destacó: “pues se crea un doctrina jurídica, muy aceptada, que pretende, sin desmontar las grandes palabras, vaciar de contenido democrático al constitucionalismo”.

Por otro lado, estimó necesario resaltar que con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial muchas naciones europeas iniciaron procesos constitucionales marcados por un fuerte tinte democrático. Pese a ello, indicó que “tuvo un recorrido muy corto porque las mismas elites que impulsaron esos procesos fueron cooptadas -digámoslo de manera abierta- por el poder del gran capital y, por lo tanto, comenzaron a tomar unas posiciones de distanciamiento del modelo más democrático, un cierto miedo a los sectores populares y empezaron también a recuperar una lectura menos democrática de la Constitución”. A partir de la década del setenta se empezó a producir un fenomenal deterioro de este componente democrático que alguna vez supo estar operativizado en los textos constitucionales antes citados. Viciano alertó que “de eso no queda prácticamente nada en Europa” y, seguidamente, añadió que “en Europa nos encontramos en un proceso de recesión muy fuerte y de recuperación del elitismo”. Sumado a ello, advirtió una novedad de los nuevos tiempos. Ahora los sectores más reaccionarios de la doctrina constitucional han perdido el pudor de evitar pronunciarse sobre sus deseos de concretar un divorcio definitivo entre democracia y Constitución. “Sin recato alguno se habla con absoluta naturalidad de que ya no hay una soberanía de los ciudadanos y de los pueblos”, expresó. A modo de ejemplo, relató en tono anecdótico cómo un funcionario europeo de alta jerarquía justifica un acto administrativo: “bueno, nuestra decisión hay que adoptarla porque los mercados así nos la imponen”. Además, recordó lo ocurrido recientemente en Grecia, en donde el Primer Ministro recibió duras críticas cuando propuso impulsar una consulta popular para determinar si las reformas económicas contaban con el visto bueno de la ciudadanía. “Se alzan las voces de esa elite política que dice ‘oiga mire, esto es intolerable. ¿Cómo se le ocurre a usted decir que los ciudadanos tienen que opinar de estas cosas?’”. Hasta el momento por lo menos habían mantenido las formalidades de no decirlo tan abiertamente pero ahora, como se encuentra en una fase, yo creo, en la que suponen consolidada su posición de predomino y hegemonía social e intelectual, ya no tienen ningún reparo tan siquiera en mantener un mínimo de formalidades”, afirmó Viciano.

A continuación, fue el turno de Roberto Gargarella, quien declaró que “partimos de la idea de constitucionalismo democrático pero debemos clarificar de qué hablamos cuando hablamos de democracia, y no hay un sentido obvio del término. Mucho se juega cuando definimos qué es democracia”. Para Gargarella no puede quedar afuera de la discusión la distinción entre democracia económica y democracia política. A partir de allí, se podrá evaluar el interés entre pensar el modo en que se organiza el régimen de acumulación económica y cómo se organiza el poder político. En igual sentido, al momento de referirnos a democracia no puede quedar fuera de nuestras reflexiones la manera en que se articula el ejercicio coercitivo del Estado practicado sobre los ciudadanos. “Creo que el constitucionalismo democrático tiene que estar permanentemente alerta sobre los riesgos de la concentración del poder económico, los riesgos de la concentración del poder político, es decir, cómo se organiza la acumulación económica y cómo se ejerce la coerción”, subrayó Gargarella. La atención sobre estos últimos puntos debe ser aún mayor en continentes como el nuestro en donde reina una fuerte desigualdad social.
Por otro lado, indicó que el poder económico y el político suelen actuar en conjunto porque “finalmente pactan entre ellos”. Finalmente, indicó que la ilusión que alguna vez pudo tener Marx de que estos poderes se iban a terminar peleando entre ellos mientras las masas se unían queda eclipsada por el hecho de que en la fase actual de desarrollo político-económico estos mismos poderes tienden a unirse entre ellos.

“Creo que el constitucionalismo democrático tiene que estar permanentemente alerta sobre los riesgos de la concentración del poder económico, los riesgos de la concentración del poder político, es decir, cómo se organiza la acumulación económica y cómo se ejerce la coerción”, subrayó Gargarella.