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Año XXIII - Edición 406 06 de junio de 2024

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Segundo diálogo sobre la libertad y el deber

  • Notas

El pasado 22 de mayo, en el SUM del Instituto Gioja, se desarrolló el encuentro titulado “Segundo diálogo sobre la libertad y el deber”, organizado por el Proyecto DECyT "Expresiones de la libertad” y el Proyecto UBACyT “El lenguaje de la política y políticas del lenguaje". Coordinaron la actividad: Elina Ibarra (UBA) y Sofía Aguilar (UBA - CONICET).

Como expositor principal, participó Nicolás Zavadivker, comenzó hablando de la palabra libertad, del mismo comento: “Es una palabra que siempre me costó definir conceptualmente”. Esto se debe, según explicó, a que “tiene muchas definiciones, tanto políticas como históricas, y estas, casi siempre son polémicas”. Sobre esto último, continuó su exposición, afirmando, que pudo evadir entrar en el concepto de libertad, por un tiempo, pero que eventualmente se le pidió hablar de ello.

Así entonces, advirtió que en sus libros, “hay una defensa tácita del concepto de libertad”. Del mismo modo, aclaró que esto ocurre especialmente, “cuando la misma se encuentra confrontada con la idea de una ética objetiva, que presenta obligaciones morales, que se pueden eludir”. Con esto entonces, decidió abordar nuevamente el concepto y se preguntó si existe la posibilidad de tener una convivencia pacífica con alguna ética objetiva y universal. Sobre lo último, explicó, que los defensores de esta idea, suelen creer en una realidad ética preexistente, que el hombre puede acceder por medio del conocimiento, esta realidad, tiene, “principios y valores propios y derechos naturales intransigentes a la persona”. A este grupo, lo denominó, los cognitivistas. Caso contrario, remarcó, que existe otro grupo, llamado los “no cognitivistas”. Con esto, puntualizó, al igual que la libertad, “no existe un solo concepto de la materia”. Para ejemplificar a ambos grupos, nombró para el primero a Platón, “con sus ideas metafísicas” y para el grupo contrario, habló de otras corrientes, “como el utilitarismo o la ética evolucionista". Continuó con el desarrollo de este conflicto ético, explayándose principalmente, con el apoyo de sus libros.

Una de las reflexiones que compartió es que “los enunciados, si son verdaderos, pueden revelar sucesos del mundo, pero nunca exigirnos actuar de determinada forma”. Con esto, además, puntualizó que el conocimiento puesto en práctica, sólo puede decirnos “lo que fue, lo que es y lo que será”. Luego de esto añadió un ejemplo, para esclarecer el concepto filosófico, el mismo, habla de “dos personas con una capacidad cognitiva emparejada, pero que, al frente de una misma situación, consideran que sus deberes son diferentes”. En ese sentido, habló de un hombre que se encuentra naufragando, sin posibilidad de comunicación con el exterior. “Ahora, si esa persona, para evitar su sufrimiento, decide que su mejor camino y deber es dejarse morir, puede ocurrir, pero perfectamente podría darse el mismo caso con otra persona, que piense que su deber máximo sea, el sobrevivir, para preservar la vida”. Con este ejemplo llegó a una conclusión. “No es la realidad por sí misma, la que determina nuestro accionar, sino nuestra propia articulación y valoraciones morales que proyectamos sobre esa realidad”, analizó. Para finalizar, llegó al último punto de su exposición, donde se dedicó a defender la tesis que propone la no existencia de una ética objetiva, fundamentando que la misma: “No implica impugnar la práctica moral”. Esto último lo desarrolló, ejemplificando la vida misma, que nos trae varios casos donde nosotros debemos elegir una acción, porque, tal como dijo: “Si bien no existen los valores absolutos, eso no quiere decir que no hay valores en ningún sentido”. Quiso además señalar, que su tesis, no rechaza las recomendaciones morales, sino que solo quiere explicar que “existen distintas perspectivas, que difícilmente pueden ser cambiadas”. Ahora sobre la fundamentación manifestó que no se pueden basar las acciones en la misma, porque sino “estaríamos esperando la respuesta de los filósofos tanto religiosos como seculares, para emprender una acción”. “Las fuentes del orden moral, pertenecen a lo psicológico y social. Somos nosotros mismos los que frenamos a ayudar a una persona, cuando ésta pide ayuda, no una corriente preexistente de pensamiento”, concluyó.