La UBA distinguió como Doctora Honoris Causa a la Ministra de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Carmen M. Argibay
Sus relevantes antecedentes en pos del fortalecimiento del estado de derecho y de la consolidación de los derechos humanos han hecho merecedora a la destacada jurista y Ministra de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Dra. Carmen M. Argibay, de la máxima distinción que otorgan las Casas de Estudios superiores del mundo: el Doctorado Honoris Causa. Con el objetivo de entregarle el diploma y la medalla que acreditan el reconocimiento, el pasado 22 de junio tuvo lugar un acto en el Salón Azul de la Facultad de Derecho. En la ceremonia, presidida por el Rector de esta Universidad, Prof. Ruben E. Hallú, estuvieron presentes la Decana de la Facultad Dra. Mónica Pinto y el Presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Dr. Ricardo L. Lorenzetti.
Encargada de pronunciar la laudatio académica, la Dr. Mónica Pinto confesó el profundo placer que le produjo estar presente en esta congratulación. A su vez, definió el momento como una tarde de suma importancia y honor pero, principalmente, de gran afecto hacia una jurista de la talla de la Dra. Argibay. También agradeció al copioso público presente el haberse acercado al acto porque de este modo se logra que la comunidad académica de la Universidad de Buenos Aires pueda compartir y participar de actividades de esta naturaleza.
Así, aprovechó la ocasión para comentar brevemente las implicancias derivadas del hecho de ser galardonado con un Doctorado Honoris Causa, sin dejar de incluir en ellas a las obligaciones referidas al respeto a las bases fundantes de esta institución académica, como su gratuidad y su laicidad, entre otros.
En cuanto al desarrollo académico de la Dra. Argibay, la Decana efectuó un sucinto repaso por algunos de los mayores hitos en su vida profesional. De hecho, resaltó que la homenajeada fue estudiante de grado de esta Facultad, además de ayudante de cátedra, para más tarde despeñarse tanto en los tribunales judiciales como en forma particular. Añadió que hacia el año 1973 a la Dra. Argibay fue la primera mujer en desempeñarse como Secretaria de la Superintendencia de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal.
Al calor de los sistemáticos y arbitrarios avasallamientos a las libertades individuales, el 24 de marzo de 1976 Argibay es detenida y puesta a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. La conculcación de su libertad ambulatoria se sostuvo hasta diciembre de ese mismo año, cuando finalmente se le concedió la libertad.
Durante el restablecimiento democrático, en 1984 es designada Jueza de Primera Instancia, aunque cuatro años más tarde ya se desempeñaba como Jueza de Cámara. Carmen M. Argibay participó activamente en el Tribunal Internacional para los Crímenes de Guerra de la ex Yugoslavia y, asimismo, fue la primera mujer en ser propuesta como ministra de la Corte Suprema de Justicia de la Nación por un gobierno democrático en el año 2003. Actualmente, trabaja conjuntamente con la ministra Elena Highton de Nolasco en temas de género, especialmente en la oficina de la mujer y en la oficina de violencia doméstica, ambos organismos administrados por la Corte Suprema.
La última de las intervenciones le fue concedida a la ilustre homenajeada, Dra. Carmen M. Argibay, quien propuso brindar una conferencia magistral titulada “¿Vamos hacia un derecho universal?”.
Inicialmente, reflexionó sobre dos rasgos que, aunque opuestos, se repiten constantemente a lo largo de la historia universal, especialmente en las civilizaciones occidentales. Estos dos son: la tendencia al conflicto, es decir, a la guerra y, al mismo tiempo, los frecuentes esfuerzos para evitarla.
Explicó que para algunos la lógica del conflicto parecería ser parte de la naturaleza humana, ya que cualquier escéptico podría arribar a la conclusión de que en el transcurso de los siglos el ser humano en cuanto a conflictos armados no ha logrado aprender de sus errores. Los a veces descomunales esfuerzos por llegar a la paz suelen hacerse presentes con un retardo social y humanamente inaceptable.
“Nunca le han faltado pretextos a la humanidad para perderse en acciones militares de conquista, de defensa, religiosas, de independencia, agresión, preventivas y miles de otras denominaciones”, declaró. Sin embargo, reconoció grandes avances en la humanidad. La inmensurable imaginación del ser humano le ha permitido confeccionar medios de tortura de una altísima complejidad. Algo similar ha ocurrido también con los métodos ideados para evitar la guerra.
Argibay continuó señalando lo paradójico que resultó el fundamento simbólico de la Primera Guerra Mundial desarrollada entre los años 1914 y 1918, aquella que se supo entender como “la guerra que terminaría con todas las guerras”. En este sentido, mencionó los infructuosos esfuerzos de la Liga de las Naciones por contener los ánimos beligerantes que provocarían años más tarde el inició de la Segunda Guerra Mundial, como otro elemento cargado, al menos en la formalidad de su constitución, de propósitos de paz. A pesar de ello, sí pudo comentar acerca de la exitosa Cruz Roja que fue un impulso más para la creación de organismos o instituciones internacionales que trabajan por asegurar la paz en el mundo. Nacieron finalmente estos organismos aunque no antes de beber el mal trago de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, que destrozaron las esperanzas de la resistencia japonesa y principalmente demostraron al mundo cómo la tecnología de punta bien puede ser empleada para la promoción del conflicto y del desastre.
Pasado este bautismo de fuego, los Tribunales Militares de Nuremberg y Tokio fueron otros tantos de los sucesos que dieron fundamento práctico al incipiente Derecho Penal Internacional. Sumado a ello, la redacción de la Carta de las Naciones Unidas con la pluma de los vencedores, la constitución de la Asamblea General con un Consejo de Seguridad conformado por miembros permanentes con poder de veto, los procesos descolonizadores en el África y en el continente asiático y la conformación de la Corte Internacional de Justicia en Holanda han sido sólo algunos de los sucesos de mayor trascendencia en materia de derecho internacional. A pesar de los intentos por evitar los conflictos armados, continuamos conociendo de guerras como la de Corea, Vietnam, Nicaragua, Afganistán, Kuwait, entre tantas otras, muchas de las cuales fueron iniciadas o alentadas por los principales protagonistas de la escena mundial.
Conflictos armados en Rwanda o en la ex Yugoslavia también forzaron a la comunidad internacional a idear nuevos mecanismos, como los Tribunales Penales ad hoc, hasta llegar a la reciente Corte Penal Permanente creada a partir del Estatuto de Roma de 1198. “La cuestión no sólo es lograr el acuerdo formal y en los papeles sino el verdadero respeto en la aplicación de las reglas y esto, al menos a mi juicio, todavía está lejos de conseguirse, […] a la guerra y la esclavitud, los dos grandes males del mundo, opongámosle los dos grandes bienes de la humanidad: la paz y la libertad”, concluyó la Dra. Argibay.
“Nunca le han faltado pretextos a la humanidad para perderse en acciones militares de conquista, de defensa, religiosas, de independencia, agresión, preventivas y miles de otras denominaciones”, señaló Argibay durante su conferencia de investidura.