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Año V - Edición 82 16 de marzo de 2006

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Estados de negación. Ensayo sobre atrocidades y sufrimiento

  • Reseñas Bibliográfica

El Departamento de Publicaciones de la Facultad de Derecho ha hecho posible que esta obra trascendental esté al alcance de los lectores en lengua castellana. Ello es de agradecer pues se trata de un trabajo que si bien excede el campo de interés de los estudiosos del derecho, resulta imprescindible para la reflexión teórica y práctica en torno a la prevención y denuncia de genocidios, así como a los procesos de revisión de pasadas violaciones a los derechos humanos, en los cuales lo jurídico ha tenido y tiene un papel preponderante.

No obstante, no debe olvidarse que Stanley Cohen es una de las personalidades más fuertes dentro del campo denominado “criminología crítica”. Desde fines de los años sesenta participó de este movimiento y en ese campo escribió libros que daban cuenta de su perfil propio, como Images of Deviance (1971), Folk Devils and Moral Panics (1972), Psychological Survival (1973, junto a Laurie Taylor), Visions of Social Control (1985) y Against Criminology (1988). Creo que no es de menor importancia esa formación. En la sociología de la desviación fue un hito importante la publicación, en 1958 y por parte de Gresham Sykes y David Matza, del artículo “Técnicas de neutralización”. Dentro de la perspectiva denominada del “aprendizaje”, estos criminólogos indicaban que no sólo el comportamiento criminal era aprendido sino que también se aprendían una serie de justificaciones de la conducta desviada que hacían posible inhibir o “neutralizar” los mecanismos de control social que imponen determinados valores culturales. Las principales de estas técnicas se relacionan con la “negación” (de la víctima, del daño, de la responsabilidad). La aplicación de estas ideas a las violaciones masivas a los derechos humanos le resulta de mucho provecho a Stanley Cohen para hacer una verdadera “sociología de la negación”.

Ello será necesario para analizar cómo fue –y es- posible que se practiquen “atrocidades” sobre grandes masas de seres humanos, así como los mecanismos para hacer posible tras esos hechos una convivencia que asuma ese terrible pasado sin olvidar a las víctimas. En la primera parte del ensayo el autor demuestra haberse sumergido en los conocimientos de psicología individual y social, los cuales serán fundamentales para saber cómo opera la “negación” del propio hecho, de su interpretación o de sus consecuencias. Esta técnica de defensa es operada tanto desde las víctimas como desde los perpetradores y los testigos o espectadores que, con su pasividad, permiten que la atrocidad suceda. Lo perturbador del asunto es que los individuos, sociedades o Estados no son engañados o impedidos de conocer la realidad, sino que son ellos mismos los que propician la negación. Tras ese punto, Cohen realiza una análisis estructural sobre cómo opera la negación, en los distintos niveles, para permitir y justificar las violaciones a derechos humanos.

También el autor incursiona en la evolución operada en diversos procesos “transicionales” (en especial da cuenta en el libro de experiencias en la Europa post-nazi, en Sudáfrica, en el Este de Europa post-soviético y en Latinoamérica) que provocaron cambios en el derecho internacional. No sólo hace hincapié el autor en la operatividad de los discursos oficiales del olvido, sino que también menciona las paradojas de los cambios provocados por quienes luchan contra esos discursos, principalmente las víctimas, y de las mismas burocracias de los derechos humanos, tanto no gubernamentales como de tribunales internacionales. El capítulo 9 se dedica a los distintos modelos de superación de la negación para conocer el pasado de regímenes violatorios de derechos humanos (comisiones de Verdad, juicios penales, compensaciones, homenajes o amnistías). Si bien la agenda de los primeros momentos llevaba a privilegiar la tarea de “reconstrucción” y fortalecimiento del sistema democrático, habría una estrategia postmoderna de sobre-reconocimiento y una verdadera industria de la memoria. En la eterna lucha entre los memoriosos “Hombres Sensibles” de Flores y los impíos “Amigos del Olvido” de Caballito, parecen imponerse hoy en día los primeros. Las consecuencias de ello dificultan la estrategia de la negación y parecen ser más bien inofensivas, aunque pueden tener efectos perversos. Cohen advierte que “negar los horrores del pasado es inmoral, pero presentar disculpas colectivas por el pasado a grupos enteros (o a sus representantes en la tierra décadas después o incluso siglos más tarde) es ridículo”.

El autor ya había analizado previamente a los medios de comunicación, y la voz “Imágenes” vuelve a aparecer aquí en sendos capítulos dedicados a las representaciones del sufrimiento actual y sus manipulaciones y agotamientos, también posibilitadores de un ocultamiento por sobre-exposición. Los cambios culturales más recientes nos llevan peligrosamente hacia una nueva cultura individualista de la negación, que coexiste con una salvífica conciencia de que se sabe lo que pasa. No obstante, las imágenes permiten primero el reconocimiento, y luego la acción y la intervención. Sobremanera con respecto al presente, pero también con el pasado, un proyecto de “vencer la negación” debe tener en cuenta las complejidades apuntadas en este libro.

El final deja en claro que si el autor tolera los compromisos que hacen posible la negación personal, no cree políticamente deseable limitar el conocimiento sobre las atrocidades. Su principal denuncia es contra la indiferencia frente al otro, contra la negación del otro en su calidad de ser humano. Las negaciones individualistas y hedonistas son, unidas a los reforzamientos identitarios que hacen los Estados nacionales, las que facilitan la indiferencia cuando se vulneran los derechos humanos de los que no son como “nosotros”. La visión política de Stanley Cohen se decanta, entonces, contra la negación y por la justicia social para lograr un mundo sin atrocidades ni sufrimientos