Reflexiones sobre la democracia que viene. Diálogo con Daniel Innerarity
El 2 de noviembre el programa "Cuestiones de Estado" organizó el encuentro “Reflexiones sobre la democracia que viene”, en cuyo marco se realizó un diálogo con el profesor Daniel Innerarity, catedrático de filosofía política en la Universidad del País Vasco y profesor en el Instituto Europeo de Florencia.
Participaron la secretaria académica de la Facultad, Silvia Nonna, y el coordinador del programa "Cuestiones de Estado", Carlos Mas Velez. Y moderó Francisco Alfonsín, magíster en Gobierno y Administración Pública Universidad Internacional Menéndez Pelayo.
Para comenzar, Daniel Innerarity comentó que “desde hace seis o siete años se han publicado un montón de libros y trabajos sobre la fragilidad o la mortalidad de las democracias. Hay títulos necro políticos del estilo ‘cómo mueren las democracias’, ‘el final de las democracias’, entre otros”. En este marco, expresó: “En estos obituarios lógicamente no se está plenamente de acuerdo en el diagnóstico (...), pero en cualquier caso lo que parece claro es que hemos aquí una especial conciencia de la fragilidad de un sistema que dábamos por sentado y de repente comienzan a aparecer un montón de cosas en el horizonte que habíamos perdido de vista”. Y detalló que “el diagnóstico de la fragilidad, o de la muerte incluso, de las democracias se agrupa en dos posibilidades: hay unos que vienen a decir que el problema es que el pueblo tiene poco poder y, por tanto, las soluciones deberían empoderarlo, darle más protagonismo, favorecer la participación, mejorar la representación, entre otras; y los otros diagnósticos vendrían a decir lo antagónico: ‘el problema es que tenemos un pueblo que tiene demasiado poder. Entonces, lo que hay que hacer es intentar limitar esa soberanía popular y dar más poder a los expertos porque estamos ante problemas muy complicados que no lo puede gestionar el ciudadano medio’”.
Más adelante, expresó que “en sí mismo este dualismo es un problema porque hay que optar por el pueblo u optar por la competencia. A mí me gustaría no tener que renunciar ni a las aspiraciones de autogobierno y al mismo tiempo no generar un gobierno de incompetentes. Uno de los grandes problemas es cómo suturamos esa herida abierta en el corazón de la democracia que parece que nos obliga a ser unos tecnócratas sin corazón, sin expectativas y sin esperanza o unos realistas crueles que simplemente gestionan los datos”.
A continuación, planteó que su tesis en este marco es que se debe ir hacia una democracia completa. “Eso significa que tenemos que ser capaces de conectar o compatibilizar valores y criterios. Tiene que haber soberanía, pero también tiene que haber compromiso transnacional, tiene que haber participación pero también tiene que haber rule of law pero además del derecho tiene que haber una creatividad social”.
Asimismo, sostuvo que la democracia tiene que ser protegida también respecto de sí misma. “La democracia es el autogobierno del pueblo y la soberanía popular, pero también la protección contra ese poder del público. Esto suena muy paradójico, pero creo que es muy real. Del mismo modo que aprendimos las sociedades modernas a limitar el poder del soberano cuando este era un monarca, arrebatamos ese poder y lo pusimos en manos del pueblo. Seguramente también no deberíamos olvidar que ese poder del pueblo hay que limitarlo”. Y amplió: “La limitación tiene que ver con que la voluntad popular no es la voluntad espontánea y cambiante del pueblo, sino también una voluntad a unos compromisos, a una estabilidad, a un equilibrio para que no gobierne simplemente la mayoría”.
Luego compartió que vivió el primer año del mandato de Donald Trump en Estados Unidos en Washington como profesor en Georgetown y allí escribió una parte del libro Sobrevivir a los malos gobernantes. “Pienso mucho en términos sistémicos la sociedad y la política y creo que más que pensar en los actores concretos que intervienen en el proceso político hay que darle más importancia a los elementos sistémicos, a los elementos de procedimientos, de cultura política, que dan estabilidad o creatividad a un sistema y, por lo tanto, no deberíamos ni esperar demasiado que llegue un líder providencial, ni esperar demasiado cuando llega un líder catastrófico”, desarrolló y determinó que “si la democracia estadounidense es una democracia madura, cosa que yo en principio tiendo a creer, será capaz no solamente de pasar página de un período penoso desde el punto de vista democrático, sino sobre todo mostrar una resistencia y una capacidad de recuperación”.
Por otro lado, sostuvo que “la mayor parte de los conceptos que utilizamos para hablar de la democracia son conceptos más o menos elaborados hace cuatrocientos años que han sufrido relativamente poca reflexión y que desde luego no están a la altura de los cambios que hemos ido experimentando”. En este marco, brindó como ejemplo a Rousseau cuando escribe sus consideraciones sobre el gobierno representativo en Polonia por ejemplo o el propio contrato social: “Está pensando en la Ginebra de su tiempo que era una ciudad homogénea (...). Y en el siglo XXI tenemos sociedades enormemente plurales, heterogéneas, interdependientes, cuyos intereses se solapan con escenarios globales y con unas tecnologías como pueden ser los productos derivados, la robotización y la inteligencia artificial que plantean problemas inéditos a la democracia”. Y agregó: “De hecho, una de las cosas que analizo en el pequeño librito que escribí a raíz de la pandemia es cómo hemos interpretado esta pandemia con las categorías del pensamiento simple, mecanicista, newtoniano, de causa y efecto, donde no aparecen fenómenos emergentes, causalidades no lineales e interacciones complejas y esto explica buena parte de nuestra incertidumbre”.
Más adelante, expuso que “en estos momentos en los que estamos con intereses que nos unen a todos en una comunidad de destino porque todos buscamos la mejor solución, hay un benchmarking político global, copiándonos los unos a otros en las formas de combatir la pandemia, la carrera por la vacuna es una carrera global, la desinformación también lo es, hay líderes políticos que hablan de ‘ellos’ y ‘nosotros’, hay gente que habla de ‘dentro’ y ‘fuera’ (...).”. En este contexto, explicó que hay cuatro tipos de soluciones: se debe pensar a la sociedad de una manera más horizontal, se debe ir hacia fórmulas de gobierno inteligentes, hay que ir hacia una gobernanza sostenible o anticipatoria y la cuarta línea de reflexión está vinculada con una democracia poselectoral: completar al electorado.