Sociología del encarcelamiento
En el pasado mes de mayo se llevó a cabo una conferencia titulada “Sociología del encarcelamiento” que formó parte de la actividad académica organizada por el Área de Capacitación de la Defensoría General de la Nación. La presentación se desarrolló en el Salón Verde de la Facultad de Derecho y estuvo a cargo de Roger Matthews, Profesor en Criminología de la London South Bank University.
En primer lugar, el disertante observó que, mientras la criminología crítica ha caído durante los últimos 10 o 15 años, la tasa de encarcelamiento ha aumentado en idéntica proporción en el mismo período. Por lo tanto, opinó que entre la criminología crítica y la tasa de encarcelamiento hay una conexión con los criminólogos porque no han podido contribuir como corresponde a una reforma de los sistemas penales. Sin embargo, señaló que los criminólogos críticos han impulsado enormemente los trabajos de investigación sobre criminología.
Asimismo, explicó que durante la década de 1980 la criminología crítica perdió el rumbo y no pudo ofrecer una alternativa coherente, estimando que el principal problema consistió en que la imposibilidad de desarrollar un “perfil romántico del delincuente”, a lo que sumó el fallo en la elaboración del sistema de prevención y en el control del delito.
Con respecto a la criminología crítica en Estados Unidos y en Europa, comentó que terminó siendo incorporada por otras corrientes de la criminología. Indicó también que durante los últimos 10 o 15 años se produjo un crecimiento de movimientos radicales, así como también una amplia expansión de la criminología formal, impulsada por los entes oficiales, que ha dado lugar a otro tipo de criminología, a la que denominó “criminología administrativa”.
Además, advirtió que desde el punto de vista oficial, aunque la criminología desarrolla políticas, posee una muy pobre teoría o conceptualización del delito; mientras que la criminología radical tiene una teoría bastante fuerte pero no ha podido desarrollar ninguna política de similares características. Aseveró también que esta corriente ha crecido en muchos ámbitos en Estados Unidos, Australia y en Europa, pero en cuanto a desarrollo de políticas es cada vez menos relevante.
En cuanto a las prisiones o reformas del sistema carcelario, afirmó que la criminología radical tiene dos corrientes: una primera, de índole reduccionista, postula que debería tratarse de reducir la cantidad de reos en las cárceles; y una de matiz abolicionista, que sostiene que deberían eliminarse las prisiones. Observó que el problema del reduccionismo es establecer el límite, cuestionándose a partir de qué número debería dejar de encarcelarse a la gente. Por consiguiente, remarcó que son teorías muy vagas que no tienen conexión con la realidad del delito y del castigo ya que deberían desarrollarse argumentos para sostener la postura, fijando quién debe estar encarcelado, por cuánto tiempo y con qué propósito se lo debe encarcelar.
Por otra parte, manifestó que los radicales también están divididos y tienen opiniones encontradas porque muchos sostienen que es necesario desarrollar alternativas a la custodia, otros tipos de sanciones comunitarias como opciones a este sistema.
A continuación, expresó que “con la criminología debemos apuntar al desarrollo de políticas realistas que puedan lograr un cambio a través de reformas que tengan sentido”. En consecuencia, brindó algunos puntos que consideró importantes para cualquier reforma carcelaria.
De manera tal, explicó que el primer problema que debe solucionarse es el de la superpoblación, resaltando que ello no guarda relación con el espacio físico, sino que también interfiere con las relaciones sociales en las prisiones y lleva a mayores frustraciones. Para evitar la superpoblación, mencionó tres maneras: se construyen más prisiones, se envía menos gente a la cárcel o se la envía por menos tiempo.
El segundo tema que abordó fue la seguridad, subrayando que las prisiones son lugares con muchísima violencia donde se cometen delitos, como acosos y violaciones, por lo cual debería dejarse de lado la noción de que son personas que en definitiva merecen que se las traten de esta forma y debería tomarse conciencia en que deben ser tratados de manera humana y digna dentro y fuera de las cárceles.
El tercer punto consistiría, de acuerdo con el expositor, en contar con un servicio penitenciario con gente capacitada, profesional, responsable, que deben manejarse de manera razonable.
La cuarta cuestión debería ser el incremento en visibilidad y la responsabilidad en las prisiones, tratando de lograr que “los muros de las cárceles sean más permeables, incluyendo agencias de drogas, relacionadas con salud y temas médicos”. De esta manera, se animaría a los presos para que puedan reinsertarse en la sociedad.
Asimismo, opinó que las prisiones deben concebirse como espacios de rehabilitación, donde el preso sienta que se lo ayuda ya que “si concebimos las cárceles como depósitos de presos, cuando cumplan sus penas terminan peor de cómo entraron”.
La siguiente cuestión que trató fue la de obtener un sistema de monitoreo independiente que tenga cierto poder, que pueda hacer cumplir las normas y lograr cambios, y cuente con algún tipo de apoyo.
Por último, sugirió tener un sistema disciplinario dentro de las cárceles que sea justo, razonable y que funcione, que las cárceles se encuentren en buen estado y se trabaje para evitar la reincidencia. “Estos objetivos son posibles y nos alejan de la negatividad para crear políticas que sean realistas”, concluyó.