¡Seguinos!

Año XIV - Edición 248 21 de mayo de 2015

Buscar

Un homenaje a Michel Foucault en el trigésimo aniversario de su fallecimiento. Miradas sobre su obra desde la Historia del Derecho

  • Notas

Organizada por el Departamento de Ciencias Sociales, el 7 de mayo se realizó en el Auditorio de la Facultad de Derecho una conferencia a cargo de Rubén Darío Salas, la cual versó sobre la obra de Michel Foucault desde el punto de vista de la Historia del Derecho.

Tras una breve presentación de Eduardo Stordeur, Sandro Olaza Pallero remarcó que Foucault llegó a ser en su época uno de los más destacados intelectuales a nivel mundial, militante activo en las luchas políticas y sociales. “Llevó a cabo un análisis minucioso de los mecanismos de control y gobierno de la sociedad. Su pensamiento continúa siendo fuente de inspiración para estudiosos de distintas áreas”, resaltó. Asimismo, presentó al orador. “Rubén Darío Salas en doctor en Historia por la Universidad del Salvador y docente secundario y universitario”, mencionó.

Acto seguido, Rubén Darío Salas sostuvo que el relato de Foucault nos enfrenta con nuestro presente. “Sus estudios constituyen una ontología del presente. Su obra se ha impuesto por centrar su argumentación en el sujeto y en la fuerza de la palabra, que es aquello que nos define y que, cuando se atrofia, nos arrastra”, explicó Salas. Así, remarcó que cuando el discurso calla, se impone la violencia. El discurso es siempre interrupción de la violencia. “Sus obras fueron valoradas y rescatadas dentro del campo del accionar antisistema por las ciencias políticas”, consideró. Como filósofo, sus estudios arrojan significativas reflexiones que ayudan a comprender el suelo posmoderno. “Perteneció a la última generación de filósofos, generación que se cierra en torno a 1940. Importa subrayarlo, porque el posmodernismo, entendiéndolo como iniciado por la generación nacida en torno a los años’70, no ha dado filósofos, si por tales se entiende a los constructores de una teoría, de reflexiones sustantivas, de criterios de acción que contribuyen a abrir horizontes de éxtasis y no simples expectativas”, destacó. En este sentido, el orador agregó que Foucault sostiene que si el decir nos está vedado no hay posibilidad de transformación, de salir de ese mundo de la episteme moderna, que había quedado prendido de los meros signos del lenguaje, vaciando el discurso. “¿Por qué vemos las prisiones sin verlas? Porque ha sido obturada nuestra capacidad de discernir, de comprender, porque toda hermenéutica nos es ajena. ¿Por qué se rechazó o se aceptó Vigilar y Castigar?, se pregunta. Las personas a las que les gustó o lo aborrecieron lo hicieron porque tenían la impresión de que la cuestión las tocaba o que tocaba el mismísimo mundo contemporáneo o sus relaciones con el mundo contemporáneo aceptado por todos”, expresó.

Por otra parte, Salas hizo referencia a que al crear el sujeto confesante, la máquina penal se encuentra en su gran encrucijada. “Confesar supone la existencia de un confesor, el juez, que sepa preguntar. Ese juez se encuentra mudo frente al decir veraz, solo cuenta con la voluntad de verdad de la institución que transita”, declaró. De esta manera, la confesión no requiere del mero mecanismo de palabras, requiere del discurso. El sujeto confesante, envuelto en el mismo teatro epistémico, buscará la forma de sortear la situación. “La realidad les dejó solo el sonido del habla, ambos se encuentran en el mundo del plebeyismo cultural”, amplió. No obstante, el acto simbólico de la confesión no es tal, sino que se halla en el campo de la dramaturgia, porque se pide, aunque los códigos modernos y contemporáneos no lo exigen, que confiese. Si el sujeto confesante no confiesa, los jueces intentarán indagar sobre su vida, que diga algo sobre su crimen, que diga por qué no lo ha cometido. “He ahí la dramaturgia, que sacude el sistema penal en el momento en que el sujeto confesante no puede decir nada de su crimen. La máquina penal comienza a tropezar y descomponerse”, resaltó.

En Las palabras y las cosas se propone trazar un cuadro epistémico, no histórico, para hablar de dos grandes momentos: el siglo XVI, embrionariamente, y la episteme clásica abarcativa de los siglos XVII y XVIII. La segunda parte de su obra, y luego después de especificar el carácter abismal de la cesura, lo dedica a la episteme moderna, al siglo XIX. De esta manera, a partir de esta obra, las empiricidades van a quedar de lado, pero no las representaciones, aquello que la mente dice de una cosa. Asimismo, el expositor afirmó que la teoría psicológica de la representación es la que está presente en el texto de Foucault. “Se ha cortado con la semejanza. La semejanza, ese signo inscripto en la cosa en el siglo XVI. Ahora hay una identidad con la cosa, pero no es la cosa misma. Es una lingüística cartesiana, si queremos colocarle un nombre, aunque él toma distancia de los nombres”, manifestó. Cuando explica este modelo, Foucault se propone algo mucho mayor, que es mostrar la manera en que el lenguaje se encuentra presente tanto en las ciencias naturales como en la riqueza, lo que hoy llamaríamos economía.

Entretanto, Salas también indicó que en Foucault la voz discurso se aparta de la base lingüística, forma parte central de un estudio arqueológico, que a manera de ejemplo atraviesa distintas regiones del saber donde una de ellas resulta axial: esa gramática general y razonada de Port-Royal. “Aquí no se trata de la palabra con su significante y significado, se trata de la gramática en su suelo auténtico, el filosófico. Gramática donde poco importa que algo se llame sujeto, verbo y predicado, sino que nos dice por qué se emplean esas voces”, examinó.

“¿Por qué vemos las prisiones sin verlas? Porque ha sido obturada nuestra capacidad de discernir, de comprender, porque toda hermenéutica nos es ajena”, explicó Rubén Darío Salas.