Seminario intensivo “Bioética y Derechos Humanos”
El Centro de Formación Judicial del Consejo de la Magistratura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el Observatorio de Bioética y Derecho de la Universidad de Barcelona y el Departamento de Posgrado de nuestra Facultad organizaron conjuntamente durante los días 16, 17 y 18 de marzo el Seminario intensivo “Bioética y Derechos Humanos”. La actividad contó con las exposiciones de los especialistas doctores María Casado, María Luisa Corcoy Bidasolo, Salvador D. Bergel, Florencia Luna y Aída Kemelmajer de Carlucci.
El primer día de reunión, a modo de presentación, la Dra. María Casado comentó que hace tiempo se viene planteando desde el Observatorio en la Universidad de Barcelona que en una sociedad plural es necesario acudir a lo único que los une y eso es el marco del respeto a los Derechos Humanos. De tal modo, en estas conferencias se pusieron en común problemas, fundamentos, sentencias, legislación, formas de abordar estos conflictos nuevos y ante los cuales, a veces, la respuesta no es clara.
Seguidamente, la Dra. María Luisa Corcoy Bidasolo entendió que no se pueden buscar soluciones fuera del derecho; “son los jueces los que tiene que resolver sin buscar soluciones binarias, por si o por no, si bien existen principios jurídicos las circunstancias cambian y por ende varían las soluciones”, aseguró.
El Dr. Salvador D. Bergel aclaró que la bioética es el fruto de un proceso a nivel científico y ético, aunque desde el punto de vista científico, las ciencias médicas y la biología tuvieron un crecimiento a partir de la década de 1950. En consecuencia, examinó que el nuevo dinamismo acarreó algunos efectos que inmediatamente se aplicaron a las ciencias médicas y otros sirvieron para realizar futuras investigaciones, creándose disciplinas como la biología molecular, que no existía, y hoy es relevante en el área. Conjuntamente, identificó que la investigación científica presenta un cauce de mayor racionalidad sobre la base de la experimentación, con animales originariamente, pero también implica un tema novedoso, la experimentación con seres humanos que carga con un pasado negativo dados los antecedentes nazis sobre el tema. Entretanto, señaló que después de la Segunda Guerra Mundial las naciones de Europa comenzaron a recuperase y nació un espíritu general de respeto por los Derechos Humanos, con un criterio de paz, que fueron los principios que llevaron a la Declaración de éstos en 1948, por eso mismo se había generado un clima apropiado para poder empezar a trabajar sobre la materia. Por su parte, resaltó que el Informe Belmont que establece los principios fundamentales de la bioética, dio lugar a la “doctrina del principalismo” que dominó por mucho tiempo el área de la bioética. Esta postura entendía que el estudio estaba centrado en cuatros principios: el de autonomía, de beneficencia, de justicia y de no maleficencia, que eran elementos fundamentales a partir de los cuales podían generarse normas que dominaran la materia. Afirmó entonces que la observancia y respeto por los Derechos Humanos hace a la dignidad del ser humano, y cuando se habla de éstos no se refiere simplemente a una normativa, sino que se van gestando en la evolución social y, a su vez, surgen nuevas necesidades y derechos que posteriormente buscas ser normativizados.
Finalmente, declaró que existe un vínculo permanente entre los Derechos Humanos y la bioética. “Decir que la idea de unirlos no tiene sentido no me parece conveniente sino al contrario, hay que afirmar esa unión muy estrecha entre bioética y Derechos Humanos”, concluyó.
Seguidamente, la Dra. María Casado examinó el concepto dignidad, observando que éste ha sido apropiado por fuerzas muy conservadoras en España. En este orden de ideas, subrayó que en la tradición de los derechos humanos hay dos grandes tradiciones respecto de la dignidad y de los derechos: el humanismo laico, heredero de la Ilustración, basando la dignidad y los derechos en la voluntad de la persona, en su libertad y la responsabilidad sobre aquello que decide para sí; y el humanismo cristiano, que entiende que los derechos pertenecen a un orden natural, divino y que todo lo que está por fuera es el desorden del capitalismo, del comunismo y de la sexualidad. Instó entonces a resolver el problema conjuntamente a pesar de que tengamos tradiciones morales diferentes.
A su turno, la Dra. Florencia Luna advirtió que el término bioética tiene un doble nacimiento, el cual demuestra sus características: por un lado, Karl Popper, a través de su libro “Bioethics: bridge to the future” planteó a la bioética como un puente entre las ciencias y las humanidades. Paralelamente, Andres Hellegers creó el Instituto “Joseph and Rose Kennedy Institute for the study of human reproduction and bioethics”, pensando en la aplicación de la ética en la medicina y en la investigación biomédica. Aseguró entonces que estos dos inicios luego aparecen a lo largo del desarrollo de la bioética y la definió como “el estudio sistemático de la conducta humana en el campo de las ciencias biológicas y la atención de la salud en la medida en que esta conducta se examina a la luz de valores y principios morales”. Por lo tanto, consideró que el alcance de la bioética a partir de esta definición resulta bastante amplio, identificándola con la ética médica propiamente dicha pero también se relaciona con cuestiones ambientales y experimentos con animales. Asimismo, abordó los orígenes de la bioética relacionada con la medicina clínica. En tal sentido, indicó que a finales de los 50, surgieron dilemas a raíz del respirador artificial, una nueva tecnología médica que mantenía con vida a los enfermos críticos. También hizo referencia a los problemas éticos en términos de justicia, es decir, en cuanto a la distribución de recursos caros y escasos. Hizo mención entonces a la ética aplicada, que consiste en la aplicación de razonamiento ético a campos de acción específicos y es donde se ubica la bioética. Señaló que pueden haber dos interpretaciones de la ética aplicada: en un sentido estricto y restringido implica comprender los hechos específicos para aplicar las reglas morales justificadas, postura seguida por deontólogos y utilitaristas. En cambio, “la ética aplicada a un sentido amplio, no se entiende como una mera aplicación de una teoría a una aplicación particular; la revisión de casos implica la deliberación moral y el análisis conceptual”, aseguró. En consecuencia, remarcó que se produce un diálogo entre las circunstancias particulares, las disciplinas diferentes y teorías éticas, surgiendo una real interdisciplina.
Hacia el final, brindó un análisis sobre las teorías éticas vigentes: el utilitarismo, el deontologismo, la casuística y la ética del cuidado.
Durante el segundo día, la Dra. Aída Kemelmajer de Carlucci se refirió a la autonomía progresiva, relacionada a los niños o gente que, desde el punto de vista del derecho civil, no es una persona totalmente capaz pero a la que se le quiere otorgar ciertas potestades para decidir. Asimismo, observó que este concepto se vincula con la dignidad humana porque estas personas son excluidas por parte del sistema y “creer que podemos imponer nuestra voluntad por encima de ellos es un problema de dignidad”, expresó. Consecuentemente, entendió que el concepto de dignidad está en el futuro y ese es el que estamos desarrollando e intentamos llevar a todas las nuevas figuras; a su vez, mencionó el concepto de autonomía progresiva, al que tanta importancia le da la Declaración. En tal sentido, comentó que la autonomía progresiva se aplica en el ámbito de los derechos personalísimos, se trata de una cuestión de grado, no es una línea divisoria neta, por eso no es algo rígido sino “un desarrollo evolutivo que se adquiere con la madurez psicológica y cognitiva, y que puede y debe graduarse en función de la decisión ha tomar y del alcance de sus consecuencias”, explicó. Para concluir, consideró que se debe tener cuidado cuando se lleva adelante la noción de autonomía estimando fundamental desplazarnos con equilibrio y razonabilidad.