¡Seguinos!

Año XIV - Edición 252 16 de julio de 2015

Buscar

Ciclo de almuerzos académicos para profesores de la Facultad
Neurociencias y Derecho

  • Nota de Tapa

El 7 de julio pasado tuvo lugar un nuevo almuerzo académico en la Sala de Profesores de la Facultad de Derecho. En esta oportunidad, la exposición estuvo a cargo del profesor Daniel Pastor, quien se refirió a “Neurociencias y Derecho”.

La introducción fue pronunciada por la Decana Mónica Pinto, tras lo cual Daniel Pastor expresó que actualmente en el terreno de las neurociencias se habla de una revolución neurocientífica, respecto de la cual se debe analizar cómo impacta en el mundo jurídico. “Es una cuestión interdisciplinaria, vincula a los juristas con profesionales de otras áreas de conocimiento, como la salud”, resaltó. En este sentido, destacó la importancia de trabajar en conjunto con quienes hacen investigaciones neurocientíficas para establecer controles recíprocos. “Para que ellos puedan saber hasta dónde pueden llegar y qué cosas son jurídicamente admisibles respecto de sus descubrimientos, pero también para que nosotros podamos saber a qué descubrimientos, cuando son serios y justificados, no nos podemos negar y debemos examinar”, desarrolló. Pastor identificó como padre de la revolución neurocientífica a Benjamin Libet, quien investigando cómo funciona el cerebro llegó a la determinación, muy cuestionada, de que los hombres no tendrían consciencia de la voluntad. “Nuestros actos que creemos libres, en realidad no son conscientemente libres. Esto está muy cuestionado, pero (…) también trajo en el mundo del derecho una enorme repercusión”, afirmó. El experimento de Libet es algo que hoy es considerado por los neurocientíficos como muy primitivo. El orador describió que a un voluntario le colocaba un electroencefalograma para medir los impulsos eléctricos del cerebro que son captados por estas máquinas de un modo innegable. Por otro lado, le conectaba en su mano un electromiograma, un medidor del movimiento. Al voluntario se le daba la orden de que con su mano hiciera un movimiento. Lo que detectó Libet era que el movimiento se producía antes de que hubiera actividad en el cerebro, antes de que el electroencefalograma mostrara que había actividad cerebral relevante. Con lo cual, Libet llegaba a la conclusión de que no había una consciencia de la voluntariedad del movimiento, es decir, el movimiento estaba automatizado y la persona no era consciente. A través de sus experimentos, Libet sostenía que “no hacemos lo que queremos, sino que queremos lo que hacemos”, y su otra conclusión consistía en que en las personas sometidas al experimento no hay nada parecido al libre albedrío. “Estas conclusiones están muy discutidas, no obstante, muchos neurocientíficos afirman que es posible que en un futuro se pueda demostrar, por medio de imágenes irrefutables, que esto es así. Pero a esto no se ha llegado”, remarcó.

Acto seguido, hizo referencia a las técnicas que usa la neurociencia para intentar entender cómo funciona el cerebro, las neuroimágenes, obtenidas por medio de las resonancias magnéticas funcionales, las cuales están aportando muchísimo para el conocimiento del funcionamiento del cerebro. “A diferencia del experimento de Libet, que captaba las funciones eléctricas del cerebro, lo que capta la resonancia magnética funcional es la oxigenación de las neuronas que están trabajando”, aclaró Pastor. Esto permite detectar qué zona del cerebro está trabajando en un caso concreto. Esta técnica de la resonancia magnética funcional está dando lugar a muchas explicaciones acerca de cómo funciona el cerebro. Entre los campos que pueden ser trabajados en equipo por juristas y neurocientíficos, Pastor mencionó la capacidad, la imputabilidad y la imparcialidad en la toma de decisiones. “Incluso se está trabajando mucho en la posibilidad de medir con estos instrumentos el sufrimiento, algo que de poder ser alcanzado tendría relevancia para medir, por ejemplo, el daño moral, el sufrimiento de la víctima, el sufrimiento del condenado”, dijo. Asimismo, señaló que naturalmente se producen tensiones entre estos descubrimientos de las neurociencias y el derecho. Así, hizo mención del control de calidad de las determinaciones jurídicas con las que se trabaja cuando entran en conflicto con los descubrimientos neurocientíficos aceptados: "Si sucede que las neurociencias nos pueden dar alguna conclusión científicamente irrefutable que entre en colisión con nuestros métodos de trabajo, con algún principio o con la legislación, incluso”, explicó. En cuanto a cómo se va a controlar, Pastor indicó que una de las posibilidades es establecer un filtro por medio de los derechos fundamentales.

El expositor se refirió al tema de la confiabilidad del testimonio, manifestando que es un tema interdisciplinario y sosteniendo que para algunos especialistas en neuroimágenes es posible detectar en el cerebro de quien ha cometido una falta, una huella que indique que efectivamente la ha cometido. “Es muy incipiente y hay algunos autores que son muy optimistas y otros que no. (…) Volvemos a un experimento de tipo eléctrico, es una medición del funcionamiento eléctrico del cerebro”, detalló. Además, sostuvo que en la medida en que las técnicas de imágenes se mejoren, es muy posible que se pueda determinar, según los estudiosos, cuando una persona está relatando un hecho, qué cosas son recuerdos y cuáles son inventadas. Por otra parte, y en respuesta a una pregunta, consideró: “Hay que avanzar e ir viendo cómo evolucionan estos descubrimientos despacio y con gran prudencia. Hay cosas que ayudan y cosas que no”.

“Hay que avanzar e ir viendo cómo evolucionan estos descubrimientos despacio y con gran prudencia. Hay cosas que ayudan y cosas que no”, consideró el profesor Daniel Pastor.