Presentación del libro “¿A quién mata el asesino?”, de Silvia Elena Tendlarz y Carlos Dante García
El pasado 29 de abril se desarrolló en el Aula Magna de nuestra Facultad la presentación del libro “¿A quién mata el asesino?”, de Silvia Elena Tendlarz y Carlos Dante García. Además de los autores, estuvieron presentes para comentar la obra el prestigioso filósofo y psicoanalista francés Jacques-Alain Miller (Director del Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de París VIII), Carlos Elbert y Mariano Ciafardini (Profesores de Derecho Penal de nuestra Casa de Estudios) y el Lic. Germán García (Director de Enseñanzas de la Fundación Descartes). La presentación estuvo a cargo del Dr. Jorge Chamorro, psicoanalista y miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana y docente del Instituto Clínico de Buenos Aires.
Primeramente, el Dr. Mariano Ciafardini expresó que la sociedad moderna es parte de un ciclo violento, pero trata de diferenciarse de las anteriores en su intento por proclamarse como la etapa superadora. Asimismo, indicó que la modernidad recicló de una forma particular la violencia, cuya fórmula es el conflicto y el control social permanente. “El asesino mata al mismo que el combatiente en la guerra, al otro, al enemigo, a esa parte de él que le es extraña, que no puede ni quiere comprender”, manifestó; y, acto seguido encomió a la obra por el espacio de la interpretación psicoanalítica de los casos judiciales que conmueva las visiones que reproducen la violencia de la era en la que estamos inmersos.
Por su parte, el Dr. Carlos Elbert elogió a la obra por incluir “una visión omnicomprensiva del tema homicidio y sus implicancias en la psicología. Sostuvo que mientras los psicólogos parten de un autor confeso y probado, los juristas “debemos demostrar que es el autor y que es el culpable, juego en el cual el autor puede negarse a declarar o negar sistemáticamente que lo es, negativa sagrada en Derecho”. Sin embargo, añadió que “los psicoanalistas y los juristas tienen en común la ocupación por tratar a los ‘diferentes’ y aplicarle el encierro, en el cual otro punto en común es el empleo de la violencia, representados por los malos tratos y los psicofármacos”. Finalmente, opinó que “las situaciones concretas en que nos reunimos juristas y psicoanalistas nos indican que no debemos bajar los brazos en la lucha por la defensa y la garantía de los Derechos Humanos”.
Posteriormente, el Lic. Germán García recordó que, según Lacan, para entender el problema del crimen es necesario terminar con un conjunto de prejuicios sostenidos a partir de que el acto y la motricidad se confunden a través de un esquema del “arco reflejo”. Asimismo, mostró su acuerdo con la crítica que hace el libro sobre el concepto del uso descontextualizado de la noción de responsabilidad y, al mismo tiempo, destacó el recorrido histórico sobre la criminología y los malentendidos entre ella y el psicoanálisis.
Finalmente, Jacques-Alain Miller ponderó la claridad de la exposición, la amplitud de la información y la facilidad de lectura que la obra presenta, lo cual consideró que es un fiel testimonio del esfuerzo de los autores por ir más allá de la biblioteca usual de los analistas. En tal sentido, consideró que la clínica presentada en el libro “está en una intersección con el Derecho” y que los autores han intentado introducir la clínica psicoanalítica con el objetivo de incluir una pequeña preocupación en profesores de Derecho, jueces y abogados. En otro orden de ideas, resaltó que Freud, en su reflexión sobre los sueños que podrían denominarse inmorales, se niega a llamarlos criminales por considerar que la calificación no pertenece al psicoanálisis. Asimismo, destacó la manifestación del célebre psicoanalista austriaco en el sentido de que la mayoría de los sueños contienen de manera latente realizaciones de deseos inmorales y así, el núcleo de los sueños son las transgresiones legales. Respecto a la asunción de responsabilidad por ellos, coincidió con Freud en el sentido afirmativo porque analíticamente lo soñado es parte de nuestro ser, y aunque se lo llame “ello”, está en continuidad con el “yo". Por otra lado, explicó que el crimen desenmascara algo de la esencia humana.
A continuación, manifestó que la cultura supone el matar del ser humano legalmente, en cuyo sustrato se encuentra el agregado al verbo de un encuadre institucional, significantes, “de manera tal que esa red transforma la significación misma de la acción mortífera, la cual hecha en buena forma no es asesinato”. En referencia a ese razonamiento, resaltó que en algún momento de la historia se dijo que el verdugo era la figura máxima de la cultura humana e incluso se interpretó que la sangre humana era necesaria para pacificar, lo cual respondía al deseo de Dios. Y agregó que ello es porque se pensaba que los seres humanos no pueden constituirse en conjunto social sin la eliminación de un determinado número de ellos. De todos modos, Miller indicó que “parecería que cuando el asesinato llega a un determinado numero de personas, sale del Derecho y entra en el campo de la política; se decide como un cálculo utilitarista que se impone como término indiscutido en virtud del cual se limpia la crueldad del matar”. Así, Jacques-Alain Miller recordó que fue con Beccaria y Voltaire que se eliminó el goce en el ajusticiamiento del criminal y devino el castigo sin goce en nombre de la ley abstracta; “esa es nuestra época”, concluyó. Cerca del final de su exposición, reflexionó acerca de un derecho que no desconozca al psicoanálisis y, en tal tesitura, puntualizó que sería un Derecho que matizaría su creencia en la verdad, tomaría en cuenta la distinción entre lo verdadero y lo real, la consideración de la verdad como una función temporal y de perspectiva; “un Derecho con autoconciencia de ser una construcción social”.
Finalmente, caracterizó a los jueces inspirados en psicoanálisis como aquellos que “descreen de la maquinaria que manejan” y, en tal sentido, expresó que “quizás los jueces son los que mejor saben que no hay justicia o que ella no es el Derecho. Creo que la justicia hay que dejarla en las manos de Dios y que en la Tierra basta el discurso del Derecho.”